Los dirigentes chinos quieren mostrarse responsables, aunque siguen argumentando que su país desprende menos gases con efecto invernadero por habitante que los países desarrollados.
Los cierres brutales de fábricas son "un gesto para mostrar que el país hace todo lo posible para alcanzar sus objetivos", declaró a la AFP Andy Xie, un economista independiente establecido en Shanghai.
"Los dirigentes deben quedar bien parados", agregó Andy Xie.
Las últimas semanas el gobierno ordenó el cierre de 2.087 acerías, cementeras, fábricas de aluminio y vidrio para fin de septiembre, so pena de que se les interrumpa el suministro energético y que se prive del acceso al crédito a sus propietarios.
Las autoridades ya aplicaron sanciones en la provincia de Anhui, donde más de 500 fábricas que no redujeron lo suficiente sus emisiones vieron interrumpido por un mes el suministro de electricidad, indicó la prensa.
Una docena recibió la orden de cerrar definitivamente, mientras que las otras deberán reducir su capacidad de producción, señaló la prensa china.
En julio Pekín anunció el fin de las tarifas preferenciales de electricidad a las industrias voraces en consumo energético, que habían reducido sus facturas en 15.000 millones de yuanes (1.700 millones de euros).
El gobierno chino intenta con estas medidas dar una imagen "verde" luego de haberse comprometido en la cumbre de Copenhague a reducir un 45% su intensidad de carbono, es decir sus emisiones de CO2 por unidad de PIB para 2020, con respecto al año 2005.
Para alcanzar este objetivo el país destinará 738.000 millones de dólares en la próxima década para producir el 15% de su electricidad con energías renovables, principalmente hidráulica y eólica.
A fines de 2009 China redujo su intensidad energética un 14%, pero durante el primer semestre de este año volvió a aumentar levemente (0,09%). Este es el primer aumento desde 2006.
En octubre, se organiza en Pekín una conferencia sobre el clima antes de la cumbre de la ONU de Cancún (México) prevista para fin de año y destinada a encontrar un acuerdo que reemplace el protocolo de Kioto que expira en 2012.
En este contexto, si China se aleja de su objetivo de reducción para 2010 "hará mella en su credibilidad con respecto a sus compromisos sobre el cambio climático a nivel internacional", estimó Damien Ma, de Eurasia Group, una firma de consultores establecida en Nueva York.
Los precedentes intentos de cierre de fábricas contaminantes terminaron a menudo en un fracaso ya que nuevas fábricas abrían en el mismo lugar en el que cerraban las otras. Pero el gobierno parece que encara el tema con más seriedad en esta ocasión.
Advirtió a la dirigencia local que no tendría promociones si no lograban sus objetivos en materia de reducción de emisiones, señala Ma.
Para Yang Ailun, una responsable de Greenpeace China, el cierre de fábricas parece una medida chapucera mientras que los problemas de polución en China no dejaron de agravarse durante las últimas tres décadas de crecimiento económico.
"Estas fábricas deben cerrar pero sería más juicioso para el gobierno que tome medidas a largo plazo actuando sobre los precios (de la energía)", estimó la militante ecologista.
Los cierres brutales de fábricas son "un gesto para mostrar que el país hace todo lo posible para alcanzar sus objetivos", declaró a la AFP Andy Xie, un economista independiente establecido en Shanghai.
"Los dirigentes deben quedar bien parados", agregó Andy Xie.
Las últimas semanas el gobierno ordenó el cierre de 2.087 acerías, cementeras, fábricas de aluminio y vidrio para fin de septiembre, so pena de que se les interrumpa el suministro energético y que se prive del acceso al crédito a sus propietarios.
Las autoridades ya aplicaron sanciones en la provincia de Anhui, donde más de 500 fábricas que no redujeron lo suficiente sus emisiones vieron interrumpido por un mes el suministro de electricidad, indicó la prensa.
Una docena recibió la orden de cerrar definitivamente, mientras que las otras deberán reducir su capacidad de producción, señaló la prensa china.
En julio Pekín anunció el fin de las tarifas preferenciales de electricidad a las industrias voraces en consumo energético, que habían reducido sus facturas en 15.000 millones de yuanes (1.700 millones de euros).
El gobierno chino intenta con estas medidas dar una imagen "verde" luego de haberse comprometido en la cumbre de Copenhague a reducir un 45% su intensidad de carbono, es decir sus emisiones de CO2 por unidad de PIB para 2020, con respecto al año 2005.
Para alcanzar este objetivo el país destinará 738.000 millones de dólares en la próxima década para producir el 15% de su electricidad con energías renovables, principalmente hidráulica y eólica.
A fines de 2009 China redujo su intensidad energética un 14%, pero durante el primer semestre de este año volvió a aumentar levemente (0,09%). Este es el primer aumento desde 2006.
En octubre, se organiza en Pekín una conferencia sobre el clima antes de la cumbre de la ONU de Cancún (México) prevista para fin de año y destinada a encontrar un acuerdo que reemplace el protocolo de Kioto que expira en 2012.
En este contexto, si China se aleja de su objetivo de reducción para 2010 "hará mella en su credibilidad con respecto a sus compromisos sobre el cambio climático a nivel internacional", estimó Damien Ma, de Eurasia Group, una firma de consultores establecida en Nueva York.
Los precedentes intentos de cierre de fábricas contaminantes terminaron a menudo en un fracaso ya que nuevas fábricas abrían en el mismo lugar en el que cerraban las otras. Pero el gobierno parece que encara el tema con más seriedad en esta ocasión.
Advirtió a la dirigencia local que no tendría promociones si no lograban sus objetivos en materia de reducción de emisiones, señala Ma.
Para Yang Ailun, una responsable de Greenpeace China, el cierre de fábricas parece una medida chapucera mientras que los problemas de polución en China no dejaron de agravarse durante las últimas tres décadas de crecimiento económico.
"Estas fábricas deben cerrar pero sería más juicioso para el gobierno que tome medidas a largo plazo actuando sobre los precios (de la energía)", estimó la militante ecologista.