Moscú, 23 de abril, RIA Novosti.
"Hemos descubierto en el oído un motor de escala nano", declaró Richard Rabbitt, profesor de Bioingeniería en la Universidad de Utah, en EEUU, y principal autor del estudio en que participaron también representantes del Baylor College of Medicine, de Houston. "Dentro del oído hay un amplificador mecánico que usa la energía eléctrica para hacer la amplificación mecánica", explicó el investigador al comparar este mecanismo con un sistema de dirección asistida en un coche.
El sonido que entra, dijo, se asemeja a una mano girando el volante. Lo que acciona la dirección en nuestro caso son estereocilios: entre 50 y 300 tubos minúsculos, de un micrón de largo y 200 nanómetros de grosor, encima de las "células de pelo" en la cóclea. Ellos se alargan y se contraen en una especie de danza que amplifica el sonido gracias al denominado efecto flexo-eléctrico. Las flexiones convierten la señal eléctrica generada por el sonido que entra en una fuerza mecánica.
"Los pelos danzantes nos ayudan a oír", resumió Katie Breneman, de la Universidad de Utah. "Las células sensores en el oído se ven forzadas a moverse en cuanto escuchan sonidos, lo mismo que un aficionado a la música se pone a bailar en medio de un concierto. Sólo que aquéllas bailan al son de vibraciones tan minúsculas como la del flujo de la sangre pulsando en nuestro oído", dijo.
"Hemos descubierto en el oído un motor de escala nano", declaró Richard Rabbitt, profesor de Bioingeniería en la Universidad de Utah, en EEUU, y principal autor del estudio en que participaron también representantes del Baylor College of Medicine, de Houston. "Dentro del oído hay un amplificador mecánico que usa la energía eléctrica para hacer la amplificación mecánica", explicó el investigador al comparar este mecanismo con un sistema de dirección asistida en un coche.
El sonido que entra, dijo, se asemeja a una mano girando el volante. Lo que acciona la dirección en nuestro caso son estereocilios: entre 50 y 300 tubos minúsculos, de un micrón de largo y 200 nanómetros de grosor, encima de las "células de pelo" en la cóclea. Ellos se alargan y se contraen en una especie de danza que amplifica el sonido gracias al denominado efecto flexo-eléctrico. Las flexiones convierten la señal eléctrica generada por el sonido que entra en una fuerza mecánica.
"Los pelos danzantes nos ayudan a oír", resumió Katie Breneman, de la Universidad de Utah. "Las células sensores en el oído se ven forzadas a moverse en cuanto escuchan sonidos, lo mismo que un aficionado a la música se pone a bailar en medio de un concierto. Sólo que aquéllas bailan al son de vibraciones tan minúsculas como la del flujo de la sangre pulsando en nuestro oído", dijo.