El ataque se produjo cuando los insurgentes islamistas intensifican sus ataques en todo el país antes de la llegada del invierno, que suele ir acompañada de una tregua en los combates.
"Un artefacto explosivo estalló en la base aérea de Bagram (...) cuatro personas han muerto en el ataque y 14 han resultado heridas", declaró la OTAN en un comunicado sin precisar la nacionalidad de las víctimas. "Estamos atendiendo a los heridos y hemos abierto una investigación".
El portavoz de los talibanes, Zabihula Mujahid, reivindicó el ataque en la base, y afirmó haber infligido "fuertes pérdidas a los invasores estadounidenses" el sábado, poco antes de las 05H30 (01H00 GMT).
Waheed Sediqi, portavoz de la gobernación de la provincia de Parwan, en la que se encuentra Bagram, declaró que un kamikaze se hizo estallar cerca de un refectorio en el interior de la base.
"Ignoramos la identidad de las víctimas pero el asaltante era uno de los empleados afganos", dijo a la AFP.
La explosión evidencia la degradación de la seguridad casi dos años después del fin de las operaciones de combate de la OTAN en Afganistán y en momentos en que las fuerzas afganas tienen dificultades para frenar a los insurgentes islamistas.
Desde la retirada de la mayoría de las tropas occidentales a finales de 2014, la operación Resolute Support (Apoyo Decidido) cuenta con 12.000 hombres, entre ellos unos 10.000 estadounidenses, que se encargan de formar, aconsejar y asistir a los soldados afganos en su lucha contra los talibanes y el grupo Estado Islámico (EI), que están sobre todo en el este del país.
Según el gobernador del distrito de Bagram, Abdul Shakoor Quddusi, la explosión fue potente y sacudió la región.
El general estadounidense John Nicholson, comandante de la operación de la OTAN en Afganistán, dio "su más sentido pésame" a las familias de las víctimas.
El jueves, al menos seis personas murieron y más de un centenar resultaron heridas en otro atentado reivindicado por los talibanes contra el consulado alemán de Mazar-i-Sharif, en el norte de Afganistán, "en represalia" por la muerte de civiles en un bombardeo de la OTAN la semana pasada.
La base de Bagram, situada a unos 50 kilómetros de Kabul, es blanco de frecuentes ataques de los talibanes a pesar de las fuertes medidas de seguridad.
En diciembre, un kamikaze talibán hizo estallar su moto bomba cerca de la base, matando a seis soldados estadounidenses, en uno de los ataques contra militares extranjeros más sangrientos de 2015 en Afganistán.
La intensificación de esos ataques tiene lugar pocos días después de las elecciones presidenciales estadounidenses. Durante la campaña apenas se abordó la situación en Afganistán, aunque se trate de uno de los asuntos más urgentes al que deberá dedicarse el futuro presidente, Donald Trump.
La intervención estadounidense, iniciada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, concluyó oficialmente a finales de 2014, pero Barack Obama, elegido en 2008 con la promesa de poner fin a las guerras de Irak y Afganistán, tuvo que modificar varias veces el calendario de retirada de las tropas.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca deberá por tanto gestionar la guerra más duradera de Estados Unidos, sin solución a la vista.
"Un artefacto explosivo estalló en la base aérea de Bagram (...) cuatro personas han muerto en el ataque y 14 han resultado heridas", declaró la OTAN en un comunicado sin precisar la nacionalidad de las víctimas. "Estamos atendiendo a los heridos y hemos abierto una investigación".
El portavoz de los talibanes, Zabihula Mujahid, reivindicó el ataque en la base, y afirmó haber infligido "fuertes pérdidas a los invasores estadounidenses" el sábado, poco antes de las 05H30 (01H00 GMT).
Waheed Sediqi, portavoz de la gobernación de la provincia de Parwan, en la que se encuentra Bagram, declaró que un kamikaze se hizo estallar cerca de un refectorio en el interior de la base.
"Ignoramos la identidad de las víctimas pero el asaltante era uno de los empleados afganos", dijo a la AFP.
La explosión evidencia la degradación de la seguridad casi dos años después del fin de las operaciones de combate de la OTAN en Afganistán y en momentos en que las fuerzas afganas tienen dificultades para frenar a los insurgentes islamistas.
Desde la retirada de la mayoría de las tropas occidentales a finales de 2014, la operación Resolute Support (Apoyo Decidido) cuenta con 12.000 hombres, entre ellos unos 10.000 estadounidenses, que se encargan de formar, aconsejar y asistir a los soldados afganos en su lucha contra los talibanes y el grupo Estado Islámico (EI), que están sobre todo en el este del país.
- Potente explosión -
Según el gobernador del distrito de Bagram, Abdul Shakoor Quddusi, la explosión fue potente y sacudió la región.
El general estadounidense John Nicholson, comandante de la operación de la OTAN en Afganistán, dio "su más sentido pésame" a las familias de las víctimas.
El jueves, al menos seis personas murieron y más de un centenar resultaron heridas en otro atentado reivindicado por los talibanes contra el consulado alemán de Mazar-i-Sharif, en el norte de Afganistán, "en represalia" por la muerte de civiles en un bombardeo de la OTAN la semana pasada.
La base de Bagram, situada a unos 50 kilómetros de Kabul, es blanco de frecuentes ataques de los talibanes a pesar de las fuertes medidas de seguridad.
En diciembre, un kamikaze talibán hizo estallar su moto bomba cerca de la base, matando a seis soldados estadounidenses, en uno de los ataques contra militares extranjeros más sangrientos de 2015 en Afganistán.
La intensificación de esos ataques tiene lugar pocos días después de las elecciones presidenciales estadounidenses. Durante la campaña apenas se abordó la situación en Afganistán, aunque se trate de uno de los asuntos más urgentes al que deberá dedicarse el futuro presidente, Donald Trump.
La intervención estadounidense, iniciada tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, concluyó oficialmente a finales de 2014, pero Barack Obama, elegido en 2008 con la promesa de poner fin a las guerras de Irak y Afganistán, tuvo que modificar varias veces el calendario de retirada de las tropas.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca deberá por tanto gestionar la guerra más duradera de Estados Unidos, sin solución a la vista.