Desmontando diez bulos lunares


Una mentira sideral, selenita podría decirse, mantenida durante 40 años sin apenas fisuras y con el convencimiento incluso del enconado rival en la carrera espacial, la Unión Soviética, cuyo máximo mandatario, Brézhnev, felicitó al Gobierno estadounidense por el logro conseguido... Desde el 20 de julio de 1969 siempre ha habido quien ha negado que el Apolo 11 llegara a la Luna.



Desmontando diez bulos lunares
¿Fue la llegada al satélite una impostura pactada? Para Luis Ruiz de Gopegui, ex director de la Estación Espacial de Fresnedillas, que siguió las misiones de la NASA desde España, "eso es tan disparatado como cuando unos años antes los rusos lanzaron una cápsula para orbitar alrededor de la Luna y, apoyados en un ruido de voces que se escuchaba, dijeron que iba tripulada. Estados Unidos tardó poco en demostrar que eran conversaciones grabadas en una cinta magnetofónica, y los soviéticos, abochornados, reconocieron que se trataba de unas pruebas de sonido". Tan disparatado como que la ciencia ha desmentido todas las hipótesis antialunizaje una por una. Sin embargo, la duda y el escepticismo entre algunos persiste 40 años después.

Inyección de moral

Según datos de The New York Times, un 6% de los estadounidenses cree que la llegada del Apolo 11 a la Luna fue una ficción concebida "para elevar la moral y el orgullo del pueblo americano". Para muchos, el origen de este mal nacional estaría en los reveses del ejército y el Gobierno de EEUU en la guerra de Vietnam. Pero Eugenio Fernández Aguilar, autor de La conspiración lunar, ¡Vaya timo! (Editorial Laetoli), el libro donde se desmontan las hipótesis conspiranoicas sobre la llegada a la Luna, lo rechaza por una cuestión de tiempos: "El inicio del programa lunar fue en 1961, antes de que comenzaran los primeros desembarcos en Vietnam, en 1965; por lo que la carrera espacial y el viaje a la Luna no pudieron ser diseñados para elevar la moral".

El astronauta Aldrin golpeó a un negacionista que lo insultó

 
Las teorías negacionistas no sólo no han desaparecido con el paso de los años, sino que han ganado peso en ciertos foros de Internet y, en buena medida, gracias al altavoz que supone la Red. Según Ruiz de Gopegui, la razón es que la ciencia "no es dictatorial y permite que la gente sea librepensadora y tenga las creencias que considere más adecuadas". Fernández Aguilar lo achaca, no obstante, "a la cultura de lo inmediato del siglo XXI, donde es más rápido y sencillo creer la tontería que dedicar unos minutos a entender la verdad razonada".
Más crítico es Harrison Schmitt, piloto de la última misión Apolo y senador de EEUU, quien atribuye la causa al "pobre estado de la educación nacional" en EEUU y reconoce que, si la gente "quiere negar los hechos de la ciencia y la tecnología, hay poco que hacer: sólo puedo decir que lo siento, porque hemos fallado en su formación".
Las teorías conspiranoicas tienen sus profetas, a quienes los demás descreídos veneran en su supuesta sabiduría desmitificadora. El más notorio de ellos es el norteamericano Bart Sibrel, autor en 2001 del documental Algo extraño sucedió en el viaje a la Luna. Sibrel tuvo un altercado televisivo en septiembre de 2002 con Buzz Aldrin(el segundo hombre que pisó la Luna), quien le propinó un puñetazo después de que el primero, Biblia en mano, lo retara a contar la verdad sobre la mentira de su paseo lunar, tildándolo de "cobarde, mentiroso y ladrón". Pero Sibrel no es el único, sólo el más activo de una corriente iniciada en 1974 por Bill Kaysing.

Negacionismo español

Este escritor estadounidense fue el primero en tenérselas tiesas con los astronautas. En 1974 publicó Nunca fuimos a la luna, título donde desmentía la llegada del hombre al poético satélite con argumentos tales como que no había un cráter bajo el módulo lunar, que en sus patas no aparecía polvo o que las anomalías ópticas de las imágenes eran insalvables desde el punto de vista racional. Ya entonces James Lovell, comandante del Apolo 13, dijo sobre él: "Este tipo está chiflado, su postura me cabrea. Pasamos mucho tiempo preparándonos para ir a la Luna, gastamos mucho dinero, corrimos grandes riesgos, y esto es algo de lo que todas las personas de este país deberían estar orgullosas".

El 6% de los estadounidenses aún cree que fue una farsa

 
Hoy Ruiz de Gopegui corrige a Kaysing, en términos científicos. "Nadie ha visto lo que había debajo del Eagle, un modulo pequeño, con un motor de poca potencia y que bajaba a poca velocidad, por lo que no pudo hacer un gran cráter. Es seguro, eso sí, que habrá un chamuscón, y también que en las imágenes se aprecia el polvo levantado durante el alunizaje".
El libro de Fernández Aguilar hace un repaso de los principales defensores de las teorías negacionistas, como Ralph Rene y su La Nasa enlunó a América o David Percy con ¿Qué pasó en la luna?, entre otros. También se detiene en la rama española del negacionismo lunar, donde incluye los programas de televisión Planeta Encantado, del escritor Juan José Benítez, o el más reciente Cuarto Milenio, del periodista Iker Jiménez, y los entronca con Santiago Camacho, autor del reportaje ¿Alunizaje o alucinaje?

De la ciencia al chiste

Las teorías conspiranoicas parten en muchos casos de bases supuestamente científicas, para degenerar en ocasiones en el humor. Así, una de las 50 hipótesis desmontadas en el libro tiene más que ver con el chiste que con la realidad. Según ese argumento, el astronauta Michael Collins (el compañero de Armstrong y Aldrin en la primera misión lunar y que no pisó el satélite) se afeitó en el espacio y regresó a la Tierra con bigote. Toda una prueba evidente del montaje. Las indagaciones del autor, sin embargo, muestran que el astronauta ya partió "con una ligera sombra en la zona del bigote" y que no se rasuró durante la misión.

"Es más sencillo creer la tontería que entender la verdad razonada"

 
Todo, como dice Ruiz de Gopegui, con tal de no reconocer la fenomenal importancia de un acontecimiento que "provocó el boom de la aventura espacial en todas las naciones avanzadas, y gracias a cuyo desarrollo hoy tenemos los satélites de comunicaciones que nos permiten telefonear a la otra esquina del mundo, los GPS de los automóviles y las conexiones a Internet" O, quizás se trate, cabría apuntar, del sueño romántico de quienes leyeron las Cosmicómicas de Italo Calvino y se niegan a no encontrar a Qfwfq obteniendo leche de la Luna.
Domingo, 19 de Julio 2009
Público, Madrid, España
           


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