¿Después de ayer; proceso a qué?


Los resultados del referéndum de ayer, independientemente de la ponderación numérica que cada quien pueda forjar en beneficio de su trinchera política, obliga al Gobierno a tomar el camino del trabajo efectivo para activar los sistemas productivos desmantelados. De lo contrario será inevitable la colisión social.



¿Después de ayer; proceso a qué?
Quedará controlar entonces que la misma ocurra con el menor trauma posible. La majadería de autodefinirse como revolucionario para satisfacer algún ego turífero y atrasado, además de costosa, es inviable. La promoción del llamado "Proceso" traducido en ruina para todo el país, era posible por los altos ingresos petroleros. Hoy, la utopía romántica se estrella con la realidad de un pueblo confuso y frugalmente decadente.

El llamado proceso, promovido a altísimos costos durante diez años, y manipulado como lubricante de expectativas para el ansiado cambio social, carece de realizaciones. Lo peligroso es que esas expectativas, ahora en baja, se transfiguren en pasividad colectiva y, peor aún, en violencia. Lamentablemente en este régimen se ha hecho mucho hincapié en la fase agresiva de la conducta humana. De allí el surgimiento de catervas armadas y violentas que actúan con prodigalidad y, de cierto modo, con "Derechos". La toma del Ateneo de Caracas por un hatajo armado, sin recato y ante las cámaras de televisión, evidencian el carácter pendenciero de estos grupos. La respuesta oficial no fue reprimir a los belicosos. Todo lo contrario, darles apoyo y no prorrogar el comodato del inmueble que ocupa la Fundación del Ateneo.

Esa Venezuela no puede prevalecer a partir de hoy. El pseudocarácter de una ideología estructuralmente autoritaria que se proclama como de izquierda con el único propósito de exaltar la figura de un líder, se asemeja más a regímenes personalistas de amargos recuerdos para la humanidad. El país desea vivir en una democracia plena en la que se reconozcan los Derechos de toda la ciudadanía.

Nadie quiere una Venezuela parcelada y controlada por montoneras anárquicas. La Piedrita, Tupamaros, Carapaica, Lina Ron, son evidencias latentes de ello. Mientras estos grupos fanáticos arremeten fogosamente contra los que consideran los "inconvenientes", la ciudadanía honesta y trabajadora se siente desamparada; en consecuencia también actúa con códigos propios. El linchamiento de un joven que violó a una niña refleja el estremecimiento de una comunidad que recurrió a su propia justicia ante la ausencia del Estado.

Es de destacar la saña con que ocurrió este ajusticiamiento. Se efectuó mediante una lúgubre ceremonia pública. El delincuente fue abaleado, golpeado, incendiado, y vuelto a incendiar, mientras niños y mujeres lanzaban objetos contundentes contra el cuerpo deformado por la tea. La reacción colectiva en general fue inicialmente de júbilo pues "se había hecho justicia con el delincuente que había violado a varias damas del sector". ¿Dónde se traza la raya entre la defensa ciudadana y el compromiso oficial de proteger a la población? ¿Queda en mano de los ciudadanos definir cuándo y cómo debe aplicarse la pena de muerte? La ausencia del Estado propende estas deformidades que, de no controlarse, podrían concluir en vendettas sin control.

¿Seguirá el país, después de ayer, en permanente estado de anarquía en el que se preservarán la corrupción, la indolencia, el odio, el militarismo desatado, y el autoritarismo irracional? Pareciera que ya no hay espacio para ello. ¿Lo entenderán los ductores del régimen?

miguelbm@telcel.net.ve
Lunes, 16 de Febrero 2009
El Universal, Venezuela
           


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