El ataque del domingo, en el que un tractor repleto de explosivos se empotró contra un edificio de la gendarmería en los alrededores de la ciudad de Dogubayazit (este), matando a dos personas e hiriendo al menos a 31, parece un punto de no retorno en esta espiral.
El atentado fue reivindicado por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que dio cuenta de "decenas de soldados muertos". Según la prensa gubernamental, el kamikaze era probablemente un adolescente enrolado en el PKK.
El lunes por la mañana se registraron nuevos ataques, entre ellos uno en un hospital militar en la provincia de Van (este), en el que no hubo víctimas.
Por su parte, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reafirmó este lunes su determinación. "Turquía realizará operaciones militares mientras lo considere necesario", aseguró Erdogan, rechazando las críticas sobre el riesgo de que se produzca un conflicto generalizado tras la ruptura de la tregua entre la rebelión kurda y Ankara.
El ejército turco afirma haber matado a más de 260 combatientes en los bombardeos aéreos que lleva a cabo diariamente contra bases rebeldes en las montañas del norte de Irak.
Los bombardeos habrían obligado al estado mayor del PKK a escindirse en tres grupos, repartidos entre los montes Kandil, Siria e Irán.
Según fuentes kurdas, en los ataques habrían muerto también una decena de civiles. Las fuerzas armadas desmienten estas acusaciones, pero el PKK podría usarlas para justificar nuevos ataques en suelo turco.
Este ciclo de violencia, que ha puesto fin a tres años de calma, se desencadenó con el atentado del 20 de julio en Suruç (sur) en el que murieron 32 jóvenes militantes de la causa kurda.
Atribuido al grupo Estado Islámico (EI), la guerrilla kurda reaccionó al atentado atacando a las fuerzas del orden turcas, a las que acusan de no haber hecho lo suficiente para proteger a la población local de los yihadistas.
Dos semanas después, el joven líder turco prokurdo Selahhatin Demirtas, ferviente partidario del diálogo para solucionar un conflicto que ha dejado más de 40.000 muertos en 30 años, se encuentra en una situación especialmente incómoda.
Tanto él como su formación, el HDP, se consideran los grandes vencedores de las elecciones legislativas del 7 de junio, en detrimento del AKP, el partido islamo-conservador de Erdogan.
El presidente turco intenta desde entonces, según la oposición, debilitar a Demirtas, de cara a unas posibles elecciones anticipadas con las que el AKP podría recuperar el terreno perdido.
"Demirtas está entre la espada y la pared entre el AKP y el PKK", resumía este lunes el diario Hurriyet.
El poder critica la tibieza de Demirtas al condenar los ataques de la rebelión y resalta el hecho de que su hermano esté en las filas del PKK, lo que podría hacer que el líder del HDP pierda el apoyo del electorado moderado que le dio su confianza el 7 de junio.
El domingo, Demirtas instó al PKK a detener "inmediatamente" los ataques. "El Estado tiene derecho a defenderse", dijo en una rueda de prensa en la que pidió a la rebelión y al poder retomar el diálogo porque el país "se aproxima rápidamente a una violenta tormenta".
Demirtas había acusado al presidente turco de "fanfarronería" de cara a Occidente, pretendiendo combatir a los yihadistas del EI cuando sus objetivos reales serían una cuestión de política interior.
El atentado fue reivindicado por el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que dio cuenta de "decenas de soldados muertos". Según la prensa gubernamental, el kamikaze era probablemente un adolescente enrolado en el PKK.
El lunes por la mañana se registraron nuevos ataques, entre ellos uno en un hospital militar en la provincia de Van (este), en el que no hubo víctimas.
Por su parte, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, reafirmó este lunes su determinación. "Turquía realizará operaciones militares mientras lo considere necesario", aseguró Erdogan, rechazando las críticas sobre el riesgo de que se produzca un conflicto generalizado tras la ruptura de la tregua entre la rebelión kurda y Ankara.
El ejército turco afirma haber matado a más de 260 combatientes en los bombardeos aéreos que lleva a cabo diariamente contra bases rebeldes en las montañas del norte de Irak.
Los bombardeos habrían obligado al estado mayor del PKK a escindirse en tres grupos, repartidos entre los montes Kandil, Siria e Irán.
Según fuentes kurdas, en los ataques habrían muerto también una decena de civiles. Las fuerzas armadas desmienten estas acusaciones, pero el PKK podría usarlas para justificar nuevos ataques en suelo turco.
Este ciclo de violencia, que ha puesto fin a tres años de calma, se desencadenó con el atentado del 20 de julio en Suruç (sur) en el que murieron 32 jóvenes militantes de la causa kurda.
Atribuido al grupo Estado Islámico (EI), la guerrilla kurda reaccionó al atentado atacando a las fuerzas del orden turcas, a las que acusan de no haber hecho lo suficiente para proteger a la población local de los yihadistas.
- Entre la espada y la pared -
Dos semanas después, el joven líder turco prokurdo Selahhatin Demirtas, ferviente partidario del diálogo para solucionar un conflicto que ha dejado más de 40.000 muertos en 30 años, se encuentra en una situación especialmente incómoda.
Tanto él como su formación, el HDP, se consideran los grandes vencedores de las elecciones legislativas del 7 de junio, en detrimento del AKP, el partido islamo-conservador de Erdogan.
El presidente turco intenta desde entonces, según la oposición, debilitar a Demirtas, de cara a unas posibles elecciones anticipadas con las que el AKP podría recuperar el terreno perdido.
"Demirtas está entre la espada y la pared entre el AKP y el PKK", resumía este lunes el diario Hurriyet.
El poder critica la tibieza de Demirtas al condenar los ataques de la rebelión y resalta el hecho de que su hermano esté en las filas del PKK, lo que podría hacer que el líder del HDP pierda el apoyo del electorado moderado que le dio su confianza el 7 de junio.
El domingo, Demirtas instó al PKK a detener "inmediatamente" los ataques. "El Estado tiene derecho a defenderse", dijo en una rueda de prensa en la que pidió a la rebelión y al poder retomar el diálogo porque el país "se aproxima rápidamente a una violenta tormenta".
Demirtas había acusado al presidente turco de "fanfarronería" de cara a Occidente, pretendiendo combatir a los yihadistas del EI cuando sus objetivos reales serían una cuestión de política interior.