“El Cantar del Tecolote”


Arnoldo Ramírez Amaya reedita su primer libro. Guatemala 1970. El Tecolote (Arnoldo Ramírez Amaya) aterriza luego de un exilio en medio del alboroto de unas elecciones presidenciales en el país. Carlos Manuel Arana Osorio, representante de la ultraderecha, se constituía como nuevo Presidente de la República. Sin empleo, sin saber muy bien qué le deparaba, El Teco encuentra un contexto propicio para construir sátiras contestatarias desde soportes artísticos.



“El Cantar del Tecolote”
No obstante, reconocido ahora gran dibujante en el medio guatemalteco, aún no tenía definida una línea característica. Se dedicaba, según dice, a estar a la moda y llevaba cinco años trabajando en el movimiento de arte abstracto antes de ponerse a dibujar: “en un momento me dije… hay que mandar todo a la mierda. Recuerdo que lo dije estando en la playa. Allí estaba. Dibujando tecolotes con un palito sobre la arena. El mar los borraba una y otra vez. Yo los redibujaba, también, una y otra vez. Esos dibujos eran ingenuos pero honestos, me hacían evocar mi infancia...”. De chiquito, la madre del Teco disponía de un lienzo gigante para él: el patio de su casa. “Fastidiaba mucho a mi madre con eso de sacarle punta a mis lápices. Un día decidió aplanar el patio –media manzana– y me puso a dibujar. Hice mosaicos en las paredes, en el patio, en todas partes; no lo retomé hasta el 70 cuando me dieron trabajo en el IGSS: 11 meses de no hacer nada. Vos ya sabés…, la burocracia.  Más o menos de allí surgieron un montón de ideas”, indica.

Una idea en construcción

Trabajando en los pisos superiores del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), El Teco ya lo tenía claro: el dibujo como expresión. “Aparte, no lo hacía tan mal”, insiste. La vista desde ese punto era primordial. El Centro Comercial de la zona 4 estaba en proceso de construcción, el edificio del Crédito Hipotecario a medias, Finanzas y la Torre de Tribunales aún no tenían una presencia en la ciudad. “Yo veía los trenes y todas esas construcciones desde las ventanas. Como no tenía nada qué hacer me puse a bosquejar una crónica de la ciudad”.

En esa circunstancia histórica, El Teco se integra a la producción de una revista universitaria, Alero. Por primera vez, una publicación recibía el auspicio directo de la Universidad para promover la cultura “no oficial” en la nación. Ramírez Amaya inicia una serie de dibujos mofándose del gobierno de turno en varias páginas, “más bien sátiras de índole política –indica–, de manera implícita pero entendible. Entonces todo lo veían obsceno, hasta pornográfico. Llegó el momento en que Arana, incluso cateó la universidad”.

Con una influencia de las técnicas del grabador holandés Cornelis Escher, del arte maya, de los trazos de Picasso, los dibujos de Saul Steinberg y las nociones de Alberto Durero, Ramírez Amaya hizo una compilación de su obra realizada durante sus labores en el IGSS y sus intervenciones en Alero. La publicación salió bajo el título de El Cantar del Tecolote presentando únicamente 100 ejemplares. Esta primera intención plástica de dibujo y poesía del artista guatemalteco es retomada en 2009 por Magna Terra Editores. “Mi actitud convertida en una tradición”, comenta Teco ante la reedición de su trabajo y la repercusión que este presenta en las nuevas generaciones de artistas nacionales.
Jueves, 7 de Mayo 2009
El Periódico de Guatemala
           


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