Para festejarlo, Falomir hizo hoy balance de lo que supuso para la institución el ambicioso proyecto diseñado por el arquitecto Rafael Moneo, que fue inaugurado por los entonces monarcas Juan Carlos y Sofía hace exactamente diez años.
Aquella ampliación, la más significativa en los casi 200 años de historia del Prado, unía el histórico Edificio Villanueva -principal sede del museo- con el claustro restaurado del Monasterio de los Jerónimos.
"Indudablemente, no era un problema fácil", reconocía hoy el octogenario Moneo, primer arquitecto español galardonado con el prestigioso Premio Pritzker. Pero, como explicó, la única manera "natural" de abordar el desafío estaba en integrar los restos del monasterio.
Con ello, a través de la construcción de nueva planta que actúa como área de acogida y distribuidor de visitantes, el museo sumó más de 15.700 metros cuadrados de superficie, un 50 por ciento más de los que tenía su sede histórica. Y, como destacó Falomir, eso supuso "una revolución como ninguna otra en su historia".
Las consecuencias, recogidas en la publicación conmemorativa "Museo Nacional del Prado. Rafael Moneo, 2007-2017", hablan por sí solas. Y es que según Falomir, el Prado era "un museo infradotado, que carecía de las infraestructuras que demanda una institución cultural de referencia".
La ampliación de su superficie permitió disponer de espacio tanto para la labor interna de investigación, conservación y restauración como para mejorar las actividades de cara al público, triplicando las exposiciones. Y con ello, se ha "disparado" la afluencia de visitantes, con un aumento del 40 por ciento.
No en vano, desde que la muestra "El siglo XXI en el Prado" inauguró los nuevos espacios, por las distintas salas del edificio Jerónimos han pasado numerosas exposiciones temporales, desde "Goya en tiempos de guerra" (2008) a la gran retrospectiva dedicada el año pasado a "El Bosco" en su V centenario.
Estos diez años transcurridos han servicio además a la institución para reflexionar en términos histórico-artísticos sobre la arquitectura, "a la que el museo no ha dado la importancia que debiera", apuntó Falomir.
Y es que como explicó Moneo, el Prado nunca podría ser un macromuseo al estilo del Metropolitan de Nueva York, sino que es importante aceptar "su condición fragmentada" y entenderlo como "una colección de edificios".
Así, al Edificio Villanueva, el Casón del Buen Retiro y el edificio Jerónimos se sumará, si todo sigue según lo previsto, la rehabilitación del Salón de Reinos diseñada por Norman Foster, cuyas obras deberían comenzar el año que viene.
No obstante, ante la incertidumbre por la aprobación de los presupuestos generales del Estado, Falomir reconoció que podría haber retrasos. "Pero lo más importante es que se mantenga el compromiso, para garantizar que la obra llegue a buen término", añadió.
Con motivo del redondo aniversario, además del libro conmemorativo, el museo presenta la exposición fotográfica "Por el Prado de Moneo", que podrá visitarse en el claustro de los Jerónimos hasta el 28 de enero y ha sido realizada por el fotógrafo e historiador Joaquín Bérchez.
Aquella ampliación, la más significativa en los casi 200 años de historia del Prado, unía el histórico Edificio Villanueva -principal sede del museo- con el claustro restaurado del Monasterio de los Jerónimos.
"Indudablemente, no era un problema fácil", reconocía hoy el octogenario Moneo, primer arquitecto español galardonado con el prestigioso Premio Pritzker. Pero, como explicó, la única manera "natural" de abordar el desafío estaba en integrar los restos del monasterio.
Con ello, a través de la construcción de nueva planta que actúa como área de acogida y distribuidor de visitantes, el museo sumó más de 15.700 metros cuadrados de superficie, un 50 por ciento más de los que tenía su sede histórica. Y, como destacó Falomir, eso supuso "una revolución como ninguna otra en su historia".
Las consecuencias, recogidas en la publicación conmemorativa "Museo Nacional del Prado. Rafael Moneo, 2007-2017", hablan por sí solas. Y es que según Falomir, el Prado era "un museo infradotado, que carecía de las infraestructuras que demanda una institución cultural de referencia".
La ampliación de su superficie permitió disponer de espacio tanto para la labor interna de investigación, conservación y restauración como para mejorar las actividades de cara al público, triplicando las exposiciones. Y con ello, se ha "disparado" la afluencia de visitantes, con un aumento del 40 por ciento.
No en vano, desde que la muestra "El siglo XXI en el Prado" inauguró los nuevos espacios, por las distintas salas del edificio Jerónimos han pasado numerosas exposiciones temporales, desde "Goya en tiempos de guerra" (2008) a la gran retrospectiva dedicada el año pasado a "El Bosco" en su V centenario.
Estos diez años transcurridos han servicio además a la institución para reflexionar en términos histórico-artísticos sobre la arquitectura, "a la que el museo no ha dado la importancia que debiera", apuntó Falomir.
Y es que como explicó Moneo, el Prado nunca podría ser un macromuseo al estilo del Metropolitan de Nueva York, sino que es importante aceptar "su condición fragmentada" y entenderlo como "una colección de edificios".
Así, al Edificio Villanueva, el Casón del Buen Retiro y el edificio Jerónimos se sumará, si todo sigue según lo previsto, la rehabilitación del Salón de Reinos diseñada por Norman Foster, cuyas obras deberían comenzar el año que viene.
No obstante, ante la incertidumbre por la aprobación de los presupuestos generales del Estado, Falomir reconoció que podría haber retrasos. "Pero lo más importante es que se mantenga el compromiso, para garantizar que la obra llegue a buen término", añadió.
Con motivo del redondo aniversario, además del libro conmemorativo, el museo presenta la exposición fotográfica "Por el Prado de Moneo", que podrá visitarse en el claustro de los Jerónimos hasta el 28 de enero y ha sido realizada por el fotógrafo e historiador Joaquín Bérchez.