"Esto es lo que nos está matando a todos", dice a la AFP Eduardo, un habitante de Villa Inflamable, un empobrecido barrio lindante con el Riachuelo, al mostrar las plantas del Polo Petroquímico Dock Sud, cuyas destilerías de petróleo y plantas de depósito arrojan desechos químicos al riacho.
Eduardo trabaja en una de las cooperativas de vecinos formadas para limpiar el Riachuelo, y en su casa funciona uno de los centros donde los vecinos de Villa Inflamable recogen a diario bidones de agua potable y envases de leche gratuitos, entregados por las autoridades.
La Corte Suprema de Justicia, que obligó al Estado en 2008 a hacer un plan de saneamiento de la cuenca, organiza audiencias públicas que vienen demostrando que los objetivos aún no se cumplieron.
Los basurales a cielo abierto aumentaron en la zona de 141 en 2008 a 348 en diciembre de 2010, cuando deberían haber desaparecido, se denunció en la última audiencia en marzo.
No obstante, algunos pasos se han dado como la extracción de 59 buques que estuvieron durante años en estado de abandono en el lecho del Riachuelo, el último de ellos el 12 de abril.
La tarea "de ninguna manera es un cambio cosmético", aseguró Juan José Mussi, el presidente de la Autoridad Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar), con responsabilidad compartida entre los gobiernos federal, provincial y comunal.
Un olor nauseabundo sigue sin embargo emanando de las aguas estancadas y de las fábricas de Villa Inflamable, este barrio de la periferia sur de Buenos Aires, de casas humildes y calles de tierra que se transforman en barrizales los días de lluvia.
"Por el olor no puedo abrir la ventana de mi casa, aunque ahora está un poco más lindo porque hay cooperativas de vecinos que están limpiando el río", dice Nancy, madre de tres niños de 1, 7 y 9 años, que habita en la Villa 26, conocida como Villa Riachuelo, otro asentamiento, éste en Buenos Aires.
Cerca de allí, en la Boca, uno de los barrios más turísticos de la capital, las casas pintadas de colores y los bailarines de tango que llenan el Caminito, una callecita típica cerca del estadio La Bombonera, conviven con las aguas más oscuras, inmóviles y sin oxígeno del Riachuelo.
"Llegar al fondo del Riachuelo es como hundirse en un yogur negro y helado", grafica Guillermo Balbi, buzo profesional desde 1967.
El Riachuelo y su mayor afluente, el río Matanza, recorren 64 kilómetros y en su cuenca residen cuatro millones de personas, de las cuales unas 9.000 (2.400 familias) viven sobre los 35 metros de la costa que bordean el cauce.
"El Riachuelo fue un ícono de la contaminación en el área metropolitana. Durante 200 años fue un sitio donde se descargaban residuos de industria y desagües cloacales", dijo Félix Cariboni de la organización ambientalista Greenpeace.
Cariboni agregó que "la mayoría de las sustancias químicas arrojadas en sus aguas hoy permanecen de manera persistente en los lechos. Hablamos de metales pesados altamente tóxicos como mercurio, cromo y plomo".
El centro de atención primaria del barrio María Elena, en la periferia sudoeste de Buenos Aires, recibe a diario entre 15 y 20 personas con infecciones en la piel, agravado por la falta de agua potable, además de "gran cantidad de problemas pulmonares y bronquiales", precisó el médico a cargo, Néstor Oliveri.
"Mi hijo nació con un problema respiratorio y esto lo afecta más. A veces no va al colegio porque le duele el pecho", contó Patricia, que tiene 12 hijos de entre 3 meses y 19 años, y vive en una casilla de chapas en Villa Jardín, en Lanús (periferia sur) donde el agua potable sólo llega en botellones de plástico.
Eduardo trabaja en una de las cooperativas de vecinos formadas para limpiar el Riachuelo, y en su casa funciona uno de los centros donde los vecinos de Villa Inflamable recogen a diario bidones de agua potable y envases de leche gratuitos, entregados por las autoridades.
La Corte Suprema de Justicia, que obligó al Estado en 2008 a hacer un plan de saneamiento de la cuenca, organiza audiencias públicas que vienen demostrando que los objetivos aún no se cumplieron.
Los basurales a cielo abierto aumentaron en la zona de 141 en 2008 a 348 en diciembre de 2010, cuando deberían haber desaparecido, se denunció en la última audiencia en marzo.
No obstante, algunos pasos se han dado como la extracción de 59 buques que estuvieron durante años en estado de abandono en el lecho del Riachuelo, el último de ellos el 12 de abril.
La tarea "de ninguna manera es un cambio cosmético", aseguró Juan José Mussi, el presidente de la Autoridad Cuenca Matanza-Riachuelo (Acumar), con responsabilidad compartida entre los gobiernos federal, provincial y comunal.
Un olor nauseabundo sigue sin embargo emanando de las aguas estancadas y de las fábricas de Villa Inflamable, este barrio de la periferia sur de Buenos Aires, de casas humildes y calles de tierra que se transforman en barrizales los días de lluvia.
"Por el olor no puedo abrir la ventana de mi casa, aunque ahora está un poco más lindo porque hay cooperativas de vecinos que están limpiando el río", dice Nancy, madre de tres niños de 1, 7 y 9 años, que habita en la Villa 26, conocida como Villa Riachuelo, otro asentamiento, éste en Buenos Aires.
Cerca de allí, en la Boca, uno de los barrios más turísticos de la capital, las casas pintadas de colores y los bailarines de tango que llenan el Caminito, una callecita típica cerca del estadio La Bombonera, conviven con las aguas más oscuras, inmóviles y sin oxígeno del Riachuelo.
"Llegar al fondo del Riachuelo es como hundirse en un yogur negro y helado", grafica Guillermo Balbi, buzo profesional desde 1967.
El Riachuelo y su mayor afluente, el río Matanza, recorren 64 kilómetros y en su cuenca residen cuatro millones de personas, de las cuales unas 9.000 (2.400 familias) viven sobre los 35 metros de la costa que bordean el cauce.
"El Riachuelo fue un ícono de la contaminación en el área metropolitana. Durante 200 años fue un sitio donde se descargaban residuos de industria y desagües cloacales", dijo Félix Cariboni de la organización ambientalista Greenpeace.
Cariboni agregó que "la mayoría de las sustancias químicas arrojadas en sus aguas hoy permanecen de manera persistente en los lechos. Hablamos de metales pesados altamente tóxicos como mercurio, cromo y plomo".
El centro de atención primaria del barrio María Elena, en la periferia sudoeste de Buenos Aires, recibe a diario entre 15 y 20 personas con infecciones en la piel, agravado por la falta de agua potable, además de "gran cantidad de problemas pulmonares y bronquiales", precisó el médico a cargo, Néstor Oliveri.
"Mi hijo nació con un problema respiratorio y esto lo afecta más. A veces no va al colegio porque le duele el pecho", contó Patricia, que tiene 12 hijos de entre 3 meses y 19 años, y vive en una casilla de chapas en Villa Jardín, en Lanús (periferia sur) donde el agua potable sólo llega en botellones de plástico.