"Escuchar el metal hace muchísimo bien. Resuena como la libertad, es bueno para el alma", explica Thaw Di Yoo, de 21 años, joven dedicado a reparar reléfonos móviles, quien asisitía a un concierto en una sala de Rangún.
"Es diferentes a otros tipos de música, es por ello que soy un fan del metal", añade, luciendo en un brazo un tatuaje de su grupo birmano fetiche, Nightmare Metal Band.
El metal, que surgió en Estados Unidos y Gran Bretaña en los años 1970, conoce actualmente un éxito tardío en Birmania, país del sureste asiático que se mantuvo aislado del mundo durante medio siglo bajo una dictadura militar y que en la actualidad es dirigido por un gobierno civil liderado por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
Mientras la junta ejercía el poder en el país, hasta 2011, los músicos birmanos sufrían una implacable censura que, entre otras influencias "nefastas", prohibía el metal.
Pero esto no impidió que 'cassettes' y CDs de grupos prohibidos se difundieran bajo cuerda y así comenzara a desarrollarse un escenario punk o metal desde antes de la autodisolución de la junta en 2011, y la abolición oficial de la censura en 2012.
Sin embargo, para los jóvenes músicos de hoy, el conservadurismo de una sociedad impregnada de valores budistas continúa siendo un desafío.
En lugar del sexo, la droga y la muerte que predominan en las letras del metal, los músicos birmanos prefieren el compromiso político.
"En nuestro nuevo álbum, hablamos principalmente de la política y la situación del país", explica a la AFP el guitarrista del grupo Last Days of Beethoven, Phoe Zaw, de 32 años de edad.
"Escribimos contra la violencia hacia los musulmanes y budistas en el estado Rajine (oeste del país) y contra las minorías étnicas en las otras zonas", explica el treintañero, mencionando la situación de los musulmanes rohinyas, minoría sin derechos en Birmania, blanco del odio de los poderosos nacionalistas budistas.
"Ahora, la situación política ha cambiado y un nuevo gobierno dirige el país. Pero hay gente que no quiere cambiar de mentalidad y mira hacia el pasado", reza una de las nuevas canciones de Last Days of Beethoven.
Tomas de posición política que pueden parecer sorprendentes, pero no en Birmania donde los jóvenes músicos, cualquiera sea el género que cultiven, tradicionalmente están muy comprometidos.
Durante la campaña para las elecciones legislativas de noviembre de 2015, que se saldó con uma marea electoral a favor del partido de Aung San Suu Kyi, las canciones fueron una herramienta importante entre los jóvenes birmanos sedientos de libertad de expresión y de apertura hacia el mundo.
No obstante, el metal sigue siendo una música minoritaria en Birmania, donde el género de moda, al igual que en el resto de Asia, es un pop pegajoso cuyo modelo son las "boys band" surcoreanas.
"El metal, no es el género de música que gira alrededor de los 'Te quiero, te extraño'", dice divertido Myo Min Thu, profesor de guitarra y fan del metal.
En la época de la junta, las canciones no podían hablar de rosas, lo que era visto como una referencia a Aung San Suu Kyi. Tampoco era posible hasta hace algunos años lucir camisetas de grupos de metal occidentales y de su sórdido universo plagado de calaveras y sangre.
"No podíamos criticar al cristianismo o ser antibudistas. En cuanto a la política, era la peor época y teníamos muchos problemas con las palabras" utilizadas, explica, en su sala de ensayo cubierta de pósters de grupos estadounidenses como Iron Cross o Metallica.
Pero, aún muchos temas continúan siendo tabúes en el país, como el papel del ejército y también cualquier crítica al ícono de la democracia, Aung San Suu Kyi.
Nada es color de rosa para los grupos de metal birmanos, que tienen dificultades para encontrar estudios de grabación, salas de concierto equipadas con amplificadores lo suficientemente potentes o para que su obra sea distribuida por los sellos discográficos clásicos.
¿Su solución para esquivar al sistema? Conquistar al público a través de las redes sociales en internet, autoproduciéndose.
"Es diferentes a otros tipos de música, es por ello que soy un fan del metal", añade, luciendo en un brazo un tatuaje de su grupo birmano fetiche, Nightmare Metal Band.
El metal, que surgió en Estados Unidos y Gran Bretaña en los años 1970, conoce actualmente un éxito tardío en Birmania, país del sureste asiático que se mantuvo aislado del mundo durante medio siglo bajo una dictadura militar y que en la actualidad es dirigido por un gobierno civil liderado por la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
Mientras la junta ejercía el poder en el país, hasta 2011, los músicos birmanos sufrían una implacable censura que, entre otras influencias "nefastas", prohibía el metal.
Pero esto no impidió que 'cassettes' y CDs de grupos prohibidos se difundieran bajo cuerda y así comenzara a desarrollarse un escenario punk o metal desde antes de la autodisolución de la junta en 2011, y la abolición oficial de la censura en 2012.
Sin embargo, para los jóvenes músicos de hoy, el conservadurismo de una sociedad impregnada de valores budistas continúa siendo un desafío.
- Compromiso político -
En lugar del sexo, la droga y la muerte que predominan en las letras del metal, los músicos birmanos prefieren el compromiso político.
"En nuestro nuevo álbum, hablamos principalmente de la política y la situación del país", explica a la AFP el guitarrista del grupo Last Days of Beethoven, Phoe Zaw, de 32 años de edad.
"Escribimos contra la violencia hacia los musulmanes y budistas en el estado Rajine (oeste del país) y contra las minorías étnicas en las otras zonas", explica el treintañero, mencionando la situación de los musulmanes rohinyas, minoría sin derechos en Birmania, blanco del odio de los poderosos nacionalistas budistas.
"Ahora, la situación política ha cambiado y un nuevo gobierno dirige el país. Pero hay gente que no quiere cambiar de mentalidad y mira hacia el pasado", reza una de las nuevas canciones de Last Days of Beethoven.
Tomas de posición política que pueden parecer sorprendentes, pero no en Birmania donde los jóvenes músicos, cualquiera sea el género que cultiven, tradicionalmente están muy comprometidos.
Durante la campaña para las elecciones legislativas de noviembre de 2015, que se saldó con uma marea electoral a favor del partido de Aung San Suu Kyi, las canciones fueron una herramienta importante entre los jóvenes birmanos sedientos de libertad de expresión y de apertura hacia el mundo.
- Difusión a través de las redes sociales -
No obstante, el metal sigue siendo una música minoritaria en Birmania, donde el género de moda, al igual que en el resto de Asia, es un pop pegajoso cuyo modelo son las "boys band" surcoreanas.
"El metal, no es el género de música que gira alrededor de los 'Te quiero, te extraño'", dice divertido Myo Min Thu, profesor de guitarra y fan del metal.
En la época de la junta, las canciones no podían hablar de rosas, lo que era visto como una referencia a Aung San Suu Kyi. Tampoco era posible hasta hace algunos años lucir camisetas de grupos de metal occidentales y de su sórdido universo plagado de calaveras y sangre.
"No podíamos criticar al cristianismo o ser antibudistas. En cuanto a la política, era la peor época y teníamos muchos problemas con las palabras" utilizadas, explica, en su sala de ensayo cubierta de pósters de grupos estadounidenses como Iron Cross o Metallica.
Pero, aún muchos temas continúan siendo tabúes en el país, como el papel del ejército y también cualquier crítica al ícono de la democracia, Aung San Suu Kyi.
Nada es color de rosa para los grupos de metal birmanos, que tienen dificultades para encontrar estudios de grabación, salas de concierto equipadas con amplificadores lo suficientemente potentes o para que su obra sea distribuida por los sellos discográficos clásicos.
¿Su solución para esquivar al sistema? Conquistar al público a través de las redes sociales en internet, autoproduciéndose.