"Hace 45 minutos que espero y todavía hay 40 personas delante de mí", refunfuña Ahmad, en medio de hombres malhumorados y agotados.
Los alimentos comienzan a escasear desde que las tropas del presidente Bashar al Asad cortaron el jueves pasado la carretera del Castello, al noroeste de Alepo. Es la última ruta por la que transitaban los bienes y las personas hacia los barrios controlados por los rebeldes en la segunda ciudad de Siria.
El cerco se ha estrechado sobre más de 200.000 habitantes, que, además de los bombardeos, soportan la penuria de alimentos y la subida de los precios.
"Ayer mi familia y yo no comimos pan porque las panaderías dejaron de funcionar" por falta de harina y de combustible, se queja Ahmad.
Y hoy "no tendré más que siete tortas de pan (árabe) que apenas llegan para una comida", afirma mientras los clientes discuten en la fila sobre quién ha llegado primero.
En otra panadería se repite la misma escena. Casi 200 personas esperan turno.
El control de Alepo es una de las prioridades del ejército sirio. Actualmente está dividida en una parte en poder del régimen (los barrios del oeste) y otra en manos de los rebeldes.
La ONU se ha declarado este miércoles "muy preocupada por la espiral de violencia" en Alepo que "pone en peligro a cientos de miles de personas". Y llamó a "todas las partes a autorizar la entrega de ayuda humanitaria" y "la evacuación de los civiles que lo deseen".
En el barrio de Ferdus, Abu Ahmad está intranquilo por la falta de alimentos y por los precios exorbitantes del mercado, casi vacío.
"Tengo cuatro hijos y no sé qué vamos a comer hoy", lamenta este hombre en busca de patatas. Un kilo de ellas vale 500 libras sirias (un dólar), o sea cinco veces más de lo normal. El de tomates ha pasado de 100 a 600 LS.
"Por ahora no he encontrado nada, ni huevos, ni laban (leche fermentada), ni queso, ni verduras", lamenta.
Este sastre cobra 25.000 LS por mes (poco más de 16 dólares según la cotización actual) y con eso sobrevive "una semana".
Salir de la ciudad se ha vuelto casi imposible. Las fuerzas del régimen se encuentran a menos de 500 metros de la carretera del Castello y pueden disparar a todo aquel que circule por ella.
En el barrio de Kalassé, el supermercado de Mohamad Hijazi, estaba lleno de mercancías hace sólo unos días, pero ahora en las estanterías sólo hay detergentes. Los productos básicos han desaparecido.
"Se ha acabado, no me queda nada", constata. Hijazi critica a los comerciantes que han almacenado mercancía y ahora venden el kilo de dátiles a 800 LS (1,6 dólares), o sea al doble de lo de antes.
Según un informe de la ONU publicado en abril, el 83,4% de los habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza frente al 28% de antes del conflicto.
Hasan Yasin ha estacionado su taxi en un lugar seguro para evitar los bombardeos del régimen pero sobre todo por falta de gasolina.
"Por el día no trabajo debido a los bombardeos y por la noche no tengo clientes porque un trayecto, por pequeño que sea, cuesta 700 LS (1,4 dólares)", explica.
Los alimentos comienzan a escasear desde que las tropas del presidente Bashar al Asad cortaron el jueves pasado la carretera del Castello, al noroeste de Alepo. Es la última ruta por la que transitaban los bienes y las personas hacia los barrios controlados por los rebeldes en la segunda ciudad de Siria.
El cerco se ha estrechado sobre más de 200.000 habitantes, que, además de los bombardeos, soportan la penuria de alimentos y la subida de los precios.
"Ayer mi familia y yo no comimos pan porque las panaderías dejaron de funcionar" por falta de harina y de combustible, se queja Ahmad.
Y hoy "no tendré más que siete tortas de pan (árabe) que apenas llegan para una comida", afirma mientras los clientes discuten en la fila sobre quién ha llegado primero.
En otra panadería se repite la misma escena. Casi 200 personas esperan turno.
El control de Alepo es una de las prioridades del ejército sirio. Actualmente está dividida en una parte en poder del régimen (los barrios del oeste) y otra en manos de los rebeldes.
La ONU se ha declarado este miércoles "muy preocupada por la espiral de violencia" en Alepo que "pone en peligro a cientos de miles de personas". Y llamó a "todas las partes a autorizar la entrega de ayuda humanitaria" y "la evacuación de los civiles que lo deseen".
- 'No me queda nada' -
En el barrio de Ferdus, Abu Ahmad está intranquilo por la falta de alimentos y por los precios exorbitantes del mercado, casi vacío.
"Tengo cuatro hijos y no sé qué vamos a comer hoy", lamenta este hombre en busca de patatas. Un kilo de ellas vale 500 libras sirias (un dólar), o sea cinco veces más de lo normal. El de tomates ha pasado de 100 a 600 LS.
"Por ahora no he encontrado nada, ni huevos, ni laban (leche fermentada), ni queso, ni verduras", lamenta.
Este sastre cobra 25.000 LS por mes (poco más de 16 dólares según la cotización actual) y con eso sobrevive "una semana".
Salir de la ciudad se ha vuelto casi imposible. Las fuerzas del régimen se encuentran a menos de 500 metros de la carretera del Castello y pueden disparar a todo aquel que circule por ella.
En el barrio de Kalassé, el supermercado de Mohamad Hijazi, estaba lleno de mercancías hace sólo unos días, pero ahora en las estanterías sólo hay detergentes. Los productos básicos han desaparecido.
"Se ha acabado, no me queda nada", constata. Hijazi critica a los comerciantes que han almacenado mercancía y ahora venden el kilo de dátiles a 800 LS (1,6 dólares), o sea al doble de lo de antes.
Según un informe de la ONU publicado en abril, el 83,4% de los habitantes viven por debajo del umbral de la pobreza frente al 28% de antes del conflicto.
Hasan Yasin ha estacionado su taxi en un lugar seguro para evitar los bombardeos del régimen pero sobre todo por falta de gasolina.
"Por el día no trabajo debido a los bombardeos y por la noche no tengo clientes porque un trayecto, por pequeño que sea, cuesta 700 LS (1,4 dólares)", explica.