Con el 54% de los votos a nivel nacional, el movimiento del mítico Nelson Mandela continúa siendo de lejos la principal fuerza política del país. Pero la pérdida de ciudades símbólicas como Johannesburgo, Pretoria y Port Elizabeth (sur) en las elecciones municipales de agosto ha dejado en evidencia su fragilidad.
Tras este revés, las voces discrepantes ya no dudan en hacerse escuchar, haciendo resurgir el espectro de la crisis de 2008 que obligó a dimitir al entonces presidente y jefe del ANC, Thabo Mbeki.
Oficialmente, esta vez no se prevé un final anticipado del mandato de su sucesor, Jacob Zuma. En el Parlamento, la unión sagrada va a misa y el calendario del ANC sigue igual: a finales de 2017 eligirá a su nuevo jefe, quien será candidato a la suprema magistratura del país en las elecciones generales de 2019.
Pero esta línea no es compartida en todas sus filas. Las divergencias estallaron por todo lo alto en una manifestación convocada el lunes pasado en las calles de Johannesburgo.
Un puñado de militantes del ANC exigieron la renuncia de Zuma y amenazaron con invadir la sede de su partido, protegida por un cordón de fieles al jefe de Estado, todos veteranos del que fuera su brazo armado.
"El presidente Jacob Zuma encarna todo lo que no funciona en el ANC", resumió una de las figura de la facción 'insurrecta', Ronald Lamola.
"El ANC es devorado por tres demonios: la corrupción, las divisiones y una dirección sin credibilidad", explica a la AFP Prince Mashele, autor de "La caída del ANC: ¿y después?".
Si bien el partido ha sufrido con frecuencia fracturas internas entre sus dirigentes, hasta ahora nunca habían sido expuestas en plaza pública.
"Hay una división entre los pro y anti Zuma, pero también se encuentran entre ellos los que aún toleran al presidente. Esto podría cambiar en el futuro", predice Mari Harris, analista política y directora del instituto de sondeos de opinión pública Ipsos Sudáfrica.
Desde comienzos del año, los nubarrones se han acumulado en el cielo de Jacob Zuma.
A finales de marzo, el presidente fue declarado culpable de una violación de la Constitución por haberse negado a rembolsar una parte de los fondos públicos utilizados para la renovación de su residencia privada. Asimismo, podría reabrirse un proceso judicial en su contra por corrupción vinculada a un viejo asunto de un contrato de compra de armamento.
Zuma es acusado de favorecer sistemáticamente a sus amigos en las empresas públicas, un asunto que alimenta las tensiones entre dos campos: el de sus leales puros y duros, y el de los más abiertos a las reformas, encarnado por el ministro de Finanzas, Pravin Gordhan.
Este último fue designado en su cargo a fines de 2015 para tranquilizar a los inversores, conmovidos por el reemplazo al frente de esa cartera del respetado Nhlanhla Nene por un diputado sin experiencia.
En la época, los analistas consideraron que Nene pagaba el precio de oponerse al presidente en lo concerniente al manejo de las empresas públicas.
Desde su designación, el propio Gordhan ha sido objeto de una investigación policial por espionaje.
"No pienso que el momento de esta investigación sea una coincidencia. El presidente Zuma probablemente demuestra así su resentimiento por haberse visto obligado a nombrar ministro a Gordhan", explica Harris.
"No creo que Jacob Zuma tome sus decisiones en interés del país", añade.
Lejos de limitarse al ANC, el inconformismo alcanza también a sus aliados históricos como el Partido Comunista sudafricano (SACP), que ha fustigado "la arrogancia" de los jefes del partido en el poder y reclama "serias correcciones" para evitar "la aceleración del declive".
Por primera vez desde 1994, algunos inclusive sugieren que el ANC podría perder su mayoría absoluta en las elecciones generales de 2019. Un escenario inimaginable hasta hace muy poco tiempo.
"El ANC sigue las huellas de aquellos movimientos de liberación que terminaron por desaparecer, como en Ghana o Zambia", pronostica Prince Mashele. "Esto no sería una novedad en África", remata.
Tras este revés, las voces discrepantes ya no dudan en hacerse escuchar, haciendo resurgir el espectro de la crisis de 2008 que obligó a dimitir al entonces presidente y jefe del ANC, Thabo Mbeki.
Oficialmente, esta vez no se prevé un final anticipado del mandato de su sucesor, Jacob Zuma. En el Parlamento, la unión sagrada va a misa y el calendario del ANC sigue igual: a finales de 2017 eligirá a su nuevo jefe, quien será candidato a la suprema magistratura del país en las elecciones generales de 2019.
Pero esta línea no es compartida en todas sus filas. Las divergencias estallaron por todo lo alto en una manifestación convocada el lunes pasado en las calles de Johannesburgo.
Un puñado de militantes del ANC exigieron la renuncia de Zuma y amenazaron con invadir la sede de su partido, protegida por un cordón de fieles al jefe de Estado, todos veteranos del que fuera su brazo armado.
"El presidente Jacob Zuma encarna todo lo que no funciona en el ANC", resumió una de las figura de la facción 'insurrecta', Ronald Lamola.
"El ANC es devorado por tres demonios: la corrupción, las divisiones y una dirección sin credibilidad", explica a la AFP Prince Mashele, autor de "La caída del ANC: ¿y después?".
Si bien el partido ha sufrido con frecuencia fracturas internas entre sus dirigentes, hasta ahora nunca habían sido expuestas en plaza pública.
"Hay una división entre los pro y anti Zuma, pero también se encuentran entre ellos los que aún toleran al presidente. Esto podría cambiar en el futuro", predice Mari Harris, analista política y directora del instituto de sondeos de opinión pública Ipsos Sudáfrica.
- Dos campos -
Desde comienzos del año, los nubarrones se han acumulado en el cielo de Jacob Zuma.
A finales de marzo, el presidente fue declarado culpable de una violación de la Constitución por haberse negado a rembolsar una parte de los fondos públicos utilizados para la renovación de su residencia privada. Asimismo, podría reabrirse un proceso judicial en su contra por corrupción vinculada a un viejo asunto de un contrato de compra de armamento.
Zuma es acusado de favorecer sistemáticamente a sus amigos en las empresas públicas, un asunto que alimenta las tensiones entre dos campos: el de sus leales puros y duros, y el de los más abiertos a las reformas, encarnado por el ministro de Finanzas, Pravin Gordhan.
Este último fue designado en su cargo a fines de 2015 para tranquilizar a los inversores, conmovidos por el reemplazo al frente de esa cartera del respetado Nhlanhla Nene por un diputado sin experiencia.
En la época, los analistas consideraron que Nene pagaba el precio de oponerse al presidente en lo concerniente al manejo de las empresas públicas.
Desde su designación, el propio Gordhan ha sido objeto de una investigación policial por espionaje.
"No pienso que el momento de esta investigación sea una coincidencia. El presidente Zuma probablemente demuestra así su resentimiento por haberse visto obligado a nombrar ministro a Gordhan", explica Harris.
"No creo que Jacob Zuma tome sus decisiones en interés del país", añade.
Lejos de limitarse al ANC, el inconformismo alcanza también a sus aliados históricos como el Partido Comunista sudafricano (SACP), que ha fustigado "la arrogancia" de los jefes del partido en el poder y reclama "serias correcciones" para evitar "la aceleración del declive".
Por primera vez desde 1994, algunos inclusive sugieren que el ANC podría perder su mayoría absoluta en las elecciones generales de 2019. Un escenario inimaginable hasta hace muy poco tiempo.
"El ANC sigue las huellas de aquellos movimientos de liberación que terminaron por desaparecer, como en Ghana o Zambia", pronostica Prince Mashele. "Esto no sería una novedad en África", remata.