Titulada "Ernesto Neto: el cuerpo que me lleva", la exposición está formada por más de 50 obras creadas desde los años 1990 hasta la actualidad. El artista, conocido por sus esculturas de dimensiones colosales, concibió algunas de ellas específicamente para la muestra de Bilbao, abierta hasta el 18 de mayo.
"Ernesto Neto seguramente es uno de los artistas más importantes en el panorama contemporáneo", explica a la AFP la comisaria de la exhibición, Petra Joos.
En el Guggenheim "hemos hecho configuraciones nuevas de obras ya existentes o las hemos adaptado a los espacios del museo" para que se integren a las sinuosas formas arquitectónicas creadas por el canadiense Frank Gehry para este singular edificio inaugurado en 1997.
El visitante es recibido por los alargados miembros blancos de "El cuerpo que cae (Le corps) femenino (de Levitán Thot)" (2006), obra colgada del techo, a más de cincuenta metros, en el atrio del museo.
Bajo el título "Que no te asuste el caos", uno de los nueve espacios invita al visitante a descalzarse para recorrer una sala transformada en extraña jungla por un tejido de poliamida blanca que se tranforma bajo su peso. Este material da también cuerpo a "Humanoides" (2001), pequeñas figuras que se modelan bajo el abrazo del visitante.
Siguen instalaciones como "Tambor" (2010), un piano de cola atrapado por una gigantesca red bicolor lastrada por instrumentos de percusión, o "Nave Útero Capilla II" (2013), suerte de catedral traslúcida concebida para estimular los sentidos.
Nacido en Río de Janeiro en 1964, Neto "siempre ha querido que sus obras sean táctiles, que se puedan atravesar, que se puedan oler, sentir", señala Joos, subrayando las "técnicas artesanales" utilizadas por un artista deseoso de "mantener el espíritu del escultor que toca con sus manos".
"Quiero que aquí se deje de pensar. Refugiarse en el arte. Pienso que no pensar es bueno, es respirar directamente de la vida", dice el artista citado por el museo.
En la presentación de la muestra el jueves, el brasileño, acompañado por dos indígenes del Amazonas con atuendo tradicional e impresionante tocado de plumas, se prestó al juego recorriendo personalmente sus obras, algunas, con la apariencia frágil de ganchillo, suspendidas a varios metros del suelo.