Y es que es el terrorismo es un secreto a voces: todos saben cómo el autoproclamado Estado Islámico (EI) recluta a los jóvenes en los pueblos, aunque nadie habla de por qué estos se unen a las milicias, ni si quiera los políticos. "No es un tema del programa electoral", dice a dpa el taxista Alexander.
Muchos situaron Kirguistán en el mapa este año después de que el pasado abril una bomba estallara en el metro de San Petersburgo, en Rusia, matando a más de una decena de personas. Los investigadores encontraron rápidamente al responsable: un joven del sur de Kirguistán. E inmediatamente después descubrieron una célula terrorista integrada por inmigrantes kirguisos en Rusia.
Los servicios secretos de la capital Bishkek ofrecieron rápidamente su ayuda para esclarecer lo ocurrido, asegurando no tener nada que ocultar y haber controlado el problema. "El EI supone también un daño a la imagen de nuestro país", cuenta a dpa la politóloga kirguisa Elmira Nogobayeva. En el país son continuos los anuncios de detenciones de presuntos terroristas.
Malas noticias que podrían arruinar una reciente historia de éxito: en los últimos años, el país de en torno a seis millones de habitantes ha vivido un auge y una serie de reformas que lo han convertido casi en una isla de democracia en Asia Central en busca de la estabilidad y la libertad lejos de revoluciones y golpes de Estado. Además, cuenta con una prensa relativamente libre.
Según lo estipulado por la Constitución, Atambayev debe dejar el cargo tras seis años de mandato y será relevado por uno de los 11 candidatos en liza de los que sólo a tres se les atribuyen opciones reales: el ex primer ministro Soroonbaj Sheenbekov, apoyado por la cúpula estatal, y los empresarios Omurbek Babanow y Temir Sarijew, también antiguos jefes de gobierno.
Los candidatos se encuentran entre los hombres más ricos del país y algunos expertos son escépticos: Nogobayeva incluso traza similitudes con la llegada del magnate Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. "Pero Estados Unidos tiene suerte: es una democracia sólida que sobrevivirá incluso a Trump". En su país, sin embargo, las consecuencias de que un empresario lidere el Estado como si de una empresa se tratara podrían ser fatales, considera.
La cultura democrática brilla por su ausencia: apenas hay debates sobre los programas electorales, ni eslóganes en los carteles. Más populismo que política. Y la gente sigue votando por simpatía, sin hablar realmente de los problemas, cree la experta. Pese a ello, muchos se muestran esperanzados. "En nuestro país han ocurrido muchas cosas. Ahora le toca el turno a la democracia", señala el escritor Mark-Abaj Aamatov, de 64 años.
Muchos creen que precisamente ese carácter abierto y tolerante del país ha hecho también que los extremistas de los autoritarios vecinos Uzbekistán, Tayikistán o Afganistán busquen allí refugio.
Lo saben bien organizaciones como Common Ground, que trabajan para apartar a los jóvenes del extremismo. Los terroristas del EI "atraen a los jóvenes con promesas de cosas que nosotros no les podemos ofrecer", como una comida caliente al día, cuenta su directora, Farida Ajmetovna, sobre el acercamiento de los reclutadores a su escuela en Novopokrovka.
Porque pese a los avances, Kirguistán es uno de los países más pobres de la región, con más del 30 por ciento viviendo por debajo de la línea de la pobreza. Además, en torno a uno de cada tres jóvenes están desempleados y muchos ganan sus salarios trabajando en Rusia. La economía es muy dependiente de las remesas de los ciudadanos que trabajan en el extranjero, que suponen en torno al 30 por ciento del producto interno bruto (PIB), según el Banco Mundial. Y la pobreza es uno de los motivos de que los jóvenes se unan al EI.
No hay cifras exactas sobre los seguidores del EI en el país: según datos del International Crisis Group de 2016, unos 500 kirguisos habrían seguido su llamada. Y los expertos ven las raíces de la radicalización sobre todo en el deficiente sistema educativo: una población mal formada sin conocimiento de idiomas extranjeros o formación especializada no atrae la inversión extranjera al país y apenas se crean puestos de trabajo, lo que supone una vida sin perspectivas para muchos jóvenes.
"Por eso algunos buscan el camino fácil para hacer dinero rápido", cuenta la resuelta Ajmetovna, que conoce familias cuyos hijos han partido hace meses a Siria y no han vuelto. Una madre le contó que su hijo había muerto en un accidente de moto en Turquía. Ésa es la versión oficial, reconoce la directora de escuela, porque todos en Novopokrovka saben que se unió a los extremistas.
Pero para Ajmetovna, es casi una casualidad que los atacantes de San Petersburgo tuvieran conexión con el país. El EI está activo en muchos países, asegura, y muchos kirguisos se radicalizan en el extranjero, sobre todo en Rusia, donde como mano de obra de escaso valor que vive casi aislada, son un botín fácil.
El Gobierno debe dar perspectivas a los jóvenes, señala la experta Nogobayeva. El país necesita una identidad más allá de la religión, la nostalgia o el nacionalismo. La joven democracia necesita aún tiempo.
Muchos situaron Kirguistán en el mapa este año después de que el pasado abril una bomba estallara en el metro de San Petersburgo, en Rusia, matando a más de una decena de personas. Los investigadores encontraron rápidamente al responsable: un joven del sur de Kirguistán. E inmediatamente después descubrieron una célula terrorista integrada por inmigrantes kirguisos en Rusia.
Los servicios secretos de la capital Bishkek ofrecieron rápidamente su ayuda para esclarecer lo ocurrido, asegurando no tener nada que ocultar y haber controlado el problema. "El EI supone también un daño a la imagen de nuestro país", cuenta a dpa la politóloga kirguisa Elmira Nogobayeva. En el país son continuos los anuncios de detenciones de presuntos terroristas.
Malas noticias que podrían arruinar una reciente historia de éxito: en los últimos años, el país de en torno a seis millones de habitantes ha vivido un auge y una serie de reformas que lo han convertido casi en una isla de democracia en Asia Central en busca de la estabilidad y la libertad lejos de revoluciones y golpes de Estado. Además, cuenta con una prensa relativamente libre.
Según lo estipulado por la Constitución, Atambayev debe dejar el cargo tras seis años de mandato y será relevado por uno de los 11 candidatos en liza de los que sólo a tres se les atribuyen opciones reales: el ex primer ministro Soroonbaj Sheenbekov, apoyado por la cúpula estatal, y los empresarios Omurbek Babanow y Temir Sarijew, también antiguos jefes de gobierno.
Los candidatos se encuentran entre los hombres más ricos del país y algunos expertos son escépticos: Nogobayeva incluso traza similitudes con la llegada del magnate Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. "Pero Estados Unidos tiene suerte: es una democracia sólida que sobrevivirá incluso a Trump". En su país, sin embargo, las consecuencias de que un empresario lidere el Estado como si de una empresa se tratara podrían ser fatales, considera.
La cultura democrática brilla por su ausencia: apenas hay debates sobre los programas electorales, ni eslóganes en los carteles. Más populismo que política. Y la gente sigue votando por simpatía, sin hablar realmente de los problemas, cree la experta. Pese a ello, muchos se muestran esperanzados. "En nuestro país han ocurrido muchas cosas. Ahora le toca el turno a la democracia", señala el escritor Mark-Abaj Aamatov, de 64 años.
Muchos creen que precisamente ese carácter abierto y tolerante del país ha hecho también que los extremistas de los autoritarios vecinos Uzbekistán, Tayikistán o Afganistán busquen allí refugio.
Lo saben bien organizaciones como Common Ground, que trabajan para apartar a los jóvenes del extremismo. Los terroristas del EI "atraen a los jóvenes con promesas de cosas que nosotros no les podemos ofrecer", como una comida caliente al día, cuenta su directora, Farida Ajmetovna, sobre el acercamiento de los reclutadores a su escuela en Novopokrovka.
Porque pese a los avances, Kirguistán es uno de los países más pobres de la región, con más del 30 por ciento viviendo por debajo de la línea de la pobreza. Además, en torno a uno de cada tres jóvenes están desempleados y muchos ganan sus salarios trabajando en Rusia. La economía es muy dependiente de las remesas de los ciudadanos que trabajan en el extranjero, que suponen en torno al 30 por ciento del producto interno bruto (PIB), según el Banco Mundial. Y la pobreza es uno de los motivos de que los jóvenes se unan al EI.
No hay cifras exactas sobre los seguidores del EI en el país: según datos del International Crisis Group de 2016, unos 500 kirguisos habrían seguido su llamada. Y los expertos ven las raíces de la radicalización sobre todo en el deficiente sistema educativo: una población mal formada sin conocimiento de idiomas extranjeros o formación especializada no atrae la inversión extranjera al país y apenas se crean puestos de trabajo, lo que supone una vida sin perspectivas para muchos jóvenes.
"Por eso algunos buscan el camino fácil para hacer dinero rápido", cuenta la resuelta Ajmetovna, que conoce familias cuyos hijos han partido hace meses a Siria y no han vuelto. Una madre le contó que su hijo había muerto en un accidente de moto en Turquía. Ésa es la versión oficial, reconoce la directora de escuela, porque todos en Novopokrovka saben que se unió a los extremistas.
Pero para Ajmetovna, es casi una casualidad que los atacantes de San Petersburgo tuvieran conexión con el país. El EI está activo en muchos países, asegura, y muchos kirguisos se radicalizan en el extranjero, sobre todo en Rusia, donde como mano de obra de escaso valor que vive casi aislada, son un botín fácil.
El Gobierno debe dar perspectivas a los jóvenes, señala la experta Nogobayeva. El país necesita una identidad más allá de la religión, la nostalgia o el nacionalismo. La joven democracia necesita aún tiempo.