"Dáesh [acrónimo árabe del EI] nos obliga a hacer agujeros en nuestras casas sin dejarnos otra opción", asegura un habitante de la ciudad que se presenta como Abu Asad.
"Y obligan a los habitantes a pagar 7.000 dinares [unos cinco dólares] a los trabajadores que vienen a destruir nuestras casas", lamenta tras haberlo sufrido en su propia casa, igual que otros muchos habitantes.
Según Abu Asad, los combatientes del EI usan este dinero para financiar su defensa frente a las fuerzas iraquíes, que en el último mes han retomado la parte oriental de la ciudad, en el marco de una gran ofensiva lanzada el 17 de octubre para expulsar a los yihadistas de la segunda ciudad de Irak.
"Nos hacen elegir entre quedarnos en nuestras casas con las paredes [reventadas] o irnos", dice Asad.
Además la mayoría de los habitantes no tienen electricidad o solo durante muy poco tiempo al día, con temperaturas que en esta época suelen ser varios grados bajo cero por la noche.
Los agujeros en las paredes de las casas permiten a los yihadistas pasar rápidamente de una calle a otra sin llamar la atención de los aviones del ejército iraquí o de la coalición internacional.
El exdictador iraquí Sadam Husein hacía algo parecido, porque hacía pagar a las familias de los prisioneros ejecutados el precio de las balas. Hoy muchos creen que los antiguos dirigentes de su partido, el Baaz, forman la base del EI, que en 2014 conquistó cerca de un 30% del territorio iraquí.
Mohamed Jalil, un habitante del barrio de Najjar, cerca del río Tigris que divide la ciudad, también ha visto destruida su casa por ambos lados por elementos del EI.
"Estamos atónitos viendo como Dáesh sigue diciendo que apoya los valores islámicos, cuando en realidad está destruyendo la intimidad de las familias cuyas casas están ahora abiertas y expuestas a la mirada de todo el mundo", lamenta.
"Tengo una gran familia (...) pero no tenemos donde ir. Si nos quedamos, nos quedaremos bloqueados en medio de una operación militar" dice Jalil. Pero al mismo tiempo, "¿cómo podríamos quedarnos en una casa que hombres armados están a punto de utilizar para disparar contras las fuerzas de seguridad?", apostilla.
Hay rumores de que el grupo yihadista está reforzando sus posiciones para defender su último gran bastión en Irak de cara a una gran ofensiva que las fuerzas iraquíes podrían lanzar a mediados de febrero contra la margen derecha del Tigris.
Según estimaciones de la ONU, casi 750.000 personas siguen viviendo en la parte oeste de la ciudad, que incluye la Ciudad vieja y varios puntos estratégicos, como la mezquita donde el líder del EI, Abu Bakr al Baghdadi, había proclamado la creación de un califato en junio de 2014.
Ahora lo que más temen los habitantes es que el EI les utilice como escudos humanos. "Es una táctica inmunda", dice Zyad al Zubaidi, un exoficial de Mosul y ahora militante en la sociedad civil en la región vecina del Kurdistán iraquí.
"Y obligan a los habitantes a pagar 7.000 dinares [unos cinco dólares] a los trabajadores que vienen a destruir nuestras casas", lamenta tras haberlo sufrido en su propia casa, igual que otros muchos habitantes.
Según Abu Asad, los combatientes del EI usan este dinero para financiar su defensa frente a las fuerzas iraquíes, que en el último mes han retomado la parte oriental de la ciudad, en el marco de una gran ofensiva lanzada el 17 de octubre para expulsar a los yihadistas de la segunda ciudad de Irak.
"Nos hacen elegir entre quedarnos en nuestras casas con las paredes [reventadas] o irnos", dice Asad.
Además la mayoría de los habitantes no tienen electricidad o solo durante muy poco tiempo al día, con temperaturas que en esta época suelen ser varios grados bajo cero por la noche.
Los agujeros en las paredes de las casas permiten a los yihadistas pasar rápidamente de una calle a otra sin llamar la atención de los aviones del ejército iraquí o de la coalición internacional.
El exdictador iraquí Sadam Husein hacía algo parecido, porque hacía pagar a las familias de los prisioneros ejecutados el precio de las balas. Hoy muchos creen que los antiguos dirigentes de su partido, el Baaz, forman la base del EI, que en 2014 conquistó cerca de un 30% del territorio iraquí.
- Escudos humanos -
Mohamed Jalil, un habitante del barrio de Najjar, cerca del río Tigris que divide la ciudad, también ha visto destruida su casa por ambos lados por elementos del EI.
"Estamos atónitos viendo como Dáesh sigue diciendo que apoya los valores islámicos, cuando en realidad está destruyendo la intimidad de las familias cuyas casas están ahora abiertas y expuestas a la mirada de todo el mundo", lamenta.
"Tengo una gran familia (...) pero no tenemos donde ir. Si nos quedamos, nos quedaremos bloqueados en medio de una operación militar" dice Jalil. Pero al mismo tiempo, "¿cómo podríamos quedarnos en una casa que hombres armados están a punto de utilizar para disparar contras las fuerzas de seguridad?", apostilla.
Hay rumores de que el grupo yihadista está reforzando sus posiciones para defender su último gran bastión en Irak de cara a una gran ofensiva que las fuerzas iraquíes podrían lanzar a mediados de febrero contra la margen derecha del Tigris.
Según estimaciones de la ONU, casi 750.000 personas siguen viviendo en la parte oeste de la ciudad, que incluye la Ciudad vieja y varios puntos estratégicos, como la mezquita donde el líder del EI, Abu Bakr al Baghdadi, había proclamado la creación de un califato en junio de 2014.
Ahora lo que más temen los habitantes es que el EI les utilice como escudos humanos. "Es una táctica inmunda", dice Zyad al Zubaidi, un exoficial de Mosul y ahora militante en la sociedad civil en la región vecina del Kurdistán iraquí.