España, jaque al postfranquismo


MOSCÚ. - "El bipartidismo se ha hundido, pero mañana seguirá gobernando la casta", proclamó nada más conocerse los resultados de las elecciones europeas del 25 de mayo, Pablo Iglesias, el treintañero profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid y líder del izquierdista Podemos, el partido sorpresa de esta campaña que ha disparado todas las alarmas de un establishment político que se repartió el poder en España en 1978, después de cuarenta años de dictadura franquista.



Con tan solo cuatro meses de vida, Podemos, recogiendo el espíritu del movimiento de los indignados españoles, ha logrado más de 1,2 millones de votos y cinco diputados. En algunas plazas estratégicas, como Madrid y Asturias, se ha convertido en la tercera fuerza, por delante de Izquierda Unida (IU) y el centrista Unión Progreso y Democracia (UPyD), y se conforma como cuarta fuerza a nivel nacional.

Pero las primeras declaraciones del líder de “la coleta”, como le ha bautizado la derecha mediática, han sido un "llamamiento a la calma", porque “mañana seguirá gobernando la casta y seguirá habiendo desahucios. Hemos nacido para echar al gobierno de la casta y acabar con la corrupción".

Su objetivo, ilusionar a la izquierda como hizo el PSOE en 1982, y decir a Europa que “no queremos ser una colonia de Alemania ni de la troika” -formada por el Banco Central Europeo (BCE), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea-, que impulsa la política de recortes que ha llevado a España a liderar la tasa de desempleo en Europa.

PP y PSOE pierden cinco millones de votos

Las elecciones europeas han significado un auténtico varapalo para el gobernante Partido Popular (PP) y para el opositor Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que por primera vez en democracia no suman el 50% de los votos (un escaso 23% del censo electoral) muy lejos del 80.9% que, juntos, alcanzaron en las europeas de 2009. Juntos también han perdido más de cinco millones de votos, cosechando los peores resultados de su historia.

El mensaje de los partidos minoritarios de que “PP y PSOE son lo mismo” ha cuajado entre una ciudadanía harta del austericidio que propugna la troika desde hace cinco años, de los escándalos de corrupción que se suceden en los tribunales, y de la sensación de impunidad y de inmunidad. Las urnas no han cuestionado sólo el modelo del “régimen del 78”, sino también a los principales protagonistas del mismo.

Los resultados han tenido efectos devastadores y ya han rodado las primeras cabezas en la cúpula socialista. Su secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba, procedente de la vieja guardia, anunció el mismo lunes 26  su marcha, abriendo una guerra por la sucesión y la renovación del partido. Con su renuncia, se cierra la etapa que abrió el carismático Felipe González al llegar al poder en 1982.

Por su parte, el gobernante Partido Popular minimiza públicamente su pírrica victoria ya que España, junto con Alemania e Italia, es uno de los grandes países europeos en los que el partido en el gobierno ha logrado ganar las elecciones. Victoria escuálida pero victoria al fin y al cabo, tres puntos por encima de su eterno rival socialista, un resultado que otorga un respiro al presidente Mariano Rajoy. Su respuesta ha sido inmovilista: no habrá cambios en su Ejecutivo.

Rajoy ha dicho entender a las personas que le han dejado de apoyar después de unos tiempos "muy difíciles" en los que ha habido que tomar “decisiones muy complicadas y que no habrán gustado a mucha gente”. El presidente niega la crisis del bipartidismo e insiste en que en los países en los que hay más estabilidad política, progreso y bienestar es en los que hay grandes partidos "moderados y centrados". El PP limita la autocritica a una “mala comunicación”, quizá consecuencia de la aversión presidencial a las ruedas de prensa y a las preguntas de los periodistas.

Pero donde populares y socialistas han sufrido la gran debacle ha sido en las separatistas Catalunya y País Vasco, donde prácticamente quedan como partidos residuales. En Catalunya, el conservador presidente nacionalista, Artur Mas, sale debilitado de unas elecciones que tampoco cubren las expectativas del independentismo, a pesar de que la fuerza ganadora ha sido la independentista Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), el único partido que el Gobierno de Adolfo Suárez, que lideró la transición, se negó a legalizar en 1977.

Suárez, recientemente fallecido, legitimó a comunistas y a nacionalistas moderados vascos y catalanes, pero no a los republicanos que décadas antes habían osado proclamar el Estado catalán dos veces en cuatro años escasos (1931 y 1934). A pesar de esta victoria, el retrato de Catalunya sigue siendo el de una sociedad partida en dos, en donde los “unionistas” siguen en gran parte sin salir de casa. Un escenario similar se repite en el País Vasco: las urnas han refrendado a los partidarios de la consulta por el “derecho a decidir” sobre su permanencia en España.

A la ‘caza’ de Pablo Iglesias

De momento, los partidos mayoritarios, especialmente la derecha, han unido fuerzas para socavar el éxito del muy mediático Pablo Iglesias, que debe su nombre al fundador del socialismo español. “Como se hubiera llamado Manuel si su padre fuera un Rodríguez, por el revolucionario chileno al que cantó Mercedes Sosa” ha explicado una orgullosa e izquierdista madre a los medios de comunicación.

El nuevo líder social de Podemos es hoy el blanco de todas las iras, sabedores de que una posible coalición entre Podemos e Izquierda Unida podría arrebatar al PSOE y al PP los ayuntamientos de doce ciudades con más de 100.000 habitantes, ya sea en el 'cinturón rojo' de Madrid como en las periféricas Cádiz, Gijón o Las Palmas de Gran Canarias. Hoy se acusa a Pablo Iglesias de proetarra, chavista,  político comprado… e incluso de hortera por adquirir la ropa en unos grandes almacenes baratos. Hasta Felipe González ha ironizado sobre el éxito de Podemos al afirmar que la revolución bolivariana "se está poniendo de moda en España”.

Y razón no le falta. Muchos de los dirigentes de esta agrupación ligada a los movimientos de barrio que se crearon tras las movilizaciones de indignados del 15-M en 2011, han vivido las experiencias de Ecuador y Venezuela. Como Juan Carlos Monedero, de 51 años y profesor de Teoría Política de la Universidad Complutense de Madrid, asesor durante nueve años del presidente venezolano Hugo Chávez y donde ayudó a crear el Centro Internacional Miranda. También la biografía de Pablo Iglesias, curtido en las Juventudes Comunistas, incluye su participación en movimientos antiglobalización y resistencia civil en Italia, México, Suiza y Estados Unidos.

Hasta ahora la política nacional les ignoraba, como mucho eran tratados como una curiosidad, una rareza, al igual que han observado sin entender a las mareas verdes, blancas o naranjas que han inundado las calles de las ciudades españolas estos últimos años y que han merecido las simpatías del 71% de los más jóvenes, pero también del 58% de los mayores.

Pablo Iglesias era un ejemplar insólito e inofensivo, pero ha sabido aglutinar el voto de los descontentos de una sociedad civil que lleva bastante tiempo reclamando cambios en profundidad a una “casta política” anquilosada con un sentido erróneo de la lealtad, que encubre –en vez de denunciar- a corruptos y corruptores y que hoy, para seguir mandando, tendrían que pasar por un escenario hasta hace poco impensable: una gran coalición entre el PP y el PSOE.

*Pilar Casanova 

Sábado, 31 de Mayo 2014
RIA Novosti, Rusia
           


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