El módulo Schiaparelli de la misión ExoMars 2016 apunta esencialmente "a que Europa aprenda cómo aterrizar en Marte", señala el argentino Jorge Vago, responsable científico de este programa para la Agencia Espacial Europea (ESA).
"Vamos a probar el frenado aerodinámico, la apertura de un paracaídas, el encendido de los retrocohetes y el material deformable" que amortiguará el contacto con la superficie, explica a la AFP Michel Viso, de la agencia espacial francesa CNES.
Tras el abandono de los estadounidenses por razones de presupuesto en 2011, se puso en marcha la misión europea ExoMars 2016 con la colaboración de Rusia.
Luego será el turno de otra misión ruso-europea, ExoMars 2018, que enviará un vehículo para que busque señales de vida pasada sobre Marte. Prevista para 2018, podría sufrir retrasos.
Un cohete ruso Proton será el encargado de lanzar al espacio a ExoMars 2016, que llevará una sonda capaz de detectar gases a nivel de vestigios, llamada TGO (Trace Gaz Orbiter) y un módulo de prueba de aterrizaje, bautizado Schiaparelli.
El lanzamiento desde Baikonur (Kazajistán) está previsto el lunes a las 09H31 GMT.
Si todo va bien, tras un viaje de siete meses en el que recorrerá 496 millones de kilómetros, el módulo de aterrizaje se separará de la sonda el 16 de octubre para posarse sobre el planeta rojo tres días después.
Esta es la segunda vez que Europa pone rumbo a Marte. En 2003 lanzó con éxito Mars Express, que cumplió con su misión científica.
Pero el pequeño módulo de aterrizaje británico Beagle 2 lanzado por Mars Express nunca dio signos de vida. Fue ubicado, once años después, parcialmente desplegado sobre la superficie del planeta.
El módulo Schiaparelli --que lleva el nombre del astrónomo italiano del siglo XIX Giovanni Schiaparelli, célebre por haber observado los llamados "canales" de Marte--, pesa 600 kilos y tiene las dimensiones de un coche pequeño.
Ante la ausencia de paneles solares, su vida útil será de entre dos y cuatro días. Está equipado con una estación meteorológica básica.
Una vez lanzado el módulo de aterrizaje, la sonda TGO entrará en una órbita elíptica e irá disminuyendo su velocidad para ubicarse en una órbita circular a 400 km de altitud.
Hacia fines de 2017 comenzará su tarea científica. Equipada con instrumentos europeos y rusos, "TGO será como una gran nariz en el espacio", ilustra Jorge Vago.
Buscará vestigios de gases en la atmósfera del planeta, especialmente aquellos con base de carbono, como el metano.
Ese gas interesa particularmente a los científicos porque en la Tierra aparece en el 90% de los orígenes biológicos. Además, su vida tienen una duración limitada.
En consecuencia, su eventual detección por la TGO podría ser un índice posible de la presencia actual de una vida a nivel de microorganismos en Marte.
La sonda analizará si el gas "es de origen biológico o bien si es el resultado de un proceso geológico", señala Vago.
La TGO también servirá como central de retransmisión de telecomunicaciones entre la Tierra y el robot de ExoMars 2018.
Este último se encargará de perforar el suelo de Marte hasta unos dos metros de profundidad y de recoger muestras que serán analizadas en el mismo lugar. En la zona que explorará se encuentran arcillas muy antiguas.
La esperanza es hallar rastros de moléculas orgánicas que podrían haberse encontrado sobre Marte "hace unos 4.000 millones de años, cuando su superficie era más o menos la de la Tierra, en el momento en el que la vida apareció en nuestro planeta", explica Vago.
En cuanto a Exomars 2018, podría retrasarse dos años, según el director de la ESA, Jan Wörner.
Eso implica que el presuesto de las dos misiones ExoMars, actualmente de 1.200 millones de euros sobre 20 años (2002 a 2022), necesitará un aumento.
"Vamos a probar el frenado aerodinámico, la apertura de un paracaídas, el encendido de los retrocohetes y el material deformable" que amortiguará el contacto con la superficie, explica a la AFP Michel Viso, de la agencia espacial francesa CNES.
Tras el abandono de los estadounidenses por razones de presupuesto en 2011, se puso en marcha la misión europea ExoMars 2016 con la colaboración de Rusia.
Luego será el turno de otra misión ruso-europea, ExoMars 2018, que enviará un vehículo para que busque señales de vida pasada sobre Marte. Prevista para 2018, podría sufrir retrasos.
Un cohete ruso Proton será el encargado de lanzar al espacio a ExoMars 2016, que llevará una sonda capaz de detectar gases a nivel de vestigios, llamada TGO (Trace Gaz Orbiter) y un módulo de prueba de aterrizaje, bautizado Schiaparelli.
El lanzamiento desde Baikonur (Kazajistán) está previsto el lunes a las 09H31 GMT.
Si todo va bien, tras un viaje de siete meses en el que recorrerá 496 millones de kilómetros, el módulo de aterrizaje se separará de la sonda el 16 de octubre para posarse sobre el planeta rojo tres días después.
- Segundo intento -
Esta es la segunda vez que Europa pone rumbo a Marte. En 2003 lanzó con éxito Mars Express, que cumplió con su misión científica.
Pero el pequeño módulo de aterrizaje británico Beagle 2 lanzado por Mars Express nunca dio signos de vida. Fue ubicado, once años después, parcialmente desplegado sobre la superficie del planeta.
El módulo Schiaparelli --que lleva el nombre del astrónomo italiano del siglo XIX Giovanni Schiaparelli, célebre por haber observado los llamados "canales" de Marte--, pesa 600 kilos y tiene las dimensiones de un coche pequeño.
Ante la ausencia de paneles solares, su vida útil será de entre dos y cuatro días. Está equipado con una estación meteorológica básica.
Una vez lanzado el módulo de aterrizaje, la sonda TGO entrará en una órbita elíptica e irá disminuyendo su velocidad para ubicarse en una órbita circular a 400 km de altitud.
Hacia fines de 2017 comenzará su tarea científica. Equipada con instrumentos europeos y rusos, "TGO será como una gran nariz en el espacio", ilustra Jorge Vago.
Buscará vestigios de gases en la atmósfera del planeta, especialmente aquellos con base de carbono, como el metano.
Ese gas interesa particularmente a los científicos porque en la Tierra aparece en el 90% de los orígenes biológicos. Además, su vida tienen una duración limitada.
En consecuencia, su eventual detección por la TGO podría ser un índice posible de la presencia actual de una vida a nivel de microorganismos en Marte.
- Microorganismos y arcilla -
La sonda analizará si el gas "es de origen biológico o bien si es el resultado de un proceso geológico", señala Vago.
La TGO también servirá como central de retransmisión de telecomunicaciones entre la Tierra y el robot de ExoMars 2018.
Este último se encargará de perforar el suelo de Marte hasta unos dos metros de profundidad y de recoger muestras que serán analizadas en el mismo lugar. En la zona que explorará se encuentran arcillas muy antiguas.
La esperanza es hallar rastros de moléculas orgánicas que podrían haberse encontrado sobre Marte "hace unos 4.000 millones de años, cuando su superficie era más o menos la de la Tierra, en el momento en el que la vida apareció en nuestro planeta", explica Vago.
En cuanto a Exomars 2018, podría retrasarse dos años, según el director de la ESA, Jan Wörner.
Eso implica que el presuesto de las dos misiones ExoMars, actualmente de 1.200 millones de euros sobre 20 años (2002 a 2022), necesitará un aumento.