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Flandes
Tres meses después de los comicios legislativos, los siete partidos que negocian la formación de un gobierno de coalición siguen tropezando con la misma piedra: la reivindicación de los flamencos de obtener una mayor autonomía para su próspera región de Flandes, frente a los francófonos de Valonia.
El líder de los socialistas francófonos, Elio Di Rupo, llamado a convertirse en el primer ministro, arrojó el viernes la toalla, al constatar el fracaso de las negociaciones.
El rey Alberto II nombró entonces a dos mediadores, los presidentes del Parlamento y el Senado, para intentarlo una vez más.
Pero el escepticismo es el sentimiento predominante en Bélgica. Varios líderes francófonos hablaron abiertamente de un plan B: la escisión del reino.
"Entre gran parte de la población flamenca, (la independencia) es un deseo, por lo tanto, hay que prepararse para el fin de Bélgica", declaró la ministra saliente de Sanidad, Laurette Onkelinx.
En las elecciones de junio, el partido independentista flamenco arrasó en Flandes - ambas comunidades votan por separado formaciones distintas para el gobierno central - de la mano de su líder Bart de Wever, partidario de la "desaparición gradual" de Bélgica.
Francia debe "prepararse para acoger a sus compatriotas valones y bruselenses", ambas regiones habitadas por una mayoría de francófonos, advirtió el lunes un diputado conservador francés, Nicolas Dupont-Aignan.
Pero, a la luz de los sondeos, la mayoría de los belgas no reclama la escisión, al menos por ahora.
El 57% es contrario a la división del reino, frente al 14% que la desea. Incluso en Flandes únicamente el 15% de los ciudadanos quiere ver el joven país, fundado en 1830, partido en dos.
Los expertos alertan de que una separación sería tanto o más dolorosa como las negociaciones actuales, debido a la "interdependencia económica" de Flandes (norte, 6 millones de habitantes), Valonia (sur, 3,5 millones de habitante) y Bruselas (1 millón de habitantes), según el economista belga Robert Deschamps.
Y "los valones serían la comunidad que más perdería, porque son los más pobres", advierte.
La suerte de Bruselas supondría uno de los peores quebraderos de cabeza ya que la capital, habitada por un 90% de francófonos, está geográficamente enclavada en Flandes.
Por esa razón es difícil imaginar la existencia de un Estado francófono Valonia-Bruselas, sin que un "Estado flamenco independiente dificulte la realización de proyectos" en infraestructuras o servicios, según Hugues Dumont, profesor de derecho constitucional.
Flandes tampoco está dispuesta a utilizar Bruselas como moneda de cambio para su independencia, puesto que supone el pulmón económico del reino.
¿Y cómo distribuirse la deuda pública de 330.000 millones de euros o establecer nuevas fronteras cuando en el extrarradio de Bruselas, situado en Flandes, viven más de 100.000 francófonos entre los flamencos?
Políticamente, la escisión de Bélgica, que alberga en su capital las instituciones de la Unión Europea (UE), incomodaría además a países miembros como España, donde una parte de la sociedad vasca y catalana reivindica la independencia de sus respectivas regiones.
Según algunos juristas, si Flandes decidiera dar portazo a Bélgica, le tocaría renegociar su adhesión a la UE, la Eurozona y hasta la ONU, mientras que el 'resto' del reino, francófono, se convertiría automáticamente en miembro de pleno derecho.
El líder de los socialistas francófonos, Elio Di Rupo, llamado a convertirse en el primer ministro, arrojó el viernes la toalla, al constatar el fracaso de las negociaciones.
El rey Alberto II nombró entonces a dos mediadores, los presidentes del Parlamento y el Senado, para intentarlo una vez más.
Pero el escepticismo es el sentimiento predominante en Bélgica. Varios líderes francófonos hablaron abiertamente de un plan B: la escisión del reino.
"Entre gran parte de la población flamenca, (la independencia) es un deseo, por lo tanto, hay que prepararse para el fin de Bélgica", declaró la ministra saliente de Sanidad, Laurette Onkelinx.
En las elecciones de junio, el partido independentista flamenco arrasó en Flandes - ambas comunidades votan por separado formaciones distintas para el gobierno central - de la mano de su líder Bart de Wever, partidario de la "desaparición gradual" de Bélgica.
Francia debe "prepararse para acoger a sus compatriotas valones y bruselenses", ambas regiones habitadas por una mayoría de francófonos, advirtió el lunes un diputado conservador francés, Nicolas Dupont-Aignan.
Pero, a la luz de los sondeos, la mayoría de los belgas no reclama la escisión, al menos por ahora.
El 57% es contrario a la división del reino, frente al 14% que la desea. Incluso en Flandes únicamente el 15% de los ciudadanos quiere ver el joven país, fundado en 1830, partido en dos.
Los expertos alertan de que una separación sería tanto o más dolorosa como las negociaciones actuales, debido a la "interdependencia económica" de Flandes (norte, 6 millones de habitantes), Valonia (sur, 3,5 millones de habitante) y Bruselas (1 millón de habitantes), según el economista belga Robert Deschamps.
Y "los valones serían la comunidad que más perdería, porque son los más pobres", advierte.
La suerte de Bruselas supondría uno de los peores quebraderos de cabeza ya que la capital, habitada por un 90% de francófonos, está geográficamente enclavada en Flandes.
Por esa razón es difícil imaginar la existencia de un Estado francófono Valonia-Bruselas, sin que un "Estado flamenco independiente dificulte la realización de proyectos" en infraestructuras o servicios, según Hugues Dumont, profesor de derecho constitucional.
Flandes tampoco está dispuesta a utilizar Bruselas como moneda de cambio para su independencia, puesto que supone el pulmón económico del reino.
¿Y cómo distribuirse la deuda pública de 330.000 millones de euros o establecer nuevas fronteras cuando en el extrarradio de Bruselas, situado en Flandes, viven más de 100.000 francófonos entre los flamencos?
Políticamente, la escisión de Bélgica, que alberga en su capital las instituciones de la Unión Europea (UE), incomodaría además a países miembros como España, donde una parte de la sociedad vasca y catalana reivindica la independencia de sus respectivas regiones.
Según algunos juristas, si Flandes decidiera dar portazo a Bélgica, le tocaría renegociar su adhesión a la UE, la Eurozona y hasta la ONU, mientras que el 'resto' del reino, francófono, se convertiría automáticamente en miembro de pleno derecho.
