La idea de este trabajo, que hoy fue bien recibido en la Mostra de Venecia, nació cuando estaba viendo discursos durante la campaña electoral en su país en los que se hablaba de muros y convertir a las minorías en chivo expiatorio.
En aquel momento estaba pensando en hacer una película sobre lo sucedido a finales de los 50 en Levittown, en el estado de Pennsylvania, cuando una familia negra se mudó a un área residencial en la que todos eran blancos y fueron hostigados por sus vecinos. Y se le ocurrió mezclar ese episodio con un guión que escribieron los hermanos Coen sobre una siniestra familia.
Así nació "Suburbicon", ambientada en esos años de después de la Segunda Guerra Mundial en los que las clases medias de su país que prosperaban se marchaban a vivir a áreas residenciales de las afueras de las ciudades. Matt Damon, en la versión más malvada del americano medio, capitanea una familia aparentemente modélica. Encarga el asesinato de su esposa (Julianne Moore), postrada en una silla de ruedas, para poder fugarse a Aruba con la hermana gemela (también Moore) de su mujer.
Todos estos siniestros planes se van desarrollando mientras junto ellos se instala la primera familia negra en el barrio, lo que copará la atención de los vecinos y desatará sus peores instintos.
Clooney señaló en rueda de prensa que muchas veces se mira a otro lado en lugar de afrontar los problemas propios. "Crecí en el sur en los 60 y 70 durante el movimiento de derechos civiles, creíamos que se iba a acabar con la segregación, pero no lo hicimos y esos temas emergen cada tanto. Tenemos mucho que hacer con nuestro pecado original de esclavitud y racismo", explicó el realizador.
"Cuando se habla de hacer 'America Great Again' (el lema que ha impulsado el presidente estadounidense Donald Trump) se piensa en la presidencia de (Dwight E.) Eisenhover (1953-1961) y por supuesto era fantástico si eras un varón blanco y hetero, pero había cosas que no eran tan fantásticas", continuó Clooney, quien considera que su país todavía tiene asuntos pendientes que resolver.
"Son temas que nunca dejan de estar en boga", insistió en referencia al racismo, que continuamente resurge en el país como recientemente se vivió en Charlottesville con una manifestación de neonazis y supremacistas. "Estos temas no se van a solucionar hasta que no hagamos un reconocimiento honesto de lo que ha sucedido", apostilló Damon.
Estas protestas se vieron alentadas por la postura ambigua que tuvo el presidente Donald Trump al respecto.
En opinión de Clooney, el país está atravesando uno de los periodos de mayor crispación. "Ahora tenemos una nube oscura sobre nuestro país, pero soy optimista, creo saldremos de esta. Las instituciones del Gobierno estadounidense tienden a funcionar, vemos que funciona en la prensa, en los legisladores, pero la gente está enfadada, muchos de nosotros estamos enfadados, enfadados por cómo está marchando el país, por cómo está yendo el mundo", aseguró el realizador, que concurre por tercera vez por el León de Oro.
La crítica recibió bien la reflexión política de Clooney, que ya no protagoniza sus películas, en este trabajo de corte clásico que contiene un peculiar cóctel de ironía, humor y violencia sin que ninguno de los ingredientes desentone.
Y si Clooney critica a su país, también lo hizo el israelí Samuel Maoz con "Foxtrox", un drama visualmente ambicioso sobre el destino desarrollado en tres actos, como una tragedia griega, que también aplaudió la crítica.
"Si critico mi país es porque me preocupa, porque lo quiero proteger y lo quiero", aseguró el cineasta, que con "Líbano", su debut, se llevó el León de Oro en 2009.
"Foxtrot" arranca con la llegada de unos soldados a la casa de un matrimonio acomodado israelí para comunicarles que su hijo ha muerto durante el servicio militar. La noticia desata en el padre (Lior Ashkenazi, un reconocido actor de teatro israelí) el trauma vivido durante su participación en la guerra. Intenta no perder la cordura, pero cuando al día siguiente le comunican que todo ha sido un error, exige que su hijo regrese a casa, una petición que tendrá en un trágico final.
El drama de Maoz (Tel Aviv, 1962) está repleto de metáforas para mostrar una sociedad que sigue sufriendo, en ocasiones innecesariamente, en la que las dos generaciones que han seguido a los que sufrieron el Holocausto, los hijos y los nietos de los que sobrevivieron al exterminio, siguen sufriendo, ahora el trauma de una guerra sin fin.
En aquel momento estaba pensando en hacer una película sobre lo sucedido a finales de los 50 en Levittown, en el estado de Pennsylvania, cuando una familia negra se mudó a un área residencial en la que todos eran blancos y fueron hostigados por sus vecinos. Y se le ocurrió mezclar ese episodio con un guión que escribieron los hermanos Coen sobre una siniestra familia.
Así nació "Suburbicon", ambientada en esos años de después de la Segunda Guerra Mundial en los que las clases medias de su país que prosperaban se marchaban a vivir a áreas residenciales de las afueras de las ciudades. Matt Damon, en la versión más malvada del americano medio, capitanea una familia aparentemente modélica. Encarga el asesinato de su esposa (Julianne Moore), postrada en una silla de ruedas, para poder fugarse a Aruba con la hermana gemela (también Moore) de su mujer.
Todos estos siniestros planes se van desarrollando mientras junto ellos se instala la primera familia negra en el barrio, lo que copará la atención de los vecinos y desatará sus peores instintos.
Clooney señaló en rueda de prensa que muchas veces se mira a otro lado en lugar de afrontar los problemas propios. "Crecí en el sur en los 60 y 70 durante el movimiento de derechos civiles, creíamos que se iba a acabar con la segregación, pero no lo hicimos y esos temas emergen cada tanto. Tenemos mucho que hacer con nuestro pecado original de esclavitud y racismo", explicó el realizador.
"Cuando se habla de hacer 'America Great Again' (el lema que ha impulsado el presidente estadounidense Donald Trump) se piensa en la presidencia de (Dwight E.) Eisenhover (1953-1961) y por supuesto era fantástico si eras un varón blanco y hetero, pero había cosas que no eran tan fantásticas", continuó Clooney, quien considera que su país todavía tiene asuntos pendientes que resolver.
"Son temas que nunca dejan de estar en boga", insistió en referencia al racismo, que continuamente resurge en el país como recientemente se vivió en Charlottesville con una manifestación de neonazis y supremacistas. "Estos temas no se van a solucionar hasta que no hagamos un reconocimiento honesto de lo que ha sucedido", apostilló Damon.
Estas protestas se vieron alentadas por la postura ambigua que tuvo el presidente Donald Trump al respecto.
En opinión de Clooney, el país está atravesando uno de los periodos de mayor crispación. "Ahora tenemos una nube oscura sobre nuestro país, pero soy optimista, creo saldremos de esta. Las instituciones del Gobierno estadounidense tienden a funcionar, vemos que funciona en la prensa, en los legisladores, pero la gente está enfadada, muchos de nosotros estamos enfadados, enfadados por cómo está marchando el país, por cómo está yendo el mundo", aseguró el realizador, que concurre por tercera vez por el León de Oro.
La crítica recibió bien la reflexión política de Clooney, que ya no protagoniza sus películas, en este trabajo de corte clásico que contiene un peculiar cóctel de ironía, humor y violencia sin que ninguno de los ingredientes desentone.
Y si Clooney critica a su país, también lo hizo el israelí Samuel Maoz con "Foxtrox", un drama visualmente ambicioso sobre el destino desarrollado en tres actos, como una tragedia griega, que también aplaudió la crítica.
"Si critico mi país es porque me preocupa, porque lo quiero proteger y lo quiero", aseguró el cineasta, que con "Líbano", su debut, se llevó el León de Oro en 2009.
"Foxtrot" arranca con la llegada de unos soldados a la casa de un matrimonio acomodado israelí para comunicarles que su hijo ha muerto durante el servicio militar. La noticia desata en el padre (Lior Ashkenazi, un reconocido actor de teatro israelí) el trauma vivido durante su participación en la guerra. Intenta no perder la cordura, pero cuando al día siguiente le comunican que todo ha sido un error, exige que su hijo regrese a casa, una petición que tendrá en un trágico final.
El drama de Maoz (Tel Aviv, 1962) está repleto de metáforas para mostrar una sociedad que sigue sufriendo, en ocasiones innecesariamente, en la que las dos generaciones que han seguido a los que sufrieron el Holocausto, los hijos y los nietos de los que sobrevivieron al exterminio, siguen sufriendo, ahora el trauma de una guerra sin fin.