Tomás Alcoverro | 18/01/2009 - 11:12 horas
Cada llegada de los veteranos policías palestinos de la diáspora de la OLP, a los cuarteles de Gaza, desalojados por los soldados israelíes, era una fiesta popular.
Fue en el año 1994 tras los Acuerdos de Oslo con Israel cuando, por vez primera, la organización dirigida por Yasser Arafat pudo establecerse en medio de la población palestina del interior, vale decir de los territorios ocupados en 1967 de Gaza y Cisjordania.
En la anterior intifada, nacida en el campo de refugiados de Jabaliya, los primeros comunicados estaban firmados por el "Movimiento de resistencia islámica", por Hamas, que considera Palestina como un "wakf", un bien religioso "no negociable e inalienable", muy arraigada desde los tiempos de la Cofradía de los Hermanos Musulmanes fundada en Egipto durante el tiempo de la colonización británica, y que se diferenciaba de los grupos de la OLP, y en primer lugar de Al Fatah de carácter nacionalista de tendencia laica.
Recuerdo que ya entonces dirigentes, funcionarios, agentes de innumerables servicios de inteligencia recién llegados desde sus exilios del Líbano, de Túnez, de otros países árabes, debían adaptarse a una sociedad ensimismada, rural, de costumbres conservadoras, muy alejada del cosmopolitismo del que habían gozado la jerarquía y las milicias de la OLP.
La influencia de Hamas crece con su participación en aquella primera intifada, a expensas de Al Fatah de Arafat que desde el extranjero trataba de orientarla.
Sus líderes, que no salieron de la angosta franja, ni combatieron en Jordania o El Líbano ni estudiaron en universidades como la de Beirut, ni fueron tentados por las ideologías de la época, nacionalistas o marxistas, se oponían a los Acuerdos de Oslo, y no creían que las negociaciones con Israel pudiesen dar los frutos anhelados de independencia del pueblo palestino.
Desde el principio las relaciones entre Hamas y Al Fatah fueron difíciles, y más tarde, de gran hostilidad. Mohamad Zahar, uno de sus más destacados dirigentes denunciaba en una entrevista que publiqué en 1996 que eran "víctimas tanto de Israel como de la Autoridad Nacional Palestina, que había encarcelado a más de quinientos de sus partidarios en la misma prisión de la céntrica calle Omar Muktar "símbolo de la ocupación israelí".
Sólo en el año 2005 Hamas decidió participar en las elecciones políticas de la administración autónoma que antes había boicoteado. Sin embargo, ya había obtenido éxitos en los comicios de colegios profesionales, como los de abogados, médicos, ingenieros, o de las entidades sociales.
Su acción de ayuda, asistencia y beneficiencia social, le han garantizado una sólida base popular. Después de su éxito municipal, fue el escrutinio de las urnas de las elecciones legislativas del 2006, que consagró su victoria con 74 escaños sobre 132 del parlamento, derrotando a Al Fatah que había monopolizado el poder desde el principio del régimen de autonomía.
Todo el mundo, todos los observadores, reconocieron su triunfo democrático, presentándolo como ejemplo para los demás países árabes. Sus votantes se pronunciaron contra la corrupción, el nepotismo de los dirigentes, pero también expresaron su frustración ante el fracaso de las negociaciones con Israel.
Nada se había conseguido ni sobre el estado palestino, ni el futuro del este de Jerusalén, ni el retorno de los refugiados, ni tan siquiera el desmantelamiento de las colonias judías de poblamiento que han continuado construyéndose.
Además las autoridades israelíes ya habían emprendido la erección del largo muro de separación con los vecinos territorios palestinos. Esta falta de resultados, la frustración económica, ha fortalecido la estrategia de lucha armada. Hamas ha explotado su cultura del martirio para sus objetivos políticos.
El golpe de fuerza del año pasado contra el presidente Mahmud Abbas y Al Fatah precipitó la trágica división de los palestinos de la que son también víctimas ahora los habitantes de Gaza.
El implacable bloqueo israelí legitima su lucha armada, basada en la brutalidad e ilegalidad de la represión. La suspensión de las ayudas económicas y su aislamiento internacional han fomentado esta actitud numantina. Gaza se ha convertido en la Masada de los palestinos de la generación de las mezquitas. La dirección de Hamas, una dirección dividida, sin claro liderazgo, no ha sabido evitar estas hecatombes y destrucciones a su población.
Pero, sea como sea, Hamas es una fuerza profundamente arraigada en Gaza, y su brazo militar Ezedin el Qassem, lleva el nombre del caudillo que animó la rebelión en 1930 contra el Mandato británico de Palestina.
Fue en el año 1994 tras los Acuerdos de Oslo con Israel cuando, por vez primera, la organización dirigida por Yasser Arafat pudo establecerse en medio de la población palestina del interior, vale decir de los territorios ocupados en 1967 de Gaza y Cisjordania.
En la anterior intifada, nacida en el campo de refugiados de Jabaliya, los primeros comunicados estaban firmados por el "Movimiento de resistencia islámica", por Hamas, que considera Palestina como un "wakf", un bien religioso "no negociable e inalienable", muy arraigada desde los tiempos de la Cofradía de los Hermanos Musulmanes fundada en Egipto durante el tiempo de la colonización británica, y que se diferenciaba de los grupos de la OLP, y en primer lugar de Al Fatah de carácter nacionalista de tendencia laica.
Recuerdo que ya entonces dirigentes, funcionarios, agentes de innumerables servicios de inteligencia recién llegados desde sus exilios del Líbano, de Túnez, de otros países árabes, debían adaptarse a una sociedad ensimismada, rural, de costumbres conservadoras, muy alejada del cosmopolitismo del que habían gozado la jerarquía y las milicias de la OLP.
La influencia de Hamas crece con su participación en aquella primera intifada, a expensas de Al Fatah de Arafat que desde el extranjero trataba de orientarla.
Sus líderes, que no salieron de la angosta franja, ni combatieron en Jordania o El Líbano ni estudiaron en universidades como la de Beirut, ni fueron tentados por las ideologías de la época, nacionalistas o marxistas, se oponían a los Acuerdos de Oslo, y no creían que las negociaciones con Israel pudiesen dar los frutos anhelados de independencia del pueblo palestino.
Desde el principio las relaciones entre Hamas y Al Fatah fueron difíciles, y más tarde, de gran hostilidad. Mohamad Zahar, uno de sus más destacados dirigentes denunciaba en una entrevista que publiqué en 1996 que eran "víctimas tanto de Israel como de la Autoridad Nacional Palestina, que había encarcelado a más de quinientos de sus partidarios en la misma prisión de la céntrica calle Omar Muktar "símbolo de la ocupación israelí".
Sólo en el año 2005 Hamas decidió participar en las elecciones políticas de la administración autónoma que antes había boicoteado. Sin embargo, ya había obtenido éxitos en los comicios de colegios profesionales, como los de abogados, médicos, ingenieros, o de las entidades sociales.
Su acción de ayuda, asistencia y beneficiencia social, le han garantizado una sólida base popular. Después de su éxito municipal, fue el escrutinio de las urnas de las elecciones legislativas del 2006, que consagró su victoria con 74 escaños sobre 132 del parlamento, derrotando a Al Fatah que había monopolizado el poder desde el principio del régimen de autonomía.
Todo el mundo, todos los observadores, reconocieron su triunfo democrático, presentándolo como ejemplo para los demás países árabes. Sus votantes se pronunciaron contra la corrupción, el nepotismo de los dirigentes, pero también expresaron su frustración ante el fracaso de las negociaciones con Israel.
Nada se había conseguido ni sobre el estado palestino, ni el futuro del este de Jerusalén, ni el retorno de los refugiados, ni tan siquiera el desmantelamiento de las colonias judías de poblamiento que han continuado construyéndose.
Además las autoridades israelíes ya habían emprendido la erección del largo muro de separación con los vecinos territorios palestinos. Esta falta de resultados, la frustración económica, ha fortalecido la estrategia de lucha armada. Hamas ha explotado su cultura del martirio para sus objetivos políticos.
El golpe de fuerza del año pasado contra el presidente Mahmud Abbas y Al Fatah precipitó la trágica división de los palestinos de la que son también víctimas ahora los habitantes de Gaza.
El implacable bloqueo israelí legitima su lucha armada, basada en la brutalidad e ilegalidad de la represión. La suspensión de las ayudas económicas y su aislamiento internacional han fomentado esta actitud numantina. Gaza se ha convertido en la Masada de los palestinos de la generación de las mezquitas. La dirección de Hamas, una dirección dividida, sin claro liderazgo, no ha sabido evitar estas hecatombes y destrucciones a su población.
Pero, sea como sea, Hamas es una fuerza profundamente arraigada en Gaza, y su brazo militar Ezedin el Qassem, lleva el nombre del caudillo que animó la rebelión en 1930 contra el Mandato británico de Palestina.