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Política
El primer ministro británico, Blair-a la izquierda-y el primer ministro irlandés Ahern firman los acuerdos de paz en 1998.
El martes 10 de abril se cumplen 20 años de los Acuerdos de Viernes Santo de 1998, un pacto de paz que puso fin oficialmente a tres décadas de conflicto armado que llegó a tomar tintes de guerra civil.
Más de 3.600 personas perdieron la vida y 50.000 resultaron heridas, además de las cientos de miles que quedaron traumatizadas.
Pero el mural no procede de los peores tiempos del conflicto entre los protestantes unionistas, defensores de la unión con Reino Unido, y los católicos que querían la adhesión a Irlanda. Data de 2004, todo un signo de que las heridas del conflicto siguen abiertas incluso tras la firma de la paz.
Y ahora muchos temen que el peligro de activar un foco de conflicto que ya se daba por desactivado aumente con la decisión de los británicos de salir de la Unión Europea (UE).
Así opina Michael Doherty: el mediador de la ciudad fronteriza de Londonderry -conocida como Derry por los católicos- suspira cuando le preguntan por el denominado "Brexit". Tiene 70 años y trabaja desde hace 40 como intermediario entre las dos comunidades, con frecuencia cuando hay desfiles de protestantes que pasean su "triunfo" por los barrios católicos. "Vivimos en paz y coexistimos pacíficamente, pero la amenaza mutua sigue ahí", señala.
El sistema educativo prueba la profundidad de la división social incluso 20 años después de la firma de los Acuerdos de Viernes Santo: sólo el siete por ciento de los alumnos norirlandeses van a jardines de infancia y escuelas de confesión mixta.
Muchos barrios católicos o protestantes están separados por muros o vallas de varios metros de altura, una división institucionalizada por los acuerdos de paz, creen muchos.
Además, grupos paramilitares siguen activos en Irlanda del Norte, como una especie de Estado dentro del Estado. Para compensar la caída de ingresos por donaciones, controlan el tráfico de drogas. Quien los desafía se arriesga a sufrir los llamados "Punishment beatings" (palizas de castigo) -de las que con suerte se sale lisiado con un tiro en la rodilla- o puede pensar en comenzar una nueva vida en otra ciudad, con ayuda de mediadores como Doherty. Quien no la tiene, acaba muerto.
Los grupos paramilitares, que se adscriben a ambos bandos, rechazan los acuerdos de Viernes Santo y los consideran un fracaso. Y muchos temen que si tras el "Brexit" se reactivan los controles fronterizos entre Reino Unido e Irlanda -y por tanto, entre Irlanda e Irlanda del Norte- los agentes de aduanas se convertirán en objetivo perfecto de los atentados de los grupos católicos y republicanos.
Una frontera en gran parte invisible, controlada sólo por cámaras, como ha propuesto el ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, supondría un problema. Quien instalara o reparara los aparatos podría ser atacado y los trabajos serían sólo posibles con protección policial.
Los policías armados en la frontera serían quizá un objetivo mucho más rentable para los disidentes del IRA (Ejército Republicano Irlandés), pero entonces seguirían represalias de los paralimitares protestantes, que se ven a sí mismos como un brazo alargado del poder estatal, y que se cree que en el pasado asesinaban por encargo del Estado. Y entonces, se reactivaría la espiral de violencia.
Aunque pocos creen que podría ser tan malo como en los peores años de disturbios, para muchos es un escenario tan alarmante como realista.
También Mairead Maguire teme por la paz. La premio Nobel de la Paz lleva 40 años luchando por el fin del odio y la violencia con la organización Peace People. Ella misma fue víctima del conflicto: su hermana y sus cuatro hijos fueron atropellados por un automóvil que conducía un miembro del IRA que acababa de abatir la policía de un disparo en la cabeza durante una persecución. Tres de los niños murieron y la hermana de Maguire se suicidó pocos años después.
"Falta buena voluntad, cada uno mira por sus propios intereses", critica la mujer de 74 años.
Pero incluso sin las repercusiones del "Brexit", una larga sombra se cierne sobre los Acuerdos de Viernes Santo. El parlamento regional previsto en los acuerdos no puede reunirse porque los dos principales partidos de los sectores confesionales no se pusieron de acuerdo en un Gobierno conjunto.
La coalición entre el católico Sinn Fein y el protestante Partido Unionista Democrático (DUP) se rompió a comienzos de 2017 debido a una disputa por un programa de subvenciones a las energías renovables que se salió de control.
Los dos partidos más fuertes defienden además posturas extremas, un signo de que la sociedad sigue polarizada. El Sinn Fein surgió a partir del IRA. El DUP, fundado por el pastor evangélico Ian Paisley, es el único gran partido en Irlanda del Norte que ha rechazado los acuerdos de Viernes Santo de 1998. En estos momentos apoya al Gobierno británico en minoría de la primera ministra Theresa May en el Parlamento de Londres y se ha convertido allí en fiel de la balanza.
Muchos sospechan que, en el marco de la lucha por el poder en Irlanda del Norte, las dos partes especulan ya con el fracaso de los Acuerdos de Viernes Santo para alcanzar sus propios objetivos: los católicos desearían un referéndum sobre la unión con la República de Irlanda y los protestantes querrían un abandono de la autoadministración y un retorno permanente a ser gobernados directamente desde Londres.
Más de 3.600 personas perdieron la vida y 50.000 resultaron heridas, además de las cientos de miles que quedaron traumatizadas.
Pero el mural no procede de los peores tiempos del conflicto entre los protestantes unionistas, defensores de la unión con Reino Unido, y los católicos que querían la adhesión a Irlanda. Data de 2004, todo un signo de que las heridas del conflicto siguen abiertas incluso tras la firma de la paz.
Y ahora muchos temen que el peligro de activar un foco de conflicto que ya se daba por desactivado aumente con la decisión de los británicos de salir de la Unión Europea (UE).
Así opina Michael Doherty: el mediador de la ciudad fronteriza de Londonderry -conocida como Derry por los católicos- suspira cuando le preguntan por el denominado "Brexit". Tiene 70 años y trabaja desde hace 40 como intermediario entre las dos comunidades, con frecuencia cuando hay desfiles de protestantes que pasean su "triunfo" por los barrios católicos. "Vivimos en paz y coexistimos pacíficamente, pero la amenaza mutua sigue ahí", señala.
El sistema educativo prueba la profundidad de la división social incluso 20 años después de la firma de los Acuerdos de Viernes Santo: sólo el siete por ciento de los alumnos norirlandeses van a jardines de infancia y escuelas de confesión mixta.
Muchos barrios católicos o protestantes están separados por muros o vallas de varios metros de altura, una división institucionalizada por los acuerdos de paz, creen muchos.
Además, grupos paramilitares siguen activos en Irlanda del Norte, como una especie de Estado dentro del Estado. Para compensar la caída de ingresos por donaciones, controlan el tráfico de drogas. Quien los desafía se arriesga a sufrir los llamados "Punishment beatings" (palizas de castigo) -de las que con suerte se sale lisiado con un tiro en la rodilla- o puede pensar en comenzar una nueva vida en otra ciudad, con ayuda de mediadores como Doherty. Quien no la tiene, acaba muerto.
Los grupos paramilitares, que se adscriben a ambos bandos, rechazan los acuerdos de Viernes Santo y los consideran un fracaso. Y muchos temen que si tras el "Brexit" se reactivan los controles fronterizos entre Reino Unido e Irlanda -y por tanto, entre Irlanda e Irlanda del Norte- los agentes de aduanas se convertirán en objetivo perfecto de los atentados de los grupos católicos y republicanos.
Una frontera en gran parte invisible, controlada sólo por cámaras, como ha propuesto el ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, supondría un problema. Quien instalara o reparara los aparatos podría ser atacado y los trabajos serían sólo posibles con protección policial.
Los policías armados en la frontera serían quizá un objetivo mucho más rentable para los disidentes del IRA (Ejército Republicano Irlandés), pero entonces seguirían represalias de los paralimitares protestantes, que se ven a sí mismos como un brazo alargado del poder estatal, y que se cree que en el pasado asesinaban por encargo del Estado. Y entonces, se reactivaría la espiral de violencia.
Aunque pocos creen que podría ser tan malo como en los peores años de disturbios, para muchos es un escenario tan alarmante como realista.
También Mairead Maguire teme por la paz. La premio Nobel de la Paz lleva 40 años luchando por el fin del odio y la violencia con la organización Peace People. Ella misma fue víctima del conflicto: su hermana y sus cuatro hijos fueron atropellados por un automóvil que conducía un miembro del IRA que acababa de abatir la policía de un disparo en la cabeza durante una persecución. Tres de los niños murieron y la hermana de Maguire se suicidó pocos años después.
"Falta buena voluntad, cada uno mira por sus propios intereses", critica la mujer de 74 años.
Pero incluso sin las repercusiones del "Brexit", una larga sombra se cierne sobre los Acuerdos de Viernes Santo. El parlamento regional previsto en los acuerdos no puede reunirse porque los dos principales partidos de los sectores confesionales no se pusieron de acuerdo en un Gobierno conjunto.
La coalición entre el católico Sinn Fein y el protestante Partido Unionista Democrático (DUP) se rompió a comienzos de 2017 debido a una disputa por un programa de subvenciones a las energías renovables que se salió de control.
Los dos partidos más fuertes defienden además posturas extremas, un signo de que la sociedad sigue polarizada. El Sinn Fein surgió a partir del IRA. El DUP, fundado por el pastor evangélico Ian Paisley, es el único gran partido en Irlanda del Norte que ha rechazado los acuerdos de Viernes Santo de 1998. En estos momentos apoya al Gobierno británico en minoría de la primera ministra Theresa May en el Parlamento de Londres y se ha convertido allí en fiel de la balanza.
Muchos sospechan que, en el marco de la lucha por el poder en Irlanda del Norte, las dos partes especulan ya con el fracaso de los Acuerdos de Viernes Santo para alcanzar sus propios objetivos: los católicos desearían un referéndum sobre la unión con la República de Irlanda y los protestantes querrían un abandono de la autoadministración y un retorno permanente a ser gobernados directamente desde Londres.
