La anécdota es cruel, pero reveladora: en mayo de este año, los organizadores de la Vuelta a Colonia contrataron a Ullrich, de 43 años y ya retirado, como director deportivo de la prueba. La prensa protestó y Ullrich, viendo venir la tormenta, dimitió incluso antes de tomar posesión de sus funciones.
"Encuentro triste que Ullrich siga siendo tratado así después de tantos años", lamenta André Greipel, actual estrella del esprint alemán, que continúa considerando a Jan como "un héroe del pueblo".
"Ha sufrido mucho en los últimos años, merece una segunda oportunidad. Ha hecho mucho por el ciclismo alemán", añade Marcus Burghardt, que el domingo se coronó campeón de Alemania.
Al "héroe", como le llama también el diario Bild, el diario más leído de Alemania, se le reprocha sobre todo no haber revelado datos detallados en su confesión pública. Y únicamente haber hablado años después del final de su carrera en febrero de 2007, sobre su implicación en el programa de dopaje del doctor Eufemiano Fuentes.
"No hablo más de dopaje, miro hacia el futuro", respondió Ullrich a Bild, que le preguntó sobre esta cuestión esta semana. "Hace diez años que me retiré y me siguen hablando de dopaje. Sí, cometí errores, pero fui castigado y he pagado por ello", afirma.
Ullrich vive ahora en España, en la isla de Mallorca, con su familia. Allí organiza concentraciones de entrenamiento para cicloturistas. También tiene acciones en una empresa que fabrica cámaras isobáricas, para simular condiciones de altitud.
En el imaginario colectivo alemán, Ullrich sigue estando asociado a momentos de gran gloria deportiva.
"Tenía nueve años, mi padre y mi tío gritaban frente al televisor y yo me preguntaba por qué...", recuerda Marcel Kittel, otro nombre importante del pelotón.
"Era casi como en 1954, cuando Alemania se convirtió en campeona del mundo (de fútbol) por primera vez", estima por su parte el legendario reportero deportivo Herbert Watterott, de 75 años. "El Tour de Francia era el tema de conversación número uno en el país", recuerda.
"En aquella época", recuerda Ullrich, "la gente hacía fila durante horas para tener un autógrafo, no podía salir al cine o ir de compras".
El joven campeón, nacido y formado en la RDA comunista, tenía 23 años. Su maillot amarillo provocó un boom extraordinario del ciclismo alemán, cuyas consecuencias todavía son perceptibles actualmente, con una generación de profesionales que eran niños entonces y que a buen seguro fueron inspirados por la hazaña de Ullrich.
Muchos alemanes sólo recuerdan de Ullrich su victoria histórica en el Tour y olvidan el resto de su carrera, que no terminó de la mejor manera.
El cuento de hadas finalizó bruscamente en la víspera de la salida del Tour de 2006, cuando Ullrich quedó fuera de la carrera porque su nombre aparecía en la que fue llamada 'Operación Puerto', en alusión a una red de dopaje sanguíneo. Ocho meses más tarde, desmotivado y desacreditado, puso fin a su carrera.
Puede que por un golpe de nostalgia, Ulrich anunció que estará a borde de la carretera el domingo en Korschenbroich para seguir la segunda etapa del Tour 2017, entre Düsseldorf y Lieja. Algo que no había hecho desde su retirada.
"Encuentro triste que Ullrich siga siendo tratado así después de tantos años", lamenta André Greipel, actual estrella del esprint alemán, que continúa considerando a Jan como "un héroe del pueblo".
"Ha sufrido mucho en los últimos años, merece una segunda oportunidad. Ha hecho mucho por el ciclismo alemán", añade Marcus Burghardt, que el domingo se coronó campeón de Alemania.
Al "héroe", como le llama también el diario Bild, el diario más leído de Alemania, se le reprocha sobre todo no haber revelado datos detallados en su confesión pública. Y únicamente haber hablado años después del final de su carrera en febrero de 2007, sobre su implicación en el programa de dopaje del doctor Eufemiano Fuentes.
"No hablo más de dopaje, miro hacia el futuro", respondió Ullrich a Bild, que le preguntó sobre esta cuestión esta semana. "Hace diez años que me retiré y me siguen hablando de dopaje. Sí, cometí errores, pero fui castigado y he pagado por ello", afirma.
Ullrich vive ahora en España, en la isla de Mallorca, con su familia. Allí organiza concentraciones de entrenamiento para cicloturistas. También tiene acciones en una empresa que fabrica cámaras isobáricas, para simular condiciones de altitud.
- "Era como en 1954" -
En el imaginario colectivo alemán, Ullrich sigue estando asociado a momentos de gran gloria deportiva.
"Tenía nueve años, mi padre y mi tío gritaban frente al televisor y yo me preguntaba por qué...", recuerda Marcel Kittel, otro nombre importante del pelotón.
"Era casi como en 1954, cuando Alemania se convirtió en campeona del mundo (de fútbol) por primera vez", estima por su parte el legendario reportero deportivo Herbert Watterott, de 75 años. "El Tour de Francia era el tema de conversación número uno en el país", recuerda.
"En aquella época", recuerda Ullrich, "la gente hacía fila durante horas para tener un autógrafo, no podía salir al cine o ir de compras".
El joven campeón, nacido y formado en la RDA comunista, tenía 23 años. Su maillot amarillo provocó un boom extraordinario del ciclismo alemán, cuyas consecuencias todavía son perceptibles actualmente, con una generación de profesionales que eran niños entonces y que a buen seguro fueron inspirados por la hazaña de Ullrich.
Muchos alemanes sólo recuerdan de Ullrich su victoria histórica en el Tour y olvidan el resto de su carrera, que no terminó de la mejor manera.
El cuento de hadas finalizó bruscamente en la víspera de la salida del Tour de 2006, cuando Ullrich quedó fuera de la carrera porque su nombre aparecía en la que fue llamada 'Operación Puerto', en alusión a una red de dopaje sanguíneo. Ocho meses más tarde, desmotivado y desacreditado, puso fin a su carrera.
Puede que por un golpe de nostalgia, Ulrich anunció que estará a borde de la carretera el domingo en Korschenbroich para seguir la segunda etapa del Tour 2017, entre Düsseldorf y Lieja. Algo que no había hecho desde su retirada.