"Todo el mundo siente nostalgia. Todos tenemos una familia o una novia y, por supuesto, los extrañamos", dice. "Pero hay trabajo por hacer aquí".
Gavrylyuk abandonará la estación de investigación Vernadsky a principios de abril y llegará entonces su reemplazo, antes de que el mar se congele.
Los científicos califican la Antártida como la última zona virgen de la tierra. Para algunos, es además un paraíso de cooperación internacional.
Allí residen miles de investigadores y técnicos de varios países que comparten territorio bajo el Tratado Antártico.
En la oficina de Gavrylyuk, las pantallas de las computadoras muestran gráficos de datos de los instrumentos meteorológicos desplegados a lo largo de la base azotada por el viento.
"Compartimos mucha información importante e interesante entre los diferentes países antárticos", dijo.
"Datos de la capa de ozono, información meteorológica, información geofísica... Todos los países aquí hacemos lo mismo".
También mostró un par de teclados con los que toca rock en su tiempo libre. "Tengo una guitarra, una flauta, una armónica, los teclados. Me ayuda a relajarme cuando trabajo duro en mi proyecto".
- Ciencia y paz -
Los diplomáticos atesoran el Tratado Antártico que ha gobernado este continente desde 1959.
"Se ha mantenido por más de 50 años. Nos mantiene unidos por la ciencia y por la paz", dice Ray Arnaudo, un ex alto funcionario del Departamento de Estado estadounidense para la Antártida.
"Si extendemos las fronteras de la Antártida cinco grados cada dos años, en 50 años habría paz mundial", comenta. "Algunos dicen que soy un soñador".
Pero cuando se trata de proteger la región, el Tratado Antártico es víctima de la política internacional que reina fuera de sus heladas costas.
"La Antártida ha sido, tradicionalmente, un lugar donde la gente es capaz de cooperar más de lo que lo haría en otros asuntos. No obstante, hay muchas tareas pendientes", dice Claire Christian, actual directora de la Coalición para la Antártida y el Océano Austral, un grupo de organizaciones medioambientales sin fines de lucro.
Gobernada por Gran Bretaña hasta que fue vendida a Ucrania en 1996, la base Vernadsky fue una de las estaciones cuyas mediciones atmosféricas revelaron el debilitamiento de la capa de ozono en los años '80, contó Gavrylyuk.
Ahora el foco está en el cambio climático. La temperatura de la península occidental de la Antártida aumentó 3% en promedio durante el último medio siglo, según grupos medioambientales.
Estas organizaciones esperan que la comisión medioambiental del Tratado Antártico (CCAMLR, en inglés) acuerde una serie de medidas que protejan el continente.
"Hay muchos obstáculos políticos", dijo Christian. "Ha sido dificultoso por ejemplo para países de la CCAMLR acordar las áreas marinas protegidas".
- Cambio climático -
En la estación argentina Almirante Brown, la bióloga Rocío Fayo y sus diez colegas viven una vida aislada.
"Acá en Brown en particular no hay antena internet, así que el grupo tiene una unión muy fuerte", dijo Fayo, de 31 años, bajo el cielo gris de la Bahía Paraíso, fuera de la cabaña de madera rojiza donde duerme el equipo.
"Hemos subido varias veces a la cima", contó. "Subimos, escalamos, y nos tiramos con la cola en la nieve a velocidad. Nos divertimos, está bueno".
Fayo ha pasado el verano estudiando las microalgas. Otro investigador colocó una cámara para monitorizar a los pingüinos en la bahía.
Los ambientalistas temen que los pingüinos estén amenazados por el cambio climático y la pesca y se quejan de que algunos países se resistan a los esfuerzos de conservación que realizan los países de la CCAMLR.
Andrea Kavanagh, jefa de la campaña por los pingüinos del Pew Charitable Trusts, un grupo de presión estadounidense, dijo que Rusia y China quieren expandir la zona de pesca a un área cercana a las colonias de los pingüinos en peligro de extinción.
Pero lejos de sus países, en sus respectivas bases, los científicos aseguran que las relaciones internacionales en la Antártida son armoniosas.
"Ha habido una gran colaboración internacional. La política se deja a un lado aquí más que en otros lugares", aseguró la supervisora de laboratorio Carolyn Lipke, de 35 años.
Lipke se está preparando para un descanso luego de pasar su sexto año en la estación Palmer, una de las varias bases estadounidenses en la Antártida.