En la investigación efectuada por un equipo de físicos del Laboratorio de Berkeley y sus colegas del equipo Alpha del CERN (Centro europeo de Investigación nuclear), los científicos advierten que aún no es posible responder a esa pregunta sobre el movimiento de la antimateria.
Pero la importancia del estudio publicado por Nature es que presenta la primera evidencia directa de cómo los átomos de la antimateria interaccionan con la gravedad.
"En el caso improbable de que la antimateria cayera hacia arriba, debemos revistar nuestra concepción de la física y repensar la manera cómo funciona el Universo", subrayó Joel Fajans, del Lawrence Berkeley National Laboratory, en California.
La antimateria está constituida de antipartículas, conformadas por una carga eléctrica opuesta a la de la materia clásica.
Materia y antimateria habrían sido creadas en cantidades iguales instantes después del Big Bang, pero por una razón desconocida el Universo privilegió la materia, y sólo quedan ínfimas cantidades de antimateria, principalmente cerca de los agujeros negros o los rayos cósmicos.
Medir la acción de la gravedad en la antimateria es un sueño de los científicos desde hace más de 50 años, a tal punto que ese tema centra innumerables coloquios y reuniones internacionales.
Según las observaciones indirectas, se supone que la gravedad se aplica de la misma manera a la materia y a la antimateria en "caída libre".
Pero para estar seguros, es necesario medir directamente los átomos de la antimateria.
Pero la antimateria se destruye al menor contacto con la materia, por lo que es particularmente difícil de estudiar.
En 1995, el CERN, cuya sede está en Ginebra, logró producir sus primeros átomos de antihidrógeno, que se destruyeron casi instantáneamente.
Desde entonces, el equipo ALPHA del CERN logró inmensos avances: en 2011, átomos de antihidrógeno pudieron ser aislados durante más de 16 minutos en una "trampa magnética", abriendo la vía a la observación de sus propiedades.
Luego, el equipo ALPHA decidió utilizar los datos recogidos en 434 átomos de antihidrógeno que habían atrapado para intentar medir la influencia de la gravedad sobre ellos.
Para hacerlo, compararon la relación entre la "masa de inercia" (la resistencia a la aceleración) del átomo de antihidrógeno, equivalente a la de un átomo de hidrógeno ordinario, y su "masa gravitacional" (que se aplica a la fuerza de gravedad registrada por un cuerpo) desconocida.
Pero los primeros resultados no han permitido dar una respuesta a la interrogante sobre el movimiento de la antimateria, ni comprobar si ésta se mueve en sentido inverso a la materia común.
Para su último experimento, Alpha empezó creando átomos de antihidrógeno uniendo un antiprotón (un protón con carga negativa) a un antielectrón (un electrón con carga positiva), y procedió a diferentes experimentos, que arrojaron resultados que provocaron optimismo en los científicos.
"¿Existe la antigravedad? Basados en experimentos realizados hasta el momento, no podemos decir sí o no", señaló Fajans. "Sin embargo, no está dicha la última palabra", subrayó el investigador, sugiriendo que la luz está al final del túnel, en relación a esta cuestión que los intriga.
El experimento de Alpha va a prolongarse en el proyecto Alpha-2, y será posible proceder a pruebas de precisión en un lapso de uno a cinco años, anticipó el estudio publicado por Nature.
Pero la importancia del estudio publicado por Nature es que presenta la primera evidencia directa de cómo los átomos de la antimateria interaccionan con la gravedad.
"En el caso improbable de que la antimateria cayera hacia arriba, debemos revistar nuestra concepción de la física y repensar la manera cómo funciona el Universo", subrayó Joel Fajans, del Lawrence Berkeley National Laboratory, en California.
La antimateria está constituida de antipartículas, conformadas por una carga eléctrica opuesta a la de la materia clásica.
Materia y antimateria habrían sido creadas en cantidades iguales instantes después del Big Bang, pero por una razón desconocida el Universo privilegió la materia, y sólo quedan ínfimas cantidades de antimateria, principalmente cerca de los agujeros negros o los rayos cósmicos.
Medir la acción de la gravedad en la antimateria es un sueño de los científicos desde hace más de 50 años, a tal punto que ese tema centra innumerables coloquios y reuniones internacionales.
Según las observaciones indirectas, se supone que la gravedad se aplica de la misma manera a la materia y a la antimateria en "caída libre".
Pero para estar seguros, es necesario medir directamente los átomos de la antimateria.
Pero la antimateria se destruye al menor contacto con la materia, por lo que es particularmente difícil de estudiar.
En 1995, el CERN, cuya sede está en Ginebra, logró producir sus primeros átomos de antihidrógeno, que se destruyeron casi instantáneamente.
Desde entonces, el equipo ALPHA del CERN logró inmensos avances: en 2011, átomos de antihidrógeno pudieron ser aislados durante más de 16 minutos en una "trampa magnética", abriendo la vía a la observación de sus propiedades.
Luego, el equipo ALPHA decidió utilizar los datos recogidos en 434 átomos de antihidrógeno que habían atrapado para intentar medir la influencia de la gravedad sobre ellos.
Para hacerlo, compararon la relación entre la "masa de inercia" (la resistencia a la aceleración) del átomo de antihidrógeno, equivalente a la de un átomo de hidrógeno ordinario, y su "masa gravitacional" (que se aplica a la fuerza de gravedad registrada por un cuerpo) desconocida.
Pero los primeros resultados no han permitido dar una respuesta a la interrogante sobre el movimiento de la antimateria, ni comprobar si ésta se mueve en sentido inverso a la materia común.
Para su último experimento, Alpha empezó creando átomos de antihidrógeno uniendo un antiprotón (un protón con carga negativa) a un antielectrón (un electrón con carga positiva), y procedió a diferentes experimentos, que arrojaron resultados que provocaron optimismo en los científicos.
"¿Existe la antigravedad? Basados en experimentos realizados hasta el momento, no podemos decir sí o no", señaló Fajans. "Sin embargo, no está dicha la última palabra", subrayó el investigador, sugiriendo que la luz está al final del túnel, en relación a esta cuestión que los intriga.
El experimento de Alpha va a prolongarse en el proyecto Alpha-2, y será posible proceder a pruebas de precisión en un lapso de uno a cinco años, anticipó el estudio publicado por Nature.