"Era un 4x4 equipado de un fusil ametrallador", explicará más tarde Husam Jasim, a su vuelta a la base militar de Qayarah, a 50 km al sur de Mosul. "Había una decena de combatientes a bordo".
En tierra, las fuerzas iraquíes libran un combate urbano encarnizado para arrebatar al grupo Estado Islámico (EI) la ciudad de Mosul, en su poder desde junio de 2014 y convertida en el bastión de la organización sunita ultrarradical en Irak.
En el cielo se han movilizado medios importantes. En primera fila figuran los cazabombarderos, helicópteros y drones de la coalición internacional anti-EI liderada por Washington.
La aviación iraquí participa en la batalla con medios bastante más modestos.
En la base de Qayarah hay una docena de aparatos: helicópteros de ataque rusos Mi-28 y Mi-35, aviones de reconocimiento estadounidenses Bell y EC635 europeos.
Según el ministerio de Defensa iraquí, los helicópteros de las fuerzas iraquíes efectúan un total de "60 a 70 salidas por día" en apoyo a las tropas desplegadas en tierra.
Golan Salim, piloto de helicóptero, regresa a la base tras haber neutralizado a un grupo de combatientes equipados de lanzacohetes. Misión cumplida.
"Hemos destruido los objetivos", declara. La víspera tuvo que realizar una maniobra para esquivar disparos de ametralladora contra su aparato.
Como no posee aviación, el EI se las ingenia para intentar protegerse de los ataques aéreos. En agosto prendió fuego a pozos de petróleo, de los que salen espesas columnas de humo negro tóxico.
El objetivo: frenar el avance de las fuerzas gubernamentales y complicar la tarea a los pilotos que los atacan.
"Es muy difícil. Una vez no pude ni despegar" a causa del humo, cuenta Golan Salim.
Otro freno para la campaña aérea en Mosul es la presencia en la segunda ciudad de Irak de cientos de miles de civiles, usados a veces por los yihadistas como escudos humanos para cubrir sus desplazamientos y posiciones.
"Esto limita nuestras operaciones", reconoce el comandante Muthana Hanun.
En el pasado se acusó a las autoridades iraquíes de lanzar barriles llenos de explosivos sobre zonas habitadas como parte de su lucha contra el EI. Los ataques de la coalición también provocaron víctimas entre los civiles.
Pero los pilotos del ejército iraquí aseguran hacer todo lo posible por evitar daños colaterales. Además, por el momento, sus intervenciones se concentran en las zonas desérticas poco pobladas, en el exterior de Mosul.
Los pilotos se reparten el trabajo con la coalición.
Las fuerzas iraquíes aseguran ser capaces de atacar la mayor parte de los blancos, con sus helicópteros o con los F-16 y Sukhoi. Pero recurren a la coalición internacional para los objetivos de gran envergadura o para las operaciones a larga distancia.
"Si no tenemos la capacidad, llamamos a la coalición para que se ocupe de ello", resume el comandante Hanun.
Las fuerzas aéreas iraquíes comenzaron su declive con la primera guerra del Golfo y quedaron prácticamente destruidas durante la invasión estadounidense de 2003. Desde entonces la mayor parte de sus pilotos se han formado en Estados Unidos.
En tierra, las fuerzas iraquíes libran un combate urbano encarnizado para arrebatar al grupo Estado Islámico (EI) la ciudad de Mosul, en su poder desde junio de 2014 y convertida en el bastión de la organización sunita ultrarradical en Irak.
En el cielo se han movilizado medios importantes. En primera fila figuran los cazabombarderos, helicópteros y drones de la coalición internacional anti-EI liderada por Washington.
La aviación iraquí participa en la batalla con medios bastante más modestos.
En la base de Qayarah hay una docena de aparatos: helicópteros de ataque rusos Mi-28 y Mi-35, aviones de reconocimiento estadounidenses Bell y EC635 europeos.
Según el ministerio de Defensa iraquí, los helicópteros de las fuerzas iraquíes efectúan un total de "60 a 70 salidas por día" en apoyo a las tropas desplegadas en tierra.
Golan Salim, piloto de helicóptero, regresa a la base tras haber neutralizado a un grupo de combatientes equipados de lanzacohetes. Misión cumplida.
"Hemos destruido los objetivos", declara. La víspera tuvo que realizar una maniobra para esquivar disparos de ametralladora contra su aparato.
- Pantalla de humo -
Como no posee aviación, el EI se las ingenia para intentar protegerse de los ataques aéreos. En agosto prendió fuego a pozos de petróleo, de los que salen espesas columnas de humo negro tóxico.
El objetivo: frenar el avance de las fuerzas gubernamentales y complicar la tarea a los pilotos que los atacan.
"Es muy difícil. Una vez no pude ni despegar" a causa del humo, cuenta Golan Salim.
Otro freno para la campaña aérea en Mosul es la presencia en la segunda ciudad de Irak de cientos de miles de civiles, usados a veces por los yihadistas como escudos humanos para cubrir sus desplazamientos y posiciones.
"Esto limita nuestras operaciones", reconoce el comandante Muthana Hanun.
En el pasado se acusó a las autoridades iraquíes de lanzar barriles llenos de explosivos sobre zonas habitadas como parte de su lucha contra el EI. Los ataques de la coalición también provocaron víctimas entre los civiles.
Pero los pilotos del ejército iraquí aseguran hacer todo lo posible por evitar daños colaterales. Además, por el momento, sus intervenciones se concentran en las zonas desérticas poco pobladas, en el exterior de Mosul.
Los pilotos se reparten el trabajo con la coalición.
Las fuerzas iraquíes aseguran ser capaces de atacar la mayor parte de los blancos, con sus helicópteros o con los F-16 y Sukhoi. Pero recurren a la coalición internacional para los objetivos de gran envergadura o para las operaciones a larga distancia.
"Si no tenemos la capacidad, llamamos a la coalición para que se ocupe de ello", resume el comandante Hanun.
Las fuerzas aéreas iraquíes comenzaron su declive con la primera guerra del Golfo y quedaron prácticamente destruidas durante la invasión estadounidense de 2003. Desde entonces la mayor parte de sus pilotos se han formado en Estados Unidos.