Una foto de Cuba, en la que está Fidel Castro, de Jesse Fernández
Armado de su Leica, Fernández, nacido en La Habana en 1925, recorrió entre los años '50 y '80 Colombia y Guatemala, México, Estados Unidos y España, antes de morir en París en 1986.
En cada uno de esos sitios, su ojo, enamorado del blanco y negro e influido por Cartier Bresson y Walker Evans, captó gentes y paisajes, calles y cantinas, transmitiendo el ambiente que se respiraba en ciudades y campos.
Dejó también testimonio de sus encuentros con escritores como el argentino Jorge Luis Borges, músicos como Miles Davies, pintores como Salvador Dalí, bailarinas como Alicia Alonso, cantantes como la Tongolele.
Sus fotografías, expuestas hasta el 28 de febrero en la parisina Maison d'Amèrique Latine, han sido reunidas en un libro, "Tours et détours, de La Havane a París" (éditorial Filligrame), que fue lanzado esta semana en la capital francesa, que celebra durante todo el mes de noviembre el arte de la fotografía.
Fernández - que ha sido calificado por el artista mexicano José Luis Cuevas como "el más grande fotográfo latinoamericano después del mexicano Manuel Alvarez Bravo" - era además un personaje de novela, según uno de sus amigos, que firma uno de los artículos que acompañan las fotografías del libro.
"Jesse es toda una leyenda. Era un personaje irreverente, picaresco", contó a la AFP el periodista venezolano Ben Ami Fihman, que compartió con él aventuras en Nueva York.
El cubano vivía en Nueva York en los años '40, donde frecuentó a artistas como Wifredo Lam, Marcel Duchamp y Willem de Kooning, y conoció al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que quedó fascinado con él y lo retrató en su novela "Tres tristes tigres", recordó Fihman. "Ellos compartían la pasión por el jazz y el cine", señaló.
Esa pasión de Fernández -que trabajaba para revistas como el semanario en español Visión, con audiencia en toda América Latina, y Life-, se refleja en sus fotos de Dizzy Gillespie, Billie Holliday, Max Roach, Buster Keaton, Marlene Dietrich y Elizabeth Taylor, entre otros.
En 1956, regresó a Cuba, y fotografió la vida cotidiana de La Habana y luego, a los jóvenes revolucionarios.
"Fidel Castro lo adoptó como su fotógrafo oficial. Jesse lo acompañaba a todas partes. Me contó luego muchas anécdotas de ese tiempo, como cuando fue con Fidel a buscar a Camilo Cienfuegos, que había desaparecido en una avioneta. Nunca se encontraron los restos ni de él ni del avión".
Pero un día el idilio acabó. "Jesse me contó que una vez, en un viaje en yate con Fidel, vio algo que le hizo presentir que la revolución se encaminaba a algo que a él no le gustaba, y fue entonces que decidió exiliarse", dijo Fihman, sin dar más precisiones.
"Cuando yo lo conocí, en una librería en Nueva York, era un hombre pobre, quebrado, que temía por su vida". Pero la pasión por la fotografía no lo abandonó.
La muestra revela que el cubano fotógrafo fue un adelantado, retratando a escritores antes de que conocieran la gloria. La tapa del libro es un joven Carlos Fuentes caminando en las calles de México, con un cigarrillo en la boca. La foto es de 1957.
Una de las fotos más hermosas de la muestra es la del gran escritor cubano José Lezama Lima: su figura melancólica ha quedado inmortalizada en un humilde bar de La Habana, en 1957. También una foto de Borges, tomada en Nueva York, en 1961, y otra del guatemalteco Miguel Angel Asturias, tomada en 1959, ocho años años antes de que obtuviera el Nobel de Literatura.
En los años 70 Fernández cambió Nueva York por Madrid, y luego se radicó en París, adonde viajó cuando una galería española expuso su pintura en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC) y donde contrajo matrimonio con una francesa, recuerda Fihman.
"Mi problema es que amo todo de esta perra vida", decía Fernández. Y sus fotos (que se pueden ver en el sito www.exponaute.com/jesse-fernandez/ ) son testimonio de ello.
En cada uno de esos sitios, su ojo, enamorado del blanco y negro e influido por Cartier Bresson y Walker Evans, captó gentes y paisajes, calles y cantinas, transmitiendo el ambiente que se respiraba en ciudades y campos.
Dejó también testimonio de sus encuentros con escritores como el argentino Jorge Luis Borges, músicos como Miles Davies, pintores como Salvador Dalí, bailarinas como Alicia Alonso, cantantes como la Tongolele.
Sus fotografías, expuestas hasta el 28 de febrero en la parisina Maison d'Amèrique Latine, han sido reunidas en un libro, "Tours et détours, de La Havane a París" (éditorial Filligrame), que fue lanzado esta semana en la capital francesa, que celebra durante todo el mes de noviembre el arte de la fotografía.
Fernández - que ha sido calificado por el artista mexicano José Luis Cuevas como "el más grande fotográfo latinoamericano después del mexicano Manuel Alvarez Bravo" - era además un personaje de novela, según uno de sus amigos, que firma uno de los artículos que acompañan las fotografías del libro.
"Jesse es toda una leyenda. Era un personaje irreverente, picaresco", contó a la AFP el periodista venezolano Ben Ami Fihman, que compartió con él aventuras en Nueva York.
El cubano vivía en Nueva York en los años '40, donde frecuentó a artistas como Wifredo Lam, Marcel Duchamp y Willem de Kooning, y conoció al escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que quedó fascinado con él y lo retrató en su novela "Tres tristes tigres", recordó Fihman. "Ellos compartían la pasión por el jazz y el cine", señaló.
Esa pasión de Fernández -que trabajaba para revistas como el semanario en español Visión, con audiencia en toda América Latina, y Life-, se refleja en sus fotos de Dizzy Gillespie, Billie Holliday, Max Roach, Buster Keaton, Marlene Dietrich y Elizabeth Taylor, entre otros.
En 1956, regresó a Cuba, y fotografió la vida cotidiana de La Habana y luego, a los jóvenes revolucionarios.
"Fidel Castro lo adoptó como su fotógrafo oficial. Jesse lo acompañaba a todas partes. Me contó luego muchas anécdotas de ese tiempo, como cuando fue con Fidel a buscar a Camilo Cienfuegos, que había desaparecido en una avioneta. Nunca se encontraron los restos ni de él ni del avión".
Pero un día el idilio acabó. "Jesse me contó que una vez, en un viaje en yate con Fidel, vio algo que le hizo presentir que la revolución se encaminaba a algo que a él no le gustaba, y fue entonces que decidió exiliarse", dijo Fihman, sin dar más precisiones.
"Cuando yo lo conocí, en una librería en Nueva York, era un hombre pobre, quebrado, que temía por su vida". Pero la pasión por la fotografía no lo abandonó.
La muestra revela que el cubano fotógrafo fue un adelantado, retratando a escritores antes de que conocieran la gloria. La tapa del libro es un joven Carlos Fuentes caminando en las calles de México, con un cigarrillo en la boca. La foto es de 1957.
Una de las fotos más hermosas de la muestra es la del gran escritor cubano José Lezama Lima: su figura melancólica ha quedado inmortalizada en un humilde bar de La Habana, en 1957. También una foto de Borges, tomada en Nueva York, en 1961, y otra del guatemalteco Miguel Angel Asturias, tomada en 1959, ocho años años antes de que obtuviera el Nobel de Literatura.
En los años 70 Fernández cambió Nueva York por Madrid, y luego se radicó en París, adonde viajó cuando una galería española expuso su pintura en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC) y donde contrajo matrimonio con una francesa, recuerda Fihman.
"Mi problema es que amo todo de esta perra vida", decía Fernández. Y sus fotos (que se pueden ver en el sito www.exponaute.com/jesse-fernandez/ ) son testimonio de ello.