Tras las fachadas destruidas en los combates se puede ver un columna de humo que sube hacia un despejado cielo azul. Ya hace días que las tropas iraquíes declararon la victoria sobre la milicia terrorista Estado Islámico (EI), pero, según Estados Unidos, están librando la batalla más dura casa por casa desde la Segunda Guerra Mundial.
Al EI todavía no se le ha vencido del todo, y eso que los yihadistas ya han capitulado. Al menos de forma simbólica. Justo a la derecha de la columna de humo debería verse el famoso minarete torcido de la mezquita Al Nuri. En esa mezquita fue donde el líder del Estado Islámico Abu Bakr Al Bagdadi, que al parecer ha muerto, se mostró públicamente por primera vez en 2014, cuando se encontraba en pleno apogeo de su poder.
A fines de junio los propios extremistas fueron los que convirtieron en ruinas ese lugar de oración, antes de que el Ejército iraquí lo pudiese conquistar. Para el jefe de Gobierno iraquí, Haider al Abadi, esa fue la forma en la que EI declaró su derrota.
La batalla increíblemente brutal de los últimos nueve meses para recuperar la segunda ciudad de Irak la ha dejado prácticamente irreconocible, convertida en un laberinto de escombros que sortean los jeeps militares y los tanques. Ninguna casa ha quedado en pie sin un impacto de disparo, y una capa de color grisáceo cubre toda la ciudad.
En algunas ruinas ondea una bandera iraquí. En los patios delanteros se pueden ver restos de coches encima de una montaña de escombros, así como cañerías y cables al aire. Y no obstante el vigilante que se encuentra delante de su tanque levanta los dedos haciendo el símbolo de victoria.
En medio de toda esta destrucción más absoluta se puede ver a una niña, que no tendrá más de diez años. Corre con una camiseta roja hasta el cruce. Ríe con esa despreocupación de los niños que en otras circunstancias estarían jugando en una plaza, pero en Mosul no quedan plazas o zonas arboladas donde jugar, sino montañas de arena y escombros donde se pueden ver armas automáticas.
Con un sol de justicia y el termómetro marcando 45 grados (Celsius) a la sombra, aparte de casas destruidas no queda nada. Bajo un tejado de lata doblado y convertido en un colador por los disparos, Mostafa Mohammed, vestido de uniforma de camuflaje azul, intenta protegerse.
El subteniente de la policía es un aguerrido combatiente. Cuenta que los combates fueron duros y que al final se ha conseguido proteger a los civiles. Y cuando se le pregunta si tuvo miedo de que un terrorista suicida acabase con su vida responde en presente: "Nosotros no tenemos miedo".
Nadie podía imaginar en octubre pasado, cuando comenzaron las operaciones militares, que la batalla sería tan terrible y larga. Justo aquí, al oeste del Tigris, la fanática resistencia de los extremistas ha generado matanzas de un numero ingente de personas. Los cálculos de las víctimas, por ahora, son estimativos.
Antes de que el EI se atrincherara en el centro de la ciudad, densamente poblado, los combatientes llevaron hasta allí a civiles de los pueblos vecinos, según documentó Amnistía Internacional. En algunos casos, los combatientes sellaron las puertas de las casas para impedir que huyeran. Y si sorprendían a alguien haciéndolo, lo colgaban de un poste de la luz.
Saif Essam, que vive en la zona, se estremece al recordar la noche en la que un combatiente del EI le sacó de la cama. "Nos sacaron a todos de nuestras casas cuando el barrio vecino fue liberado. Nos dijeron: 'Caminad delante de nosotros y detrás de nosotros', para que nadie les pudiera atacar", relata Essam, quien no sólo esa noche vio la muerte de cerca.
Tanto el Ejército iraquí como la coalición internacional liderada por Estados Unidos emplearon armamento pesado para reconquistar la ciudad. Combatieron de forma agresiva, tal vez incluso sin escrúpulos, pues muchos de los civiles al final se vieron ante la elección de morir a manos del EI o por el ataque de cazas y tanques.
Amnistía no descarta que se hayan cometido crímenes de guerra. Los cadáveres de inocentes siguen sepultados bajo los escombros. Testigos señalan que en el centro se siente un olor penetrante. Estos días Mosul es más un cementerio que una ciudad liberada.
"Desde el corazón de Mosul informamos de la victoria", anunció el lunes el primer ministro Al Abadi. Se trata de la recuperación total después de que miles de uniformados huyeran despavoridos de la ciudad en 2014 de unos cientos de yihadistas. Ahora debería haber terminado todo. Los militares dicen que ahora sólo quedan los trabajos de desescombro.
Sin embargo no de dejan de oir el estruendo de las armas y, según algunas informaciones todavía quedan un centenar de combatientes del EI atrincherados. Otras fuentes indican que decenas de efectivos de seguridad han muerto. El centro de la ciudad ha sido cerrado y de lo que allí está sucediendo no hay imágenes. Esas celebraciones que se vieron en la televisión estatal tampoco han vuelto a aparecer.
Sin embargo Essam, que tiene un local de comida, es optimista: "Creo que ahora podremos volver a vivir", dice este hombre de 32 años cuyo restaurante se encuentra en una calle grande no lejos del río Tigris. Durante el tiempo que estuvo el EI al mando, se sentía "asfixiado". Por ahora no podrá volver a abrir el local, pero al menos podrá servir algunas comidas.
Pero también Essam tiene miedo de que los extremistas se escapen en los coletazos de la batalla. El Estado Islámico está escapando para pasar a la clandestinidad, donde estuvo mucho tiempo antes de que comenzase a mandar en 2014, y ahí poco pueden hacer los cazas y tanques.
"Por supuesto que se ha liquidado el aparato de poder del EI en Mosul, pero la mentalidad de las personas que nos rodean sigue siendo la misma", dijo Tarek Salem. El hombre, con una cruz tatuada en el brazo, se refiere a la desconfianza de muchos iraquíes frente a los residentes sunitas en Mosul. Muchos de ellos recibieron al EI con los brazos abiertos.
Salem vive en un campamento de refugiados y no quiere volver a la periferia de Mosul, de donde huyó en 2014. Para las personas allí, él es simplemente un infiel. Mosul simplemente no es un lugar para los cristianos.
Al EI todavía no se le ha vencido del todo, y eso que los yihadistas ya han capitulado. Al menos de forma simbólica. Justo a la derecha de la columna de humo debería verse el famoso minarete torcido de la mezquita Al Nuri. En esa mezquita fue donde el líder del Estado Islámico Abu Bakr Al Bagdadi, que al parecer ha muerto, se mostró públicamente por primera vez en 2014, cuando se encontraba en pleno apogeo de su poder.
A fines de junio los propios extremistas fueron los que convirtieron en ruinas ese lugar de oración, antes de que el Ejército iraquí lo pudiese conquistar. Para el jefe de Gobierno iraquí, Haider al Abadi, esa fue la forma en la que EI declaró su derrota.
La batalla increíblemente brutal de los últimos nueve meses para recuperar la segunda ciudad de Irak la ha dejado prácticamente irreconocible, convertida en un laberinto de escombros que sortean los jeeps militares y los tanques. Ninguna casa ha quedado en pie sin un impacto de disparo, y una capa de color grisáceo cubre toda la ciudad.
En algunas ruinas ondea una bandera iraquí. En los patios delanteros se pueden ver restos de coches encima de una montaña de escombros, así como cañerías y cables al aire. Y no obstante el vigilante que se encuentra delante de su tanque levanta los dedos haciendo el símbolo de victoria.
En medio de toda esta destrucción más absoluta se puede ver a una niña, que no tendrá más de diez años. Corre con una camiseta roja hasta el cruce. Ríe con esa despreocupación de los niños que en otras circunstancias estarían jugando en una plaza, pero en Mosul no quedan plazas o zonas arboladas donde jugar, sino montañas de arena y escombros donde se pueden ver armas automáticas.
Con un sol de justicia y el termómetro marcando 45 grados (Celsius) a la sombra, aparte de casas destruidas no queda nada. Bajo un tejado de lata doblado y convertido en un colador por los disparos, Mostafa Mohammed, vestido de uniforma de camuflaje azul, intenta protegerse.
El subteniente de la policía es un aguerrido combatiente. Cuenta que los combates fueron duros y que al final se ha conseguido proteger a los civiles. Y cuando se le pregunta si tuvo miedo de que un terrorista suicida acabase con su vida responde en presente: "Nosotros no tenemos miedo".
Nadie podía imaginar en octubre pasado, cuando comenzaron las operaciones militares, que la batalla sería tan terrible y larga. Justo aquí, al oeste del Tigris, la fanática resistencia de los extremistas ha generado matanzas de un numero ingente de personas. Los cálculos de las víctimas, por ahora, son estimativos.
Antes de que el EI se atrincherara en el centro de la ciudad, densamente poblado, los combatientes llevaron hasta allí a civiles de los pueblos vecinos, según documentó Amnistía Internacional. En algunos casos, los combatientes sellaron las puertas de las casas para impedir que huyeran. Y si sorprendían a alguien haciéndolo, lo colgaban de un poste de la luz.
Saif Essam, que vive en la zona, se estremece al recordar la noche en la que un combatiente del EI le sacó de la cama. "Nos sacaron a todos de nuestras casas cuando el barrio vecino fue liberado. Nos dijeron: 'Caminad delante de nosotros y detrás de nosotros', para que nadie les pudiera atacar", relata Essam, quien no sólo esa noche vio la muerte de cerca.
Tanto el Ejército iraquí como la coalición internacional liderada por Estados Unidos emplearon armamento pesado para reconquistar la ciudad. Combatieron de forma agresiva, tal vez incluso sin escrúpulos, pues muchos de los civiles al final se vieron ante la elección de morir a manos del EI o por el ataque de cazas y tanques.
Amnistía no descarta que se hayan cometido crímenes de guerra. Los cadáveres de inocentes siguen sepultados bajo los escombros. Testigos señalan que en el centro se siente un olor penetrante. Estos días Mosul es más un cementerio que una ciudad liberada.
"Desde el corazón de Mosul informamos de la victoria", anunció el lunes el primer ministro Al Abadi. Se trata de la recuperación total después de que miles de uniformados huyeran despavoridos de la ciudad en 2014 de unos cientos de yihadistas. Ahora debería haber terminado todo. Los militares dicen que ahora sólo quedan los trabajos de desescombro.
Sin embargo no de dejan de oir el estruendo de las armas y, según algunas informaciones todavía quedan un centenar de combatientes del EI atrincherados. Otras fuentes indican que decenas de efectivos de seguridad han muerto. El centro de la ciudad ha sido cerrado y de lo que allí está sucediendo no hay imágenes. Esas celebraciones que se vieron en la televisión estatal tampoco han vuelto a aparecer.
Sin embargo Essam, que tiene un local de comida, es optimista: "Creo que ahora podremos volver a vivir", dice este hombre de 32 años cuyo restaurante se encuentra en una calle grande no lejos del río Tigris. Durante el tiempo que estuvo el EI al mando, se sentía "asfixiado". Por ahora no podrá volver a abrir el local, pero al menos podrá servir algunas comidas.
Pero también Essam tiene miedo de que los extremistas se escapen en los coletazos de la batalla. El Estado Islámico está escapando para pasar a la clandestinidad, donde estuvo mucho tiempo antes de que comenzase a mandar en 2014, y ahí poco pueden hacer los cazas y tanques.
"Por supuesto que se ha liquidado el aparato de poder del EI en Mosul, pero la mentalidad de las personas que nos rodean sigue siendo la misma", dijo Tarek Salem. El hombre, con una cruz tatuada en el brazo, se refiere a la desconfianza de muchos iraquíes frente a los residentes sunitas en Mosul. Muchos de ellos recibieron al EI con los brazos abiertos.
Salem vive en un campamento de refugiados y no quiere volver a la periferia de Mosul, de donde huyó en 2014. Para las personas allí, él es simplemente un infiel. Mosul simplemente no es un lugar para los cristianos.