Opinión
La historia argentina está marcada por la tragedia, muertes, dolor y a la vez por luchas y esperanzas de un pueblo en defensa de la vida y la dignidad, asumiendo la resistencia en el ayer y el hoy por construir una sociedad más justa y humana para todos. Es un largo caminar en el hacer democrático, en el derecho e igualdad para todos y todas.
La vida de toda persona es sagrada. Cuando se producen hechos violentos seguidos de muerte y les toca de cerca vivir la tragedia de la pérdida de un ser querido, se producen estados emocionales poco razonables y piensan que a una violencia hay que responderla con otra violencia mayor y piden aplicar la pena de muerte para quienes matan; reclaman seguridad frente a los chicos de la calle, a quienes les cargan todos los males posibles para justificar lo injustificable y no quieren comprender que están violentados por el paco y algunos cometen algún delito. Esos chicos son víctimas de una sociedad injusta que genera los miedos, el odio, la discriminación y el resentimiento.
En sociedades conflictivas como la nuestra, hay ciudadanos y ciudadanas que viven y sufren fuertes traumas psicológicos y angustia existencial, alimentados en parte por los medios de comunicación que fomentan la violencia cada minuto y de pseudo-periodistas que cínicamente y en forma cíclica pregonan la pena de muerte y la mano dura.
¿Cómo se llega a esta situación de violencia e incertidumbre? Hay muchos factores sociales, psicológicos y económicos, pero uno de ellos son los medios de comunicación. Basta ver las películas que emiten los canales televisivos, desde los dibujos animados para los niños cargados de violencia y las películas, de las cuales el 97 por ciento son de origen norteamericano cargadas de violencia, sexo y drogas.
Ese es el “alimento” que los medios de comunicación dan al pueblo, imponiendo la dominación cultural y la violencia. Es necesario un estudio sociológico y psicológico de los comportamientos sociales y la violencia en nuestra sociedad.
La señora diva del teléfono, afectada por el asesinato de su amigo y colaborador, como ella bien dijo ante las cámaras de televisión y a periodistas, porque tiene a su disposición los micrófonos: “Soy católica y no quiero la pena de muerte. Pero el que mata tiene que morir”. Esa actitud es anti-evangélica y nada tiene que ver con el mensaje de Jesús.
Otra de sus afirmaciones es: “Terminemos con los derechos humanos y esas estupideces”; “lo que digo es lo que piensa el país”, y continúa: “No sabés lo que es salir a la calle. El pueblo está desprotegido”; “La gente no tiene el poder para ser escuchada y hay que luchar para que el pueblo sea escuchado. Todo el mundo sabe dónde se vende la droga que enloquece a los chicos de las villas. Que sigan existiendo, eso es un crimen de lesa humanidad. Ahí tendrían que ir los derechos humanos a meterse porque están matando a una generación. Necesitamos una mano fuerte porque si no esto no va a parar”.
La diva del teléfono, Susana Giménez, que viaja en coche blindado y tiene guardaespaldas, se “desbocó” y su bronca se difundió por todos lados.
Analicemos cada una de sus declaraciones. Me recuerda a ese otro drama que nos duele a todos y al que en su momento los medios de comunicación le dieron “manija” hasta el cansancio, para imponer la mano dura y bajar la edad de imputabilidad a los menores y reclamar la pena de muerte: el asesinato del hijo de Juan Carlos Blumberg, quien llevó al Parlamento proyectos para que los legisladores sancionen leyes represivas. En nombre de la seguridad, generan mayor inseguridad.
Hoy la diva del teléfono está en la misma tesitura de reclamar mano dura, la pena de muerte, más seguridad y leyes represivas.
1 Una muerte no se resuelve con otra muerte, lo que tendremos serán dos muertes y nunca la solución del problema. En los países donde se impuso la pena de muerte, no disminuyó el delito.
2 Habló de los derechos humanos, “esas estupideces”. Su desprecio de los derechos humanos es preocupante. No sabe o no quiere conocer lo que hacen los organismos de DD.HH. en su permanente lucha contra la droga y el “maldito paco” que destruye la vida de los jóvenes y el trabajo para recuperarlos y que puedan sonreír a la vida con dignidad.
3 Hay que tener en cuenta que quien viola los DD.HH. es el Estado, y los organismos de DD.HH. son la conciencia y los valores de la sociedad en defensa de la vida y la dignidad de las personas y los pueblos; trabajando en áreas educativas, generando conciencia ciudadana en la construcción democrática y reclamando el derecho de Verdad y Justicia frente a la impunidad.
4 Cuando se cometen asesinatos, asaltos, robos, etc., son delitos que deben ser sancionados de acuerdo con las leyes vigentes. La legislación y leyes nacionales son buenas, los jueces deben aplicarlas correctamente y en tiempo. Lamentablemente hay veces que esto no sucede. Hay que mejorar y fortalecer al Poder Judicial y reclamar nombramientos de magistrados idóneos y con coraje.
5 Los chicos de la villa, dice la diva, que fuman el paco que los destruye y que los lleva al delito, “saben quiénes lo venden”. Sería bueno que informe a la Justicia sobre lo que conoce, que realice una denuncia formal y no sólo en el micrófono. Estamos de acuerdo en que debe combatirse a los traficantes de drogas de acuerdo con las normas, edictos y leyes vigentes por las fuerzas de seguridad.
Lo fundamental es generar en los jóvenes conciencia crítica y valores educativos y sociales y la esperanza de vida, seguridad y contención familiar. Sería bueno que se interiorice el trabajo que realizan muchas organizaciones en bien de los jóvenes.
6 Habría que preguntarle a la diva del teléfono y micrófono cuál es el país imaginario que tiene en su cabeza y en su lengua. Los simples ciudadanos que viajamos en tren, en subte, en colectivo y no tenemos coches blindados ni guardaespaldas que nos protejan, también reclamamos seguridad.
La seguridad no pasa por poner más policías y leyes más severas. Pasa por superar la violencia estructural y social, con políticas de prevención y educación.
7 Sería saludable que la diva se acercara a los chicos en estado de riesgo social, que viven en la calle y están hambreados, que sufren el frío, el calor y son sometidos al paco y a la violencia social, y les pregunte: ¿cuál es su seguridad? La diva del teléfono debe saber que por día mueren en el país más de veinticinco niños de hambre y enfermedades evitables (informe de Unicef).
8 Debe saber que el año pasado murieron diecinueve indígenas en el Chaco de hambre, por la devastación de los montes naturales, y que los responsables son los gobernantes nacionales y provinciales, empresas mineras y los sojeros en las provincias. Que la devastación de las tierras, los bosques y el agua llevan a la muerte, a la pobreza y la marginalidad. Que continúan muriendo niños indígenas y que las comunidades son reprimidas y que muchas víctimas están en las periferias de las grandes ciudades, hambreados y faltos de recursos, a quienes no se les reconocen sus derechos. El Movimiento de los Chicos del Pueblo dice que “el hambre es un crimen”.
9 La diva Susana Giménez dijo: “Me llamó todo el mundo”, para apoyar sus barbaridades. ¿Quiénes son todo el mundo? Cuando se habla más rápido de lo que se piensa, vienen los problema que en manos de personas mediáticas y populares hacen mucho daño a la sociedad. Jamás hemos oído en su programa que la diva hablara de la seguridad de los niños indígenas, de los campesinos, de los daños provocados por empresas mineras, la destrucción del medio ambiente por los sojeros y la destrucción de la biodiversidad.
Mientras avanzan las investigaciones sobre el asesinato de Lanzavecchia, amigo de la diva, se va comprobando que fue un hecho pasional, brutal y repudiable y que los responsables deben ser llevados ante la Justicia para ser sancionados de acuerdo con la ley vigente. El derecho de Verdad y Justicia debe ser para todos.
10 Por último, sería importante que Susana Giménez se interiorizara del trabajo realizado por los organismos de derechos humanos, que según ella son “estupideces”, que durante treinta años vienen luchando por la Verdad y la Justicia, para recuperar la dignidad y para que nunca más vuelva a ocurrir la tragedia que sufrió nuestro pueblo.
Muchas otras organizaciones trabajan en bien de nuestra sociedad y lo hacen sin micrófono de por medio, silenciosamente, día a día; son religiosos y religiosas, organizaciones sociales, educativas, personas de buena voluntad que asumen con amor y responsabilidad estar al servicio del prójimo. Debería aprender a utilizar correctamente las palabras y no vaciarlas de contenido.
Adolfo Pérez Esquivel
* Presidente del Serpaj, Premio Nobel de la Paz.