El nacionalista de izquierda de 64 años es el candidato presidencial que lidera los sondeos de intención de voto y, según dijo, ha logrado "limar asperezas" con un grupo que se mostraba bastante inquieto ante sus propuestas y retórica.
La semana pasada López Obrador se reunió con la élite empresarial, el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), con la intención de aclarar todas sus dudas y extender puentes. El encuentro terminó con el acuerdo de que en caso de que el veterano político sea elegido presidente, los inversionistas colaborarán con él.
"Lo más importante es que hay el acuerdo de que, si ganamos, vamos a tener una relación de cooperación entre el sector privado y el sector público. Va a haber acuerdos para impulsar el desarrollo, para que mejore la situación económica y social del país", manifestó.
El acontecimiento ha llevado a que la prensa local hable de una "tregua" y un "acercamiento" entre ambas partes, una situación que para algunos analistas es positiva, debido a la altas probabilidades que tiene López Obrador de resultar victorioso en los comicios.
La encuesta más reciente lo sitúa en la cima de popularidad con un 37,2 por ciento de "preferencia bruta", 17 puntos arriba del segundo favorito, el abanderado de una coalición de centroderecha y centroizquierda, Ricardo Anaya.
Así, el ex alcalde de la Ciudad de México (2000-2005) ha logrado consolidar una diferencia de 20 puntos en promedio respecto a Anaya y se sitúa más lejos del tercero en carrera, el oficialista José Antonio Meade. Un cambio de tendencia drástico parece poco probable a estas alturas.
Para López Obrador esta es su tercera candidatura a la presidencia de México, la segunda mayor economía de América Latina, y desde el inicio de la contienda electoral quedó claro que varias de sus propuestas chocaban con el empresariado.
Acusó a varios de ser "traficantes de influencias", llamó "minoría rapaz" a un grupo que se reunió con Anaya y afirmó que muchos se enriquecieron a partir de la privatización de empresas estatales en el Gobierno de Carlos Salinas (1988-1994).
También dijo que revisará contratos otorgados a capitales privados para la explotación y exploración de petróleo y que podría suspender la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, en el que la mayor inversión es del sector privado.
Sin embargo, antes de su reunión con el CMN, AMLO, acrónimo por el que es conocido, ya había lanzado frases tranquilizadoras en busca de disipar temores. "Tengan confianza", les dijo en abril en una carta pública y en varias ocasiones ha descartado expropiaciones o la vuelta a un "modelo del pasado".
El líder del CMN, Alejandro Ramírez, lo increpó por los calificativos usados en contra del sector. "El respeto es una condición indispensable para la generación de confianza", dijo y aseveró que las empresas privadas necesitan que el Gobierno "propicie un ambiente de confianza para realizar inversiones".
"Fue una reunión constructiva de mucho respeto. Se aclararon muchas cosas, fue muy buena la comunicación. Yo les diría que fue muy buena para las relaciones entre nosotros y muy buena para el país. Se limaron asperezas", declaró López Obrador.
Según el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, el candidato también dijo que la construcción del nuevo aeropuerto capitalino podría ser viable. Otro avance en la complicada relación.
Pero no todos son tan optimistas sobre esta "tregua". Mario Maldonado, columnista del diario "El Universal", dijo el domingo en Noticieros Televisa que López Obrador parecía haber accedido a la reunión con los empresarios "un poco forzado, probablemente por sus asesores".
Además, al día siguiente del encuentro, el hombre propuesto por AMLO para ser su ministro de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez, contradijo lo dicho por Castañón e indicó que pedirían suspender temporalmente el proyecto del aeropuerto para revisar los contratos.
"Andres Manuel tiene a sus demonios sueltos en su propio equipo", agregó Maldonado.
En lo que todos concuerdan es en que, tras los llamados de algunos empresarios a sus trabajadores al "voto útil" y a no votar por el "populismo", las descalificaciones de uno y otro lado han parado, al menos por el momento.
La semana pasada López Obrador se reunió con la élite empresarial, el Consejo Mexicano de Negocios (CMN), con la intención de aclarar todas sus dudas y extender puentes. El encuentro terminó con el acuerdo de que en caso de que el veterano político sea elegido presidente, los inversionistas colaborarán con él.
"Lo más importante es que hay el acuerdo de que, si ganamos, vamos a tener una relación de cooperación entre el sector privado y el sector público. Va a haber acuerdos para impulsar el desarrollo, para que mejore la situación económica y social del país", manifestó.
El acontecimiento ha llevado a que la prensa local hable de una "tregua" y un "acercamiento" entre ambas partes, una situación que para algunos analistas es positiva, debido a la altas probabilidades que tiene López Obrador de resultar victorioso en los comicios.
La encuesta más reciente lo sitúa en la cima de popularidad con un 37,2 por ciento de "preferencia bruta", 17 puntos arriba del segundo favorito, el abanderado de una coalición de centroderecha y centroizquierda, Ricardo Anaya.
Así, el ex alcalde de la Ciudad de México (2000-2005) ha logrado consolidar una diferencia de 20 puntos en promedio respecto a Anaya y se sitúa más lejos del tercero en carrera, el oficialista José Antonio Meade. Un cambio de tendencia drástico parece poco probable a estas alturas.
Para López Obrador esta es su tercera candidatura a la presidencia de México, la segunda mayor economía de América Latina, y desde el inicio de la contienda electoral quedó claro que varias de sus propuestas chocaban con el empresariado.
Acusó a varios de ser "traficantes de influencias", llamó "minoría rapaz" a un grupo que se reunió con Anaya y afirmó que muchos se enriquecieron a partir de la privatización de empresas estatales en el Gobierno de Carlos Salinas (1988-1994).
También dijo que revisará contratos otorgados a capitales privados para la explotación y exploración de petróleo y que podría suspender la construcción del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México, en el que la mayor inversión es del sector privado.
Sin embargo, antes de su reunión con el CMN, AMLO, acrónimo por el que es conocido, ya había lanzado frases tranquilizadoras en busca de disipar temores. "Tengan confianza", les dijo en abril en una carta pública y en varias ocasiones ha descartado expropiaciones o la vuelta a un "modelo del pasado".
El líder del CMN, Alejandro Ramírez, lo increpó por los calificativos usados en contra del sector. "El respeto es una condición indispensable para la generación de confianza", dijo y aseveró que las empresas privadas necesitan que el Gobierno "propicie un ambiente de confianza para realizar inversiones".
"Fue una reunión constructiva de mucho respeto. Se aclararon muchas cosas, fue muy buena la comunicación. Yo les diría que fue muy buena para las relaciones entre nosotros y muy buena para el país. Se limaron asperezas", declaró López Obrador.
Según el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón, el candidato también dijo que la construcción del nuevo aeropuerto capitalino podría ser viable. Otro avance en la complicada relación.
Pero no todos son tan optimistas sobre esta "tregua". Mario Maldonado, columnista del diario "El Universal", dijo el domingo en Noticieros Televisa que López Obrador parecía haber accedido a la reunión con los empresarios "un poco forzado, probablemente por sus asesores".
Además, al día siguiente del encuentro, el hombre propuesto por AMLO para ser su ministro de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez, contradijo lo dicho por Castañón e indicó que pedirían suspender temporalmente el proyecto del aeropuerto para revisar los contratos.
"Andres Manuel tiene a sus demonios sueltos en su propio equipo", agregó Maldonado.
En lo que todos concuerdan es en que, tras los llamados de algunos empresarios a sus trabajadores al "voto útil" y a no votar por el "populismo", las descalificaciones de uno y otro lado han parado, al menos por el momento.