La soprano Patricia Petibon exhibe en Salzburgo los encantos de su Lulú


SALZBURGO, Benoît Fauchet, (AFP) - Después de Ginebra y antes de Barcelona, la soprano francesa Patricia Petibon demuestra en Salzburgo su dominio de la siempre temible "Lulú", aunque la puesta en escena de la búlgara Vera Nemirova no le ayude a componer su personaje.



La soprano Patricia Petibon exhibe en Salzburgo los encantos de su Lulú
El Festival de Salzburgo acoge desde el domingo y hasta el 17 de agosto seis representaciones de la segunda ópera de Alban Berg (1885-1935) en su versión en tres actos, el último completado por Friedrich Cerha a partir de los apuntes del compositor.
El festival siente debilidad por los artistas plásticos: después de Jonathan Meese en el "Dionysos" de Wolfgang Rihm, otro representante del arte contemporáneo alemán, el cotizado Daniel Richter, firma la escenografía de esta nueva producción.
Tiene sentido recurrir a un pintor para decorar "Lulú": la obra tiene uno. Ese personaje es uno de los tres hombres a los que la heroína provocará la muerte más o menos indirectamente después de seducirlos, antes de acabar ella acuchillada por Jack El Destripador.
El arte de Daniel Richter, presentado en grandes telas que se descuelgan violentamente en los cambios de escena, tiene su encanto. La pintura que chorrea sobre una mujer desnuda (acto I), una multitud de rostros inquietantes de contornos mal definidos (II), un bosque invernal (III) componen una propuesta estética más bien seductora.
Sin embargo, esto no basta para lograr el éxito del espectáculo, que requiere tanto o más de un director para darle forma.
Vera Nemirova, búlgara formada e instalada en Alemania, no va hasta el final de sus ideas. Para "liberar a Lulú de las imágenes de mujer fatal devoradora de hombres o eterna mujer infantil" es necesario tener en cuenta su dimensión de mito, explica en el programa de mano.
Pero del dicho al hecho hay un buen trecho, que no recorre esta puesta en escena poco legible, inadaptada al lugar (la anchura del plató está desaprovechada) y que a veces cede a la facilidad (la velada parisina del acto III se desarrolla en la sala, decorada con bolas de cristalitos con un aire un poco visto).
A la figura mítica prometida le cuesta emerger, mientras que la realidad carnal y escandalosa de Lulú, sin embargo esencial, está muy atenuada.
En Ginebra, donde debutó en febrero con este personaje, Patricia Petibon encontró en el francés Olivier Py un teatro de otra dimensión, a la vez profundo y fascinante de virtuosismo, vertiginoso como una rueda de la fortuna que conduce a Lulú de la gloria a la decadencia.
Aquí, la soprano ligera, joven cuadragenaria, parece de primeras menos radiante, y su voz de formato moderado un poco perdida en la vasta Felsenreitschule. Pero su canto no está desprovisto de seducción y tutea con facilidad el agudo estratosférico, por no decir histérico, que requiere la partitura.
Bien secundada vocalmente (el doctor Schön lleno de autoridad del barítono Michael Volle, la Geschwitz distinguida de la mezzo Tanja Ariane Baumgartner...), Patricia Petibon se reencuentra confiada con el director de orquesta de sus primeros pasos como Lulú, el alemán Marc Albrecht.
Albrecht ofrece una batuta precisa, capaz de dirigir a la Filarmónica de Viena en una música -y es vienesa- que tampoco es exactamente su especialidad, y al mismo tiempo realzar con moderación la belleza de sus pupitres (sobre todo las cuerdas).
Este Berg, que responde a una sintaxis dodecafónica rigurosa, no carece de sensualidad.
Lunes, 2 de Agosto 2010
AFP (Agence France-Presse)
           


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