IMMA FERNÁNDEZ
BARCELONA
Federico García Lorca se estrena en el Teatre Nacional de Catalunya con todo el boato que merece. Núria Espert y Rosa Maria Sardà coinciden por primera vez sobre un escenario dirigidas por Lluís Pasqual, otro grande de la escena. Ellas son la madre tirana y La Poncia, respectivamente, en la tragedia más universal del poeta granadino, La casa de Bernarda Alba, que se estrenará el 29 de abril. BARCELONA
«Lorca decía que el teatro es la poesía que abandona el libro, se levanta y se hace humana», contó ayer el director catalán, que justificó la elección de la Sala Petita para representar un montaje de altos vuelos: «Quiero que el público, situado a ambos lados del escenario, sienta toda su fuerza. Es una obra para voyeurs. Como si alguien hiciera un agujero en la pared, mirara lo que sucede en la casa y sintiera la humanidad terrible de los personajes».
DOCE MUJERES / Un suelo de azulejos claros, sillas de madera antiguas y un entoldado. Y bajo él, un puñado de mujeres vestidas de negro gobernadas por el látigo de la intolerancia. La docena de actrices del reparto ha iniciado ya los ensayos a las órdenes del único hombre. Lorca escribió la obra en 1936, con el subtítulo Drama de mujeres en los pueblos de España, y a Pasqual le ha parecido muy oportuno recuperarla ahora, «en un momento en que la sociedad se empieza a impregnar de memoria histórica». «No podemos analizar el presente y mirar hacia el futuro sin conocer el pasado», declaró el prestigioso director, que definió la tragedia como «una fotografía» de la época. «Parece una obra naturalista. Se muestra hasta qué punto puede llegar la intransigencia atávica del poder y cómo si se le pone una tapadera de plomo a la pasión, el sexo o el amor, al final revienta».
Las que no pretenden disputarse el poder sobre la tarima son las dos damas protagonistas. «Esto no es un concurso ni una competición. Somos profesionales y vamos a trabajar a favor de la obra», espetó Sardà, que antes había admitido: «De todos los aquí presentes, yo soy la que menos sabe de Lorca, aunque soy una gran lectora y tengo todos sus libros». Parapetada tras sus habituales gafas oscuras, la actriz le echó chispa al multitudinario encuentro con los medios: «Pasqual me ha hecho muchos regalos teatrales. Siempre que tenía una mujer que se moría de alguna cosa me lo ofrecía. La única vez que no me mata es esta».
El director valoró del dúo estelar su gran intelecto. «Es algo que no se puede interpretar; se ha de tener y ambas son muy inteligentes. Y necesitaba asimismo gente capaz de llegar a la temperatura trágica». A ella contribuyen también Rosa Vila (Angustias), Marta Marco (Magdalena), Nora Navas (Amelia), Rebeca Valls (Martirio) y Almudena Lomba (Adela), las cinco hijas de Bernarda y, en otros papeles, Teresa Lozano, Tilda Espluga, Marta Martorell, Montse Morillo y Bàrbara Mestanza.
Además, en una escena aparecen 30 figurantes. Pasqual quería también un caballo (como metáfora de Pepe Romano). Pero, ante las dificultades que entrañaba –la obra irá a Madrid y después de gira–, ha tenido que conformarse con un cordero.