El primer ministro iraquí Haider al Abadi felicitó a las fuerzas de seguridad por haber logrado una "victoria importante" contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI) en Mosul, pero los combates continuaban este miércoles en la ciudad septentrional.
Más de ocho meses después del lanzamiento de la ofensiva para arrebatar Mosul al EI, los yihadistas controlan solamente una pequeña zona en el oeste de la segunda ciudad más importante del país, pero resisten ferozmente, multiplicando los atentados suicidas en los últimos días.
Abadi felicitó a su pueblo, a las fuerzas de seguridad y a los jefes religiosos chiitas, en una declaración transmitida por televisión el martes por la noche.
Pero en el casco antiguo de Mosul, el ruido de armas automáticas, disparos de mortero y bombardeos aéreos prueban que la batalla aún no termina.
Las tropas iraquíes lanzaron el 17 de octubre la batalla para retomar Mosul, conquistada por el EI en 2014. Actualmente habría algunos centenares de yihadistas, en su mayoría extranjeros, acorralados en un pequeño sector del casco antiguo.
Pase lo que pase, la pérdida de Mosul no implica el fin de la guerra contra el EI, que controla aún varias zonas en Irak y en Siria.
En la línea del frente, en el casco viejo de la ciudad antigua, las fuerzas de élite antiterroristas (CTS) llegaron a unos 200 metros del río Tigris, donde los yihadistas se han atrincherado en varias casas.
"Solo estamos a 200 metros del Tigris", declaró a la AFP el teniente coronel Haider Hussein, comandante de una unidad del CTS, en una casa retomada al EI.
"Nuestros enemigos utilizan kamikazes a pie, en especial mujeres, que esperan en las casas y se hacen explotar o disparan cuando entramos", agregó.
"Es la única estrategia que les queda, ya no pueden combatir a distancia pues nuestras fuerzas controlan la situación", dijo el comandante y precisó que la mayoría de los últimos yihadistas en Mosul "son extranjeros".
Frente a la casa donde está apostada parte de su unidad, yace un cuerpo de mujer cubierto por una túnica negra. Según los militares, se trata de una kamikaze que trató de hacerse explotar una hora antes.
"Instalamos corredores de evacuación seguros para que los civiles puedan salir" y éstos son requisados "para garantizar que ningún kamikaze se mezcle entre ellos", añadió el teniente coronel Hussein.
En el laberinto de la medina milenaria, se oían disparos de armas automáticas entre dos ataques aéreos, así como disparos de obuses y otras explosiones.
En las callejuelas yacen vestimentas y objetos diversos abandonados por los civiles recién liberados por el avance de las fuerzas iraquíes, tras haber vivido durante meses bajo el yugo del EI, que los utilizaban como escudos humanos.
Desde algunos rincones se desprende el insoportable olor de los cadáveres abandonados por los yihadistas, o de los cuerpos que yacen bajo casas derrumbadas sobre combatientes o civiles. Charcos de sangre salen a ras de tierra desde el interior de las casas hacia la calle por debajo de las puertas.
Miembros de las CTS recorren los alrededores con perros especializados en busca de los objetos explosivos que han causado muchas víctimas entre las fuerzas de seguridad.
Las CTS se desplazan hacia el frente por pequeños pasajes, huecos abiertos en los muros o por las ventanas.
Bajo el calor asfixiante del verano el suministro de víveres a las tropas lo hacen a pie, desde el otro lado del casco antiguo, soldados que cargan agua, melones, platos de arroz y pedazos de hielo.
Los civiles seguían llegando del frente, como dos mujeres y tres hijas que pudieron seguir su camino tras ser registradas por los soldados.
"Mi marido murió por un disparo de mortero cuando iba a comprar leche para nuestra niña" y "mi padre fue ejecutado por el EI cuando tratamos de huir" hace un mes, dijo a un soldado una de esas mujeres, que temblaban y lloraban.
Más de ocho meses después del lanzamiento de la ofensiva para arrebatar Mosul al EI, los yihadistas controlan solamente una pequeña zona en el oeste de la segunda ciudad más importante del país, pero resisten ferozmente, multiplicando los atentados suicidas en los últimos días.
Abadi felicitó a su pueblo, a las fuerzas de seguridad y a los jefes religiosos chiitas, en una declaración transmitida por televisión el martes por la noche.
Pero en el casco antiguo de Mosul, el ruido de armas automáticas, disparos de mortero y bombardeos aéreos prueban que la batalla aún no termina.
Las tropas iraquíes lanzaron el 17 de octubre la batalla para retomar Mosul, conquistada por el EI en 2014. Actualmente habría algunos centenares de yihadistas, en su mayoría extranjeros, acorralados en un pequeño sector del casco antiguo.
Pase lo que pase, la pérdida de Mosul no implica el fin de la guerra contra el EI, que controla aún varias zonas en Irak y en Siria.
En la línea del frente, en el casco viejo de la ciudad antigua, las fuerzas de élite antiterroristas (CTS) llegaron a unos 200 metros del río Tigris, donde los yihadistas se han atrincherado en varias casas.
"Solo estamos a 200 metros del Tigris", declaró a la AFP el teniente coronel Haider Hussein, comandante de una unidad del CTS, en una casa retomada al EI.
"Nuestros enemigos utilizan kamikazes a pie, en especial mujeres, que esperan en las casas y se hacen explotar o disparan cuando entramos", agregó.
"Es la única estrategia que les queda, ya no pueden combatir a distancia pues nuestras fuerzas controlan la situación", dijo el comandante y precisó que la mayoría de los últimos yihadistas en Mosul "son extranjeros".
- Olor a muerte -
Frente a la casa donde está apostada parte de su unidad, yace un cuerpo de mujer cubierto por una túnica negra. Según los militares, se trata de una kamikaze que trató de hacerse explotar una hora antes.
"Instalamos corredores de evacuación seguros para que los civiles puedan salir" y éstos son requisados "para garantizar que ningún kamikaze se mezcle entre ellos", añadió el teniente coronel Hussein.
En el laberinto de la medina milenaria, se oían disparos de armas automáticas entre dos ataques aéreos, así como disparos de obuses y otras explosiones.
En las callejuelas yacen vestimentas y objetos diversos abandonados por los civiles recién liberados por el avance de las fuerzas iraquíes, tras haber vivido durante meses bajo el yugo del EI, que los utilizaban como escudos humanos.
Desde algunos rincones se desprende el insoportable olor de los cadáveres abandonados por los yihadistas, o de los cuerpos que yacen bajo casas derrumbadas sobre combatientes o civiles. Charcos de sangre salen a ras de tierra desde el interior de las casas hacia la calle por debajo de las puertas.
Miembros de las CTS recorren los alrededores con perros especializados en busca de los objetos explosivos que han causado muchas víctimas entre las fuerzas de seguridad.
Las CTS se desplazan hacia el frente por pequeños pasajes, huecos abiertos en los muros o por las ventanas.
Bajo el calor asfixiante del verano el suministro de víveres a las tropas lo hacen a pie, desde el otro lado del casco antiguo, soldados que cargan agua, melones, platos de arroz y pedazos de hielo.
Los civiles seguían llegando del frente, como dos mujeres y tres hijas que pudieron seguir su camino tras ser registradas por los soldados.
"Mi marido murió por un disparo de mortero cuando iba a comprar leche para nuestra niña" y "mi padre fue ejecutado por el EI cuando tratamos de huir" hace un mes, dijo a un soldado una de esas mujeres, que temblaban y lloraban.