Josep Tarradellas, en 1937
Con esta contundente reflexión, escrita seguramente sobre sus propias rodillas, definía el conseller primer de la Generalitat Josep Tarradellas al president Lluís Companys. La nota, fechada el 27 de enero de 1939 (el día después de que Barcelona cayera en manos franquistas) y escrita en el castillo de Figueres, pone punto final a una estremecedora narración de los últimos 23 días de la guerra civil. La costumbre de Tarradellas de dejar por escrito muchas vivencias permite ahora destapar el tortuoso camino que siguió el Gobierno catalán durante la contienda. Narró sin ambages sus diferencias con Companys por su acercamiento a las fuerzas comunistas. De hecho, además del president mártir, los «necios» y «cobardes» a los que aludió antes de dejar Catalunya eran el presidente de la República, Manuel Azaña, y el jefe del Gobierno, Juan Negrín.
Un vivencia en primera persona, pero narrada en nombre de un Gobierno, es lo que aportan tres textos inéditos que Tarradellas escribió entre 1937 y 1939, que guardó durante 38 años y que ahora salen a la luz en el segundo volumen de Crònica de la guerra civil a Catalunya (Edicions Dau), presentado ayer en la Diputación de Barcelona. En el primero de esos documentos, escrito en abril de 1937, quien sería décadas más tarde el 125° presidente de la Generalitat ya advertía a Companys y al resto de los partidos de que, viendo el devenir de la guerra, si las fuerzas políticas catalanas no se mantenían unidas, llegarían «días de dolor para la República y para Catalunya». Solo 12 días después, las distintas izquierdas se enfrentaban en la calle, en los conocidos como Fets de Maig.
A Negrín le reprochó la falta de recursos para los refugiados y que censurase la escasa colaboración catalana con el Gobierno español, cuando Catalunya se volcó en la industria de la guerra y en la enseñanza laica.
EMPEÑO CON UGT Y CNT / El estilo que utilizaba Tarradellas en sus dietarios combina la visión más descarnada de la guerra civil –muchas de las reflexiones están escritas mientras huía de los bombardeos– con una afinada descripción de la situación política, en especial de sus intensas negociaciones con la UGT y la CNT, a las que Tarradellas se empeñó en incluir en su Gobierno de unidad para alejarlas de la órbita de la URSS.
No obstante, el historiador Jordi Casassas, autor del volumen, explica que «la gran tensión política» durante la guerra se dirime dentro de ERC, entre los partidarios de mantener la autonomía de Catalunya y los «supeditados a las orientaciones del Partido Comunista». En este último grupo incluía Tarradellas a Companys: «Creo sinceramente que es un instrumento directo de los comunistas, que no se dan cuenta de que su posición o acaba con una guerra civil entre nosotros o con el ridículo».
En una visita a Tarragona, Tarradellas pudo constatar, con el mismo grado de brutalidad en la descripción, que la batalla del Ebro estaba perdida. «A la División 42 le quedan en pie unos 700 hombres, todos los demás son prisioneros, muertos o heridos. La gesta de los carabineros es la máxima de la indignación de nuestra gente, parece que unos 5.000 se entregarán y otros no combatirían. [Juan] Modesto y [Enrique] Líster, como si no existiesen».
A pesar de la prevención con la que le trataba, los dietarios dejan claro que la lealtad de conseller a president nunca estuvo en peligro.
Un vivencia en primera persona, pero narrada en nombre de un Gobierno, es lo que aportan tres textos inéditos que Tarradellas escribió entre 1937 y 1939, que guardó durante 38 años y que ahora salen a la luz en el segundo volumen de Crònica de la guerra civil a Catalunya (Edicions Dau), presentado ayer en la Diputación de Barcelona. En el primero de esos documentos, escrito en abril de 1937, quien sería décadas más tarde el 125° presidente de la Generalitat ya advertía a Companys y al resto de los partidos de que, viendo el devenir de la guerra, si las fuerzas políticas catalanas no se mantenían unidas, llegarían «días de dolor para la República y para Catalunya». Solo 12 días después, las distintas izquierdas se enfrentaban en la calle, en los conocidos como Fets de Maig.
A Negrín le reprochó la falta de recursos para los refugiados y que censurase la escasa colaboración catalana con el Gobierno español, cuando Catalunya se volcó en la industria de la guerra y en la enseñanza laica.
EMPEÑO CON UGT Y CNT / El estilo que utilizaba Tarradellas en sus dietarios combina la visión más descarnada de la guerra civil –muchas de las reflexiones están escritas mientras huía de los bombardeos– con una afinada descripción de la situación política, en especial de sus intensas negociaciones con la UGT y la CNT, a las que Tarradellas se empeñó en incluir en su Gobierno de unidad para alejarlas de la órbita de la URSS.
No obstante, el historiador Jordi Casassas, autor del volumen, explica que «la gran tensión política» durante la guerra se dirime dentro de ERC, entre los partidarios de mantener la autonomía de Catalunya y los «supeditados a las orientaciones del Partido Comunista». En este último grupo incluía Tarradellas a Companys: «Creo sinceramente que es un instrumento directo de los comunistas, que no se dan cuenta de que su posición o acaba con una guerra civil entre nosotros o con el ridículo».
En una visita a Tarragona, Tarradellas pudo constatar, con el mismo grado de brutalidad en la descripción, que la batalla del Ebro estaba perdida. «A la División 42 le quedan en pie unos 700 hombres, todos los demás son prisioneros, muertos o heridos. La gesta de los carabineros es la máxima de la indignación de nuestra gente, parece que unos 5.000 se entregarán y otros no combatirían. [Juan] Modesto y [Enrique] Líster, como si no existiesen».
A pesar de la prevención con la que le trataba, los dietarios dejan claro que la lealtad de conseller a president nunca estuvo en peligro.