-Buenos días, Vasily. Primero fue Túnez, y ahora explotó Egipto. ¿Podemos afirmar que se trata de una tendencia y que dentro de poco se sublevarán todos los pueblos del mundo árabe, tanto del Magreb y África como de Oriente Próximo?
V.K.: Sí, tal tendencia existe. Ya somos testigos de la sublevación del pueblo en Jordania y Yemen, de una oleada de intentos de inmolaciones en el mundo árabe, por ejemplo, en Argelia y hasta en Mauritania.
La cuestión radica en la capacidad de esos movimientos de alcanzar las proporciones de una revolución, de recibir el apoyo amplio de las masas y de triunfar.
Es poco probable que el guión de Túnez y también el de Egipto se repitan en plena medida en alguna otra parte.
En Facebook se propaga enérgicamente el llamamiento a organizar protestas masivas en Siria el 5 de febrero. Pero el régimen sirio es mucho más duro que el tunecino o el egipcio. Siria podría aplastar con mayor contundencia cualquier tipo de manifestaciones.
Existe otro aspecto importante. Siempre que empiezan nuevas protestas, se aprovecha la experiencia anterior – la de Túnez en Egipto y la de Egipto en cualquier otro país árabe – es como un fósforo que enciende la hoguera.
Los sucesos hay que interpretarlos partiendo de la realidad concreta. En Túnez, los manifestantes protestaron contra el régimen gobernante y ahora exigen implantar un orden liberal-democrático.
Pero en Egipto de momento solamente se plantea la renuncia de Mubarak y no hay ninguna garantía de que vaya a establecerse una democracia liberal. Pues los “hermanos musulmanes” siguen siendo una fuerza influyente en Egipto.
En cuanto a Yemen, la experiencia de Egipto y Túnez intensificó las conmociones en ese país, pero la situación allí ya es tensa desde hace mucho. En Yemen nadie plantea la institución de una democracia liberal sino de cambio de élites. Puede surgir una confrontación entre las confesiones y entre las tribus, o sea la lucha interna en una sociedad tradicional.
-¿Por qué estos acontecimientos ocurrieron precisamente en enero de 2011? ¿Porque se agotó la paciencia del pueblo o por un estímulo desde exterior?
V.K.: No creo que se pueda hablar en serio de un estímulo exterior. Tenemos dos ejemplos concretos que se distinguen entre sí. En Túnez todo empezó el 17 de diciembre de 2010, cuando Mohamad Buazizi se prendió fuego ante la sede de la administración de Sidi Buzid. El suceso dio impulso a todo lo ulterior.
La causa de ese tipo de comportamientos siempre es la misma: la humillación social, una renuncia a afrontar la realidad. Es un nerviosismo que se apodera de la sociedad.
Al parecer, los tunecinos no se conciben como árabes sino más bien como una nación mediterránea y se comparan con países como España, Grecia e Italia. Muchos viajaron a Europa.
La oleada de protestas nació de la aspiración a tener una vida mejor.
¿Por qué las protestas comenzaron en este momento concreto? Hay que verlo. Conviene señalar que Túnez es un país de poca violencia política. Durante toda la historia desde su independencia hubo solamente un asesinato político, además nunca fue probado.
Supongo que influyó mucho la situación configurada en la élite gobernante. El Ejército de hecho se puso del lado de los manifestantes, se negó a disparar contra la multitud. No opuso resistencia, y sucedió lo que sucedió. Una mezcla entre los factores psicológicos, por una parte, y el conflicto entre el Ejército, la policía y las autoridades, por la otra, permitió aquel resultado.
En Egipto la situación es completamente distinta. Allí ha existido tensión y se esperaba tal desarrollo de los acontecimientos. En otoño se celebraron las elecciones parlamentarias, en las que fue aplastada la oposición.
En la composición del Legislativo egipcio de 2005, 88 escaños de los 450 fueron ocupados por los Hermanos Musulmanes, una organización prohibida, cuyos miembros figuraron en la lista de candidatos independientes. Esta vez no les dejaron pasar.
¿Será porque el pueblo empezó a simpatizar con las autoridades o se decepcionaron de los Hermanos Musulmanes? Pues no.
Circularon rumores sobre falsificaciones masivas en los comicios. ¿Por qué pudieron ocurrir? ¿Para aumentar la decepción y potenciar los ánimos de protesta? ¿O porque las autoridades se preparan para sustituir a Hosni Mubarak por Gamal Mubarak? Eran guiones que se comentaron a finales de 2010. Pero ahora la tensión en Egipto más los sucesos de Túnez dieron el resultado que tenemos. Pero las causas eran distintas. En Túnez, de carácter socio-psicológico. En el país existen grandes dificultades económicas más un régimen político degradante.
-¿Cómo comentaría usted la reacción de la comunidad mundial ante lo ocurrido? Da la impresión de que el único país a que preocupa el destino de Hosni Mubarak es Israel, que por lo menos emite declaraciones.Los demás países, incluidos EEUU y Rusia, mantienen la posición de observador imparcial preocupado por los derechos humanos solamente. Que no disparen contra la gente, que procuren evitar víctimas. Parecen estar esperando algo.
V.K.: Convendría recordar la famosa frase de Roosevelt: “Es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”. Es que la comunidad mundial durante los últimos decenios aplicó una política de doble rasero con respecto a los regímenes árabes.
Por una parte los criticó por la falta de respeto a los derechos humanos, por el autoritarismo. Pero por la otra, todo el mundo fue testigo de los sucesos de Argelia.
¿Si no existiese el autoritarismo, qué habría sucedido? Si queremos jugar a la democracia en los países árabes, al poder subirán los islamistas. Entonces, que quede mejor el autoritarismo. Y ahora están derrocando a tales regímenes.
Nadie quiso defender al pobre Ben Ali. Lo pintan como a un monstruo, aunque eso no es justo. Si empiezan a perseguir a Mubarak, lo más probable es que nadie quiera luchar por él. La comunidad mundial quiere más que nada que los árabes resuelvan sus problemas por su cuenta e instituyan un régimen con que se pueda firmar convenios y poder tratar simplemente.
Y si es un régimen islámico, pues que sea moderado. En realidad a nadie le preocupa si respetarán o no los derechos humanos. Mejor sería que respete, pero al fin y al cabo la seguridad internacional importa mucho más.
V.K.: Sí, tal tendencia existe. Ya somos testigos de la sublevación del pueblo en Jordania y Yemen, de una oleada de intentos de inmolaciones en el mundo árabe, por ejemplo, en Argelia y hasta en Mauritania.
La cuestión radica en la capacidad de esos movimientos de alcanzar las proporciones de una revolución, de recibir el apoyo amplio de las masas y de triunfar.
Es poco probable que el guión de Túnez y también el de Egipto se repitan en plena medida en alguna otra parte.
En Facebook se propaga enérgicamente el llamamiento a organizar protestas masivas en Siria el 5 de febrero. Pero el régimen sirio es mucho más duro que el tunecino o el egipcio. Siria podría aplastar con mayor contundencia cualquier tipo de manifestaciones.
Existe otro aspecto importante. Siempre que empiezan nuevas protestas, se aprovecha la experiencia anterior – la de Túnez en Egipto y la de Egipto en cualquier otro país árabe – es como un fósforo que enciende la hoguera.
Los sucesos hay que interpretarlos partiendo de la realidad concreta. En Túnez, los manifestantes protestaron contra el régimen gobernante y ahora exigen implantar un orden liberal-democrático.
Pero en Egipto de momento solamente se plantea la renuncia de Mubarak y no hay ninguna garantía de que vaya a establecerse una democracia liberal. Pues los “hermanos musulmanes” siguen siendo una fuerza influyente en Egipto.
En cuanto a Yemen, la experiencia de Egipto y Túnez intensificó las conmociones en ese país, pero la situación allí ya es tensa desde hace mucho. En Yemen nadie plantea la institución de una democracia liberal sino de cambio de élites. Puede surgir una confrontación entre las confesiones y entre las tribus, o sea la lucha interna en una sociedad tradicional.
-¿Por qué estos acontecimientos ocurrieron precisamente en enero de 2011? ¿Porque se agotó la paciencia del pueblo o por un estímulo desde exterior?
V.K.: No creo que se pueda hablar en serio de un estímulo exterior. Tenemos dos ejemplos concretos que se distinguen entre sí. En Túnez todo empezó el 17 de diciembre de 2010, cuando Mohamad Buazizi se prendió fuego ante la sede de la administración de Sidi Buzid. El suceso dio impulso a todo lo ulterior.
La causa de ese tipo de comportamientos siempre es la misma: la humillación social, una renuncia a afrontar la realidad. Es un nerviosismo que se apodera de la sociedad.
Al parecer, los tunecinos no se conciben como árabes sino más bien como una nación mediterránea y se comparan con países como España, Grecia e Italia. Muchos viajaron a Europa.
La oleada de protestas nació de la aspiración a tener una vida mejor.
¿Por qué las protestas comenzaron en este momento concreto? Hay que verlo. Conviene señalar que Túnez es un país de poca violencia política. Durante toda la historia desde su independencia hubo solamente un asesinato político, además nunca fue probado.
Supongo que influyó mucho la situación configurada en la élite gobernante. El Ejército de hecho se puso del lado de los manifestantes, se negó a disparar contra la multitud. No opuso resistencia, y sucedió lo que sucedió. Una mezcla entre los factores psicológicos, por una parte, y el conflicto entre el Ejército, la policía y las autoridades, por la otra, permitió aquel resultado.
En Egipto la situación es completamente distinta. Allí ha existido tensión y se esperaba tal desarrollo de los acontecimientos. En otoño se celebraron las elecciones parlamentarias, en las que fue aplastada la oposición.
En la composición del Legislativo egipcio de 2005, 88 escaños de los 450 fueron ocupados por los Hermanos Musulmanes, una organización prohibida, cuyos miembros figuraron en la lista de candidatos independientes. Esta vez no les dejaron pasar.
¿Será porque el pueblo empezó a simpatizar con las autoridades o se decepcionaron de los Hermanos Musulmanes? Pues no.
Circularon rumores sobre falsificaciones masivas en los comicios. ¿Por qué pudieron ocurrir? ¿Para aumentar la decepción y potenciar los ánimos de protesta? ¿O porque las autoridades se preparan para sustituir a Hosni Mubarak por Gamal Mubarak? Eran guiones que se comentaron a finales de 2010. Pero ahora la tensión en Egipto más los sucesos de Túnez dieron el resultado que tenemos. Pero las causas eran distintas. En Túnez, de carácter socio-psicológico. En el país existen grandes dificultades económicas más un régimen político degradante.
-¿Cómo comentaría usted la reacción de la comunidad mundial ante lo ocurrido? Da la impresión de que el único país a que preocupa el destino de Hosni Mubarak es Israel, que por lo menos emite declaraciones.Los demás países, incluidos EEUU y Rusia, mantienen la posición de observador imparcial preocupado por los derechos humanos solamente. Que no disparen contra la gente, que procuren evitar víctimas. Parecen estar esperando algo.
V.K.: Convendría recordar la famosa frase de Roosevelt: “Es un hijo de perra, pero es nuestro hijo de perra”. Es que la comunidad mundial durante los últimos decenios aplicó una política de doble rasero con respecto a los regímenes árabes.
Por una parte los criticó por la falta de respeto a los derechos humanos, por el autoritarismo. Pero por la otra, todo el mundo fue testigo de los sucesos de Argelia.
¿Si no existiese el autoritarismo, qué habría sucedido? Si queremos jugar a la democracia en los países árabes, al poder subirán los islamistas. Entonces, que quede mejor el autoritarismo. Y ahora están derrocando a tales regímenes.
Nadie quiso defender al pobre Ben Ali. Lo pintan como a un monstruo, aunque eso no es justo. Si empiezan a perseguir a Mubarak, lo más probable es que nadie quiera luchar por él. La comunidad mundial quiere más que nada que los árabes resuelvan sus problemas por su cuenta e instituyan un régimen con que se pueda firmar convenios y poder tratar simplemente.
Y si es un régimen islámico, pues que sea moderado. En realidad a nadie le preocupa si respetarán o no los derechos humanos. Mejor sería que respete, pero al fin y al cabo la seguridad internacional importa mucho más.