Por lo menos eso es lo que dice el grupo llamado Unidos contra un Irán Nuclear. Y, por supuesto, todo el mundo asegura que el Banco Central de Líbano está involucrado. Pobres bancos libaneses, o más bien, ricos bancos libaneses. Porque cada vez que se viene una nueva ola de odio contra la abominable República Islámica, o una nueva escaramuza entre Israel y Hezbolá, Nueva York hierve en acusaciones de que los banqueros de Líbano están hundidos en el lodo de los diversos Hitlers de Medio Oriente.
Por supuesto, Riad Salameh, gobernador del banco central libanés, se ha apresurado a negar todas las acusaciones.
Salameh tiene razón en enojarse. Él es, después de todo, el hombre que a mediados de la década de 2000 logró que el gabinete de Beirut adoptara normas para prohibir que cualquier banco libanés traficara con préstamos riesgosos y derivados. Como sabía lo deshonestos que son –él mismo trabajó en Wall Street–, evitó en gran medida que el sistema bancario libanés quedara atrapado en el colapso económico mundial. A diferencia, claro, de los bancos neoyorquinos, cuyas prácticas corruptas llevaron a miles a la bancarrota.
Hace más de un año, comí con un asesor financiero de Beirut y le pregunté cuánto tiempo pasaría antes que el WSJ tratara de acusar a la banca libanesa de lavar dinero y ayudar al régimen sirio. “Creo que ya dejamos eso atrás, Robert –me dijo–. Hemos alcanzado un nuevo nivel de madurez financiera con los estadunidenses.” Sí, cómo no.
Las sospechas de los estadunidenses sólo tienen sentido si uno cree en teorías conspiratorias, pero el argumento del grupo anti iraní se lee como una novela. Como Líbano está en
Dada la enorme ilegalidad del sistema estadunidense, bien harían los banqueros libaneses en prohibirse enredarse en él. Pero ahora que se hacen llamados al Tesoro estadunidense para que declare al sistema financiero libanés
Bueno, el Tesoro puso al Banco Libanés Canadiense en la lista negra el año pasado bajo acusaciones de lavado de dinero y
De cuando en cuando me llega el reporte de algo irregular –por ejemplo un sistema para transferir dinero de bancos privados sirios de propiedad libanesa a Beirut–, pero nada en la escala de lo que aseguran los estadunidenses.
De los mil bancos más importantes del mundo, clasificados por su probidad y estabilidad financiera, ocho son libaneses, según la revista The Banker. Supongo que los chicos y chicas que propalan rumores no la leen.
Robert Fisk
Por supuesto, Riad Salameh, gobernador del banco central libanés, se ha apresurado a negar todas las acusaciones.
Todo lo que se ha dicho sobre tráfico de dinero de Siria a bancos libaneses es falso, afirmó, y añadió que el número de depósitos sirios en bancos de su país se ha reducido.
Salameh tiene razón en enojarse. Él es, después de todo, el hombre que a mediados de la década de 2000 logró que el gabinete de Beirut adoptara normas para prohibir que cualquier banco libanés traficara con préstamos riesgosos y derivados. Como sabía lo deshonestos que son –él mismo trabajó en Wall Street–, evitó en gran medida que el sistema bancario libanés quedara atrapado en el colapso económico mundial. A diferencia, claro, de los bancos neoyorquinos, cuyas prácticas corruptas llevaron a miles a la bancarrota.
Hace más de un año, comí con un asesor financiero de Beirut y le pregunté cuánto tiempo pasaría antes que el WSJ tratara de acusar a la banca libanesa de lavar dinero y ayudar al régimen sirio. “Creo que ya dejamos eso atrás, Robert –me dijo–. Hemos alcanzado un nuevo nivel de madurez financiera con los estadunidenses.” Sí, cómo no.
Las sospechas de los estadunidenses sólo tienen sentido si uno cree en teorías conspiratorias, pero el argumento del grupo anti iraní se lee como una novela. Como Líbano está en
grave riesgo de dejar de pagar su deuda soberana (falso), a causa del
alto nivel de su deuda en relación con el PIB (dato cierto), debe de haber
un fraudulento esquema oculto impulsado por Hezbolá y sus antiguos (sic) patrocinadores, Irán y Siria, para apuntalar su castillo de naipes económico. Por lo tanto, se debe prohibir que las instituciones financieras libanesas participen en el sistema financiero estadunidense.
Dada la enorme ilegalidad del sistema estadunidense, bien harían los banqueros libaneses en prohibirse enredarse en él. Pero ahora que se hacen llamados al Tesoro estadunidense para que declare al sistema financiero libanés
motivo de preocupación por lavado de dinero, ¿es verdad?
Bueno, el Tesoro puso al Banco Libanés Canadiense en la lista negra el año pasado bajo acusaciones de lavado de dinero y
conexionescon un grupo terrorista. Pero mucho antes de las revoluciones árabes se decía que hasta tres cuartas partes de los activos privados en dólares de Siria estaban en cuentas en Líbano. Después de todo, ¿quién abriría una cuenta en el Banco Central de Siria?
De cuando en cuando me llega el reporte de algo irregular –por ejemplo un sistema para transferir dinero de bancos privados sirios de propiedad libanesa a Beirut–, pero nada en la escala de lo que aseguran los estadunidenses.
De los mil bancos más importantes del mundo, clasificados por su probidad y estabilidad financiera, ocho son libaneses, según la revista The Banker. Supongo que los chicos y chicas que propalan rumores no la leen.
Robert Fisk