Jean Marie Gustave Le Clézio
Un poco incómodo en los salones de un hotel de lujo de Bogotá, el escritor de 73 años evoca las selvas tropicales entre Colombia y Panamá donde, como alma en pena y con la inspiración acosada por las dudas, vivió en "inmersión total" con la comunidad Embera entre 1970 y 1974.
"Me encontraba en un momento de mi vida de escritor, incluso simplemente de mi vida, en el que estaba bloqueado. Quizás necesitaba un psicoanalista. Pero en vez de encontrar a un psicoanalista encontré a los Embera", dijo el Premio Nobel de Literatura 2008 en una entrevista exclusiva con la AFP.
América Latina no era entonces para él un territorio extraño, pues casualmente, en 1967, prestó su servicio militar en México, donde sintió "amor a primera vista" por esta "sociedad mestiza, mezclada, extrovertida".
Empleado luego por el Instituto francés de América Latina de México, fue también por un azar que descubrió, en una escala en Ciudad de Panamá, a un grupo de indígenas Embera que "parecían sacados de una película".
En seguida nació una relación entre este gigante bretón de ojos claros y los indígenas menudos y vivaces que lo invitaron a tomar una piragua para instalarse con ellos a las orillas del río Chagres, en la provincia del Darién, de donde no saldría hasta verse obligado por la malaria y por la amenaza de la llegada de los primeros narcotraficantes.
"Fue la primera vez que viví en inmersión, y sin ningún motivo. No soy antropólogo, ni especialista, lo hice solamente por simpatía", explicó, al describir una comunidad que vivía "en libertad total, en una anarquía organizada, sin mando pero también sin criminales".
En ese tiempo, Le Clézio gozaba de un éxito precoz, tras haber publicado a los 23 años "El atestado". Sin embargo, los demonios habían espantado a las musas, hasta el encuentro con los Embera.
"Estaba en crisis, me costaba mucho seguir escribiendo novelas, me parecía inútil. Haber vivido con personas que sufrían tales carencias materiales, que no tenían nada y, al mismo tiempo, confiaban tanto en el ser humano me devolvió el gusto de escribir", contó.
"América Latina, adelantada cien años frente a Europa"
Con una lengua únicamente oral, "el idioma de los cantos", Le Clézio fue llevado a un mundo de "relatos míticos" como el del anciano guerrero que le narra la llegada de los conquistadores españoles cuatro siglos antes, dramatizando los combates con un sable oxidado que conservaron sus antepasados.
"Para mí fue muy importante su forma de narrar. Eso me convenció de que la literatura no es sólo lo escrito, sino que es también una comunicación viva, que se hace con la palabra", afirmó.
"Soy muy sensible a las palabras. Cuando me cuentan algo, para mí es incluso mejor que leerlo", insistió.
Firmante de un manifiesto a favor de una "literatura-mundo en francés", el autor de "Desierto", que pasó una parte de su infancia en Africa, descubrió también una cierta unidad en las letras latinoamericanas.
Y la describe como una literatura vinculada a "la historia de las revoluciones", una "literatura comprometida, en el buen sentido de la palabra", "una literatura activa, casi en acción, que es algo que ya no tiene la literatura europea".
"Tengo la impresión de que en América Latina le llevan una ventaja quizás de cien años a Europa, con el mestizaje de los genes y las culturas", consideró, al subrayar que este continente "superó la división de identidades para abordar problemas más reales".
El escritor citó por ejemplo las "medidas sociales audaces" tomadas en Venezuela por el fallecido presidente Hugo Chávez, carismático líder de la izquierda radical que "electrizó al pueblo".
Sobre Colombia, asegura que las negociaciones de paz que llevan adelante el gobierno y la guerrilla comunista FARC deberían servir de "modelo futuro para el arreglo de conflictos dramáticos" como el palestino-israelí.
Mediante una mesa de diálogo en Cuba, el proceso de paz de Colombia se adelanta a puertas cerradas desde hace cinco meses bajo la premisa de que ninguna de las dos partes dejará las conversaciones hasta conseguir un acuerdo que ponga fin a casi 50 años de conflicto armado.
"Es muy audaz esta idea de debatir pieza por pieza, día a día, sobre cada detalle, y no dejar la mesa hasta haber resuelto la cuestión. Imagine que fuese así para los demás conflictos del mundo, no estaría mal, ¿no?", comentó.
Para este escritor-viajero, salvado una vez por una pequeña tribu perdida en la selva, América Latina es definitivamente "un continente adelantado, que muestra lo que habrá de hacerse en el futuro".
pz/nn/cd
"Me encontraba en un momento de mi vida de escritor, incluso simplemente de mi vida, en el que estaba bloqueado. Quizás necesitaba un psicoanalista. Pero en vez de encontrar a un psicoanalista encontré a los Embera", dijo el Premio Nobel de Literatura 2008 en una entrevista exclusiva con la AFP.
América Latina no era entonces para él un territorio extraño, pues casualmente, en 1967, prestó su servicio militar en México, donde sintió "amor a primera vista" por esta "sociedad mestiza, mezclada, extrovertida".
Empleado luego por el Instituto francés de América Latina de México, fue también por un azar que descubrió, en una escala en Ciudad de Panamá, a un grupo de indígenas Embera que "parecían sacados de una película".
En seguida nació una relación entre este gigante bretón de ojos claros y los indígenas menudos y vivaces que lo invitaron a tomar una piragua para instalarse con ellos a las orillas del río Chagres, en la provincia del Darién, de donde no saldría hasta verse obligado por la malaria y por la amenaza de la llegada de los primeros narcotraficantes.
"Fue la primera vez que viví en inmersión, y sin ningún motivo. No soy antropólogo, ni especialista, lo hice solamente por simpatía", explicó, al describir una comunidad que vivía "en libertad total, en una anarquía organizada, sin mando pero también sin criminales".
En ese tiempo, Le Clézio gozaba de un éxito precoz, tras haber publicado a los 23 años "El atestado". Sin embargo, los demonios habían espantado a las musas, hasta el encuentro con los Embera.
"Estaba en crisis, me costaba mucho seguir escribiendo novelas, me parecía inútil. Haber vivido con personas que sufrían tales carencias materiales, que no tenían nada y, al mismo tiempo, confiaban tanto en el ser humano me devolvió el gusto de escribir", contó.
"América Latina, adelantada cien años frente a Europa"
Con una lengua únicamente oral, "el idioma de los cantos", Le Clézio fue llevado a un mundo de "relatos míticos" como el del anciano guerrero que le narra la llegada de los conquistadores españoles cuatro siglos antes, dramatizando los combates con un sable oxidado que conservaron sus antepasados.
"Para mí fue muy importante su forma de narrar. Eso me convenció de que la literatura no es sólo lo escrito, sino que es también una comunicación viva, que se hace con la palabra", afirmó.
"Soy muy sensible a las palabras. Cuando me cuentan algo, para mí es incluso mejor que leerlo", insistió.
Firmante de un manifiesto a favor de una "literatura-mundo en francés", el autor de "Desierto", que pasó una parte de su infancia en Africa, descubrió también una cierta unidad en las letras latinoamericanas.
Y la describe como una literatura vinculada a "la historia de las revoluciones", una "literatura comprometida, en el buen sentido de la palabra", "una literatura activa, casi en acción, que es algo que ya no tiene la literatura europea".
"Tengo la impresión de que en América Latina le llevan una ventaja quizás de cien años a Europa, con el mestizaje de los genes y las culturas", consideró, al subrayar que este continente "superó la división de identidades para abordar problemas más reales".
El escritor citó por ejemplo las "medidas sociales audaces" tomadas en Venezuela por el fallecido presidente Hugo Chávez, carismático líder de la izquierda radical que "electrizó al pueblo".
Sobre Colombia, asegura que las negociaciones de paz que llevan adelante el gobierno y la guerrilla comunista FARC deberían servir de "modelo futuro para el arreglo de conflictos dramáticos" como el palestino-israelí.
Mediante una mesa de diálogo en Cuba, el proceso de paz de Colombia se adelanta a puertas cerradas desde hace cinco meses bajo la premisa de que ninguna de las dos partes dejará las conversaciones hasta conseguir un acuerdo que ponga fin a casi 50 años de conflicto armado.
"Es muy audaz esta idea de debatir pieza por pieza, día a día, sobre cada detalle, y no dejar la mesa hasta haber resuelto la cuestión. Imagine que fuese así para los demás conflictos del mundo, no estaría mal, ¿no?", comentó.
Para este escritor-viajero, salvado una vez por una pequeña tribu perdida en la selva, América Latina es definitivamente "un continente adelantado, que muestra lo que habrá de hacerse en el futuro".
pz/nn/cd