Tony Gatlif
"Incluso cuando la temperatura es de menos 10º o menos 15, ya nadie se sorprende de ver a la gente dormir en las calles", declaró a la AFP antes de presentar "Indignados", su película enfurecida, en la sección Panorama de la 62º Berlinale, dedicada este año a los recientes vuelcos de la historia, sobre todo en el mundo árabe.
El gitano del cine globalizado ("Latcho Drom", "Gadjo Dilo") posa para los fotógrafos con los puños cerrados a la altura de los ojos, con una mirada desafiante.
Dice que está "asqueado" y también que el libro "Indignaos!" le llegó "al alma". El texto de Stephane Hessel, de 94 años, héroe de la resistencia francesa contra los nazis y ex diplomático, que llama a la sublevación pacífica contra la injusticia, ha sido traducido en 30 países.
Tony Gatlif, quien dijo haberse sentido "humillado" y "enfermo" por la manera en que fueron tratados los gitanos en Francia durante el verano de 2010, declaró que el texto de Hessel lo había curado de los problemas psicológicos que sufrió con esa situación.
Tras adquirir los derechos cinematográficos de "Indignaos!" decidió filmar "pero no quería hacerlo desde el punto de vista de los europeos".
Su cámara sigue entonces la errancia de Betty, una muchacha africana indocumentada, arrojada en la orilla norte del Mediterráneo, acuciada por la urgencia de huir de la miseria y la esperanza de lograr una vida mejor en Europa.
El espectador la sigue en su periplo mudo, ritmado por la música y las consignas, de Patras, el gran puerto griego, a Atenas y París y finalmente a Madrid.
Betty, detenida por la policía y enviada de nuevo a Grecia, el único país que conserva sus huellas digitales, descubre la miseria de los países ricos, los colchones en las calles, las comidas servidas por asociaciones caritativas.
"A nosotros nos da lo mismo, pero ella está horrorizada. Es por eso que yo deseaba que miráramos por encima de su hombro, con la mirada de ella", recalca Tony Gatlif.
"En todos los lugares, la vieja Europa que tanto hace soñar, está en peligro. Es la primera vez en la historia que los bancos provocan la bancarrota de un país", añade.
"La propia Betty se encuentra atrapada en Europa, sin poder regresar a su país. Su familia se endeudó para pagarle el pasaje y ahora ella se ha sumado a los indocumentados, a los parias sin identidad", dice Gatlif.
Obligada a mentir, Betty repite por teléfono a sus familiares: "las cosas van bien, todo va a ir bien.
¿Pero qué gana Betty con estar en medio de esas multitudes en cólera, pero impotentes ante las crisis económicas y financieras, que se filman con sus teléfonos portátiles durante las manifestaciones ?
"Es el nuevo medio de comunicación que hace posible la revolución pacífica, ya que de esta forma la información va rápido y sobrepasa a los gobiernos y a los banqueros", juzga el realizador.
Tony Gatlif cree "en las asambleas de la gente, en la fuerza de la multitud. Hasta los revolucionarios sirios van a lograr triunfar".
El haber sido seleccionado para la Berlinale lo ha reconfortado y desea, al lado de Stephane Hessel, servirse del festival como de una tribuna.
"Ya es hora de que el cine deje de mirarse el ombligo y se comprometa, pero es como en otros lugares: cada uno defiende sus pequeños intereses", dice Gatlif.
El gitano del cine globalizado ("Latcho Drom", "Gadjo Dilo") posa para los fotógrafos con los puños cerrados a la altura de los ojos, con una mirada desafiante.
Dice que está "asqueado" y también que el libro "Indignaos!" le llegó "al alma". El texto de Stephane Hessel, de 94 años, héroe de la resistencia francesa contra los nazis y ex diplomático, que llama a la sublevación pacífica contra la injusticia, ha sido traducido en 30 países.
Tony Gatlif, quien dijo haberse sentido "humillado" y "enfermo" por la manera en que fueron tratados los gitanos en Francia durante el verano de 2010, declaró que el texto de Hessel lo había curado de los problemas psicológicos que sufrió con esa situación.
Tras adquirir los derechos cinematográficos de "Indignaos!" decidió filmar "pero no quería hacerlo desde el punto de vista de los europeos".
Su cámara sigue entonces la errancia de Betty, una muchacha africana indocumentada, arrojada en la orilla norte del Mediterráneo, acuciada por la urgencia de huir de la miseria y la esperanza de lograr una vida mejor en Europa.
El espectador la sigue en su periplo mudo, ritmado por la música y las consignas, de Patras, el gran puerto griego, a Atenas y París y finalmente a Madrid.
Betty, detenida por la policía y enviada de nuevo a Grecia, el único país que conserva sus huellas digitales, descubre la miseria de los países ricos, los colchones en las calles, las comidas servidas por asociaciones caritativas.
"A nosotros nos da lo mismo, pero ella está horrorizada. Es por eso que yo deseaba que miráramos por encima de su hombro, con la mirada de ella", recalca Tony Gatlif.
"En todos los lugares, la vieja Europa que tanto hace soñar, está en peligro. Es la primera vez en la historia que los bancos provocan la bancarrota de un país", añade.
"La propia Betty se encuentra atrapada en Europa, sin poder regresar a su país. Su familia se endeudó para pagarle el pasaje y ahora ella se ha sumado a los indocumentados, a los parias sin identidad", dice Gatlif.
Obligada a mentir, Betty repite por teléfono a sus familiares: "las cosas van bien, todo va a ir bien.
¿Pero qué gana Betty con estar en medio de esas multitudes en cólera, pero impotentes ante las crisis económicas y financieras, que se filman con sus teléfonos portátiles durante las manifestaciones ?
"Es el nuevo medio de comunicación que hace posible la revolución pacífica, ya que de esta forma la información va rápido y sobrepasa a los gobiernos y a los banqueros", juzga el realizador.
Tony Gatlif cree "en las asambleas de la gente, en la fuerza de la multitud. Hasta los revolucionarios sirios van a lograr triunfar".
El haber sido seleccionado para la Berlinale lo ha reconfortado y desea, al lado de Stephane Hessel, servirse del festival como de una tribuna.
"Ya es hora de que el cine deje de mirarse el ombligo y se comprometa, pero es como en otros lugares: cada uno defiende sus pequeños intereses", dice Gatlif.