Durante un cuarto de siglo, Duisenbaeva trabajó ahumando carpas y esturiones en Aralrybprom, una gigantesca factoría que, en la década de 1960, era uno de los principales suministradores de pescado de la Unión Soviética. Pero, de repente, el mar de Aral comenzó a desaparecer, como si alguien hubiera quitado el tapón del desagüe. En apenas dos decenios, la apuesta del sucesor de Stalin, Nikita Jruschov, por desviar el agua de los ríos que llegaban al Aral para alimentar los nuevos cultivos de algodón en las estepas de Asia central mató este miniocéano. Los pescadores de Aralsk se quedaron sin mar, sin peces y sin trabajo. El motor económico de la región, Aralrybprom, que llegó a emplear a miles de personas, echó el cierre.
Cuando el hijo de Duisenbaeva, Serik, la llevó en 2005 a reencontrarse con el mar en su todoterreno soviético, la costa estaba a unos 100 kilómetros de Aralsk. Sin embargo, Serik Duisenbaev es optimista. Un plan para recuperar el norte del mar de Aral, financiado por el Banco Mundial y el Gobierno kazajo, ha conseguido acercar el agua a 50 kilómetros del pueblo. Si la segunda fase del proyecto tiene éxito, dice, los habitantes de Aralsk volverán a ver el mar en 2014. "Si hemos vivido 40 años sin mar, podemos esperar cinco años más", proclama Duisenbaev.
Hoy, Aralsk parece sacado de una novela del realismo mágico de la literatura latinoamericana: un pueblo de marineros sin mar, en un país gobernado por un protodictador decidido a dilapidar todos sus petrodólares en levantar una delirante nueva capital, Astana, en la estepa kazaja. En Aralsk, los camellos bactrianos han sustituido a las gaviotas. Recorren lo que hace 40 años fue el fondo marino, ahora convertido en un basurero salpicado de conchas.
El puerto al que, en la década de 1960, llegaban 20.000 toneladas de pescado cada año ya no es más que un cementerio de barcos soviéticos varados en la arena. Dentro de los buques, retumba el sonido de los serruchos de los chatarreros, empeñados en desguazarlos bocado a bocado. Cuando terminen, las grúas de carga y los astilleros serán la única señal de que aquello fue, en algún momento, un puerto de mar.
En la estación de tren, un mosaico recuerda el papel heroico de los pescadores del pueblo en la guerra civil rusa posterior a la Revolución Bolchevique de 1917. La carta de agradecimiento de Lenin, escrita en 1921, todavía permanece en la plaza: "¡Sacrificaos queridos camaradas, pescadores y trabajadores del Aral, con generosidad! No sólo conseguiréis una hazaña humana, sino también fortalecer la revolución obrera". Lenin les pidió sacrificio y, 40 años después, Jruschov los condenó a la miseria.
Cuando la presa se terminó hace cuatro años, tras un desembolso de unos 57 millones de euros, el Banco Mundial aseguró en un comunicado que los resultados llegarían hacia 2015. Quizás por eso en Aralsk circula el rumor de que volverán a escuchar el graznido de las gaviotas hacia 2014. Pero el propio responsable del proyecto en el Banco Mundial, Masood Ahmad, es escéptico. "Es improbable", asegura. "Es muy difícil devolver el mar a su estatus original. Implicaría tomar enormes cantidades de agua empleada para otros usos, como la agricultura, que también es muy importante para los habitantes de la cuenca alta del río Sir Daria [la principal fuente de agua del norte del mar de Aral]", explica a Público.
El futuro de Aralsk depende de este proyecto. Cuando el mar de Aral comenzó a retroceder, la evaporación hizo que el agua fuera cada vez más salobre. Además, el caldo se emponzoñó con la llegada de los fertilizantes y pesticidas procedentes de los nuevos cultivos de algodón. Así que en las vastas extensiones en las que el mar se esfumó, el polvo del antiguo lecho marino se convirtió en un peligroso problema de salud pública, al invadir los pulmones de los habitantes de la región. Y el viento también transportó esta polvareda venenosa a los cultivos, que requirieron más y más agua para evitar su desertificación.
Al mismo tiempo, al desaparecer el efecto amortiguador del lago sobre el clima, los inviernos se hicieron más fríos y los veranos, más secos y calurosos. "En verano, ya no llueve nada. En cambio, mis padres recuerdan que cuando eran jóvenes, las lluvias eran torrenciales, incluso en verano", se lamenta Duisenbaev. Hace mucho tiempo que Aralsk dejó de ser un próspero puerto pesquero para transformarse en un árido pueblo fantasma de marineros desempleados.
Si el mar no vuelve, el futuro del pueblo es incierto. Su economía no tiene un plan B. Aralsk no tiene ningún aeropuerto cercano y se encuentra a unas 35 horas en tren de Almaty, la antigua capital de Kazajistán y su ciudad más cosmopolita. Su comunicación con la ciudad de los rascacielos, Astana, no es mucho mejor. Con apenas tres calles asfaltadas, sus habitantes sobreviven gracias a las subvenciones y a pequeños comercios, como restaurantes que sirven beshbarmak, un plato popular con carne de caballo, y kumis, una bebida alcohólica elaborada con leche de yegua.
El dique de Kok-Aral no servirá, por sí solo, para acercar el agua al puerto fantasma en 2014. El Observatorio de la Tierra de la NASA presentó hace un mes nuevas imágenes de satélite que confirman que serán necesarias más medidas si se pretende que el mar regrese a Aralsk.
Entre 2005 y 2006, el dique propició que el nivel del agua subiera a un ritmo inesperado. Pero desde entonces la mejoría parece haberse estancado. Hoy, el mar del norte cubre 800 kilómetros cuadrados más que hace cuatro años. Para los científicos de la agencia espacial estadounidense, "la velocidad de recuperación del norte del mar de Aral incluso supera las expectativas, aunque el dique eliminó las posibilidades de recuperar la parte sur". La salvación de la porción kazaja fue, según el Observatorio, una "sentencia de muerte" para la parte de mayor tamaño, situada en Uzbekistán.
Estos logros y la confianza en que el mar volverá han resucitado el sector pesquero. Hace un decenio, no había pescadores en Aralsk. Hoy, 600 hombres agrupados en cooperativas han vuelto a faenar y capturan unas 1.000 toneladas de platija cada año. Detrás de este éxito, se encuentra la ONG local Aral Tenizi, en la que trabaja el propio Serik Duisenbaev. Esta organización, en colaboración con científicos de la Sociedad Danesa para un Océano Vivo, ha orientado a los habitantes de la región de Aralsk que deseaban retomar las artes de pesca abandonadas durante años.
Pagados con harina
Esta vuelta al mar ha permitido a muchas familias salir de una dramática situación económica. Cuando la planta de tratamiento de pescado en la que trabajaba la madre de Duisenbaev cerró por fin sus puertas, en 2000, tras muchos años en quiebra y sobreviviendo gracias a los peces llegados de otros mares, se conoció el precario estado de muchos empleados. Aralrybprom había sido privatizada en 1997, como muchos otros sovjós soviéticos (las explotaciones agrarias que dependían directamente del Estado y no funcionaban en cooperativas) y entonces muchos trabajadores dejaron de recibir su sueldo. O les pagaban con harina o margarina.
Para cancelar estas deudas, los nuevos dueños intentaron insólitas soluciones, según consta en un informe de los científicos daneses. A uno de los trabajadores, por ejemplo, le ofrecieron un pequeño camello en lugar de sus salarios pendientes. Y a otro le propusieron que se llevara un muro de uno de los edificios de Aralrybprom.
Los habitantes de Aralsk confían en que la supuesta vuelta del mar en 2014 les devolverá su modo de vida de siempre, pero un chiste circula por el pueblo: "Si cada científico que ha propuesto una solución para salvar el mar de Aral hubiese vertido un vaso de agua en él, hace tiempo que las gaviotas sobrevolarían de nuevo nuestras casas".
Cuando el hijo de Duisenbaeva, Serik, la llevó en 2005 a reencontrarse con el mar en su todoterreno soviético, la costa estaba a unos 100 kilómetros de Aralsk. Sin embargo, Serik Duisenbaev es optimista. Un plan para recuperar el norte del mar de Aral, financiado por el Banco Mundial y el Gobierno kazajo, ha conseguido acercar el agua a 50 kilómetros del pueblo. Si la segunda fase del proyecto tiene éxito, dice, los habitantes de Aralsk volverán a ver el mar en 2014. "Si hemos vivido 40 años sin mar, podemos esperar cinco años más", proclama Duisenbaev.
El agua ya está a 50 kilómetros del pueblo y hace cuatro años estaba a 100
Camellos por gaviotas Hoy, Aralsk parece sacado de una novela del realismo mágico de la literatura latinoamericana: un pueblo de marineros sin mar, en un país gobernado por un protodictador decidido a dilapidar todos sus petrodólares en levantar una delirante nueva capital, Astana, en la estepa kazaja. En Aralsk, los camellos bactrianos han sustituido a las gaviotas. Recorren lo que hace 40 años fue el fondo marino, ahora convertido en un basurero salpicado de conchas.
El puerto al que, en la década de 1960, llegaban 20.000 toneladas de pescado cada año ya no es más que un cementerio de barcos soviéticos varados en la arena. Dentro de los buques, retumba el sonido de los serruchos de los chatarreros, empeñados en desguazarlos bocado a bocado. Cuando terminen, las grúas de carga y los astilleros serán la única señal de que aquello fue, en algún momento, un puerto de mar.
En la estación de tren, un mosaico recuerda el papel heroico de los pescadores del pueblo en la guerra civil rusa posterior a la Revolución Bolchevique de 1917. La carta de agradecimiento de Lenin, escrita en 1921, todavía permanece en la plaza: "¡Sacrificaos queridos camaradas, pescadores y trabajadores del Aral, con generosidad! No sólo conseguiréis una hazaña humana, sino también fortalecer la revolución obrera". Lenin les pidió sacrificio y, 40 años después, Jruschov los condenó a la miseria.
El puerto no es más que un cementerio de barcos varados en el desierto
Mientras el agua robada al Aral hacía que Uzbekistán se convirtiera en el principal productor de algodón de la URSS, el mar menguaba a la misma velocidad que se quedaba sin peces. Entre 1960 y 1996, el lago perdió dos terceras partes de su volumen. Se partió en dos. Y el aumento de la salinidad convirtió el mar en una sopa tóxica prácticamente inerte. Sin embargo, la finalización del dique de Kok-Aral, que funciona como un hemisferio de hormigón entre el norte y el sur del mar de Aral, ha conseguido que la vida vuelva a la parte septentrional. Se espera que, en unos pocos años, la salinidad disminuya desde los 23 gramos por litro de 2005 a unos 10 gramos por litro, una concentración que permitiría el retorno de las 24 especies de peces que en su momento pululaban por el lago asiático. Cuando la presa se terminó hace cuatro años, tras un desembolso de unos 57 millones de euros, el Banco Mundial aseguró en un comunicado que los resultados llegarían hacia 2015. Quizás por eso en Aralsk circula el rumor de que volverán a escuchar el graznido de las gaviotas hacia 2014. Pero el propio responsable del proyecto en el Banco Mundial, Masood Ahmad, es escéptico. "Es improbable", asegura. "Es muy difícil devolver el mar a su estatus original. Implicaría tomar enormes cantidades de agua empleada para otros usos, como la agricultura, que también es muy importante para los habitantes de la cuenca alta del río Sir Daria [la principal fuente de agua del norte del mar de Aral]", explica a Público.
El futuro de Aralsk depende de este proyecto. Cuando el mar de Aral comenzó a retroceder, la evaporación hizo que el agua fuera cada vez más salobre. Además, el caldo se emponzoñó con la llegada de los fertilizantes y pesticidas procedentes de los nuevos cultivos de algodón. Así que en las vastas extensiones en las que el mar se esfumó, el polvo del antiguo lecho marino se convirtió en un peligroso problema de salud pública, al invadir los pulmones de los habitantes de la región. Y el viento también transportó esta polvareda venenosa a los cultivos, que requirieron más y más agua para evitar su desertificación.
El Banco Mundial considera improbable que el mar regrese algún día a Aralsk
"Ya no llueve nada" Al mismo tiempo, al desaparecer el efecto amortiguador del lago sobre el clima, los inviernos se hicieron más fríos y los veranos, más secos y calurosos. "En verano, ya no llueve nada. En cambio, mis padres recuerdan que cuando eran jóvenes, las lluvias eran torrenciales, incluso en verano", se lamenta Duisenbaev. Hace mucho tiempo que Aralsk dejó de ser un próspero puerto pesquero para transformarse en un árido pueblo fantasma de marineros desempleados.
Si el mar no vuelve, el futuro del pueblo es incierto. Su economía no tiene un plan B. Aralsk no tiene ningún aeropuerto cercano y se encuentra a unas 35 horas en tren de Almaty, la antigua capital de Kazajistán y su ciudad más cosmopolita. Su comunicación con la ciudad de los rascacielos, Astana, no es mucho mejor. Con apenas tres calles asfaltadas, sus habitantes sobreviven gracias a las subvenciones y a pequeños comercios, como restaurantes que sirven beshbarmak, un plato popular con carne de caballo, y kumis, una bebida alcohólica elaborada con leche de yegua.
Un dique revivió la parte kazaja, pero condenó a muerte la porción de Uzbekistán
Ni siquiera la reciente llegada de turistas, atraídos por los cementerios de barcos, parece una alternativa económica para el pueblo. Apenas 150 viajeros, sobre todo franceses y alemanes, visitan Aralsk cada año. Si no hay mar, no hay futuro. Los 32.000 habitantes que quedan tendrían que continuar el éxodo iniciado por miles de sus paisanos cuando estalló el que es uno de los mayores desastres medioambientales del planeta. En 1960, cuando estos pescadores alimentaban a la URSS, 50.000 personas vivían en Aralsk. El dique de Kok-Aral no servirá, por sí solo, para acercar el agua al puerto fantasma en 2014. El Observatorio de la Tierra de la NASA presentó hace un mes nuevas imágenes de satélite que confirman que serán necesarias más medidas si se pretende que el mar regrese a Aralsk.
Entre 2005 y 2006, el dique propició que el nivel del agua subiera a un ritmo inesperado. Pero desde entonces la mejoría parece haberse estancado. Hoy, el mar del norte cubre 800 kilómetros cuadrados más que hace cuatro años. Para los científicos de la agencia espacial estadounidense, "la velocidad de recuperación del norte del mar de Aral incluso supera las expectativas, aunque el dique eliminó las posibilidades de recuperar la parte sur". La salvación de la porción kazaja fue, según el Observatorio, una "sentencia de muerte" para la parte de mayor tamaño, situada en Uzbekistán.
«Si cada científico hubiese traído un vaso de agua, el mar estaría lleno de nuevo»
El Gobierno kazajo y el Banco Mundial están intentando desarrollar una segunda fase de su proyecto, que sí podría dar al mar otro empujón hacia Aralsk. Esta nueva etapa implicará importantes inversiones para mejorar los sistemas de riego de la región, actualmente coladeros por los que se escapan cantidades inestimables de agua. Pero el plan todavía no es una realidad. Pese a ello, el responsable del proyecto está satisfecho. "Los resultados ya están ahí: el mar ha vuelto, la pesca se ha recuperado, las plantas de procesamiento de pescado están trabajando y los productos se exportan a Europa", subraya Ahmad. Estos logros y la confianza en que el mar volverá han resucitado el sector pesquero. Hace un decenio, no había pescadores en Aralsk. Hoy, 600 hombres agrupados en cooperativas han vuelto a faenar y capturan unas 1.000 toneladas de platija cada año. Detrás de este éxito, se encuentra la ONG local Aral Tenizi, en la que trabaja el propio Serik Duisenbaev. Esta organización, en colaboración con científicos de la Sociedad Danesa para un Océano Vivo, ha orientado a los habitantes de la región de Aralsk que deseaban retomar las artes de pesca abandonadas durante años.
Pagados con harina
Esta vuelta al mar ha permitido a muchas familias salir de una dramática situación económica. Cuando la planta de tratamiento de pescado en la que trabajaba la madre de Duisenbaev cerró por fin sus puertas, en 2000, tras muchos años en quiebra y sobreviviendo gracias a los peces llegados de otros mares, se conoció el precario estado de muchos empleados. Aralrybprom había sido privatizada en 1997, como muchos otros sovjós soviéticos (las explotaciones agrarias que dependían directamente del Estado y no funcionaban en cooperativas) y entonces muchos trabajadores dejaron de recibir su sueldo. O les pagaban con harina o margarina.
Para cancelar estas deudas, los nuevos dueños intentaron insólitas soluciones, según consta en un informe de los científicos daneses. A uno de los trabajadores, por ejemplo, le ofrecieron un pequeño camello en lugar de sus salarios pendientes. Y a otro le propusieron que se llevara un muro de uno de los edificios de Aralrybprom.
Los habitantes de Aralsk confían en que la supuesta vuelta del mar en 2014 les devolverá su modo de vida de siempre, pero un chiste circula por el pueblo: "Si cada científico que ha propuesto una solución para salvar el mar de Aral hubiese vertido un vaso de agua en él, hace tiempo que las gaviotas sobrevolarían de nuevo nuestras casas".