"Me han pedido dirigir mi música. Es que yo no soy un verdadero director de orquesta, no dirijo la música de otros compositores. La verdad es que me gusta escuchar mi música y ver la reacción del público", explicó en una charla en su estudio romano.
Después del importante concierto este viernes en Roma, que forma parte de la gira mundial iniciada el año pasado para celebrar 60 años de carrera, "el maestro" como lo llaman en Italia, tiene programado exhibirse en varias ciudades italianas para proseguir por Europa con una parada clave el 21 de septiembre en París.
"Es que en el cine no se puede oír con atención la música, por los diálogos, los ruidos, los efectos especiales, todo eso distrae a la gente. La música hay que escucharla. Los conciertos permiten al público escuchar mi música, sólo mi música", asegura.
"La música de La Misión nació de una obligación. Tenía que escribir un solo de oboe, se desarrollaba en América del Sur en el siglo XVI y tenía la obligación de respetar el tipo de música de ese periodo. A la vez tenía que escribir una música que representara también a los indios de esa región. Todas esas obligaciones me encadenaban (...) Pero también lograron que saliera algo claro", cuenta.
El autor de música de filmes de amor, políticos, sociales, de miedo y naturalmente western, sonríe cuando se le compara con compositores clásicos como Rossini o Mozart, también muy prolíficos.
"El hecho de que haya podido componer música con total libertad, y tan diversas, ha sido posible no sólo porque contaba con la técnica, sino porque era necesario que yo cambiara cada vez mi traje compositivo. El filme lo requería. Me acomodaba, cada vez resultaba diferente", explica.
Morricone reconoce que las composiciones para el cine suelen ser más fáciles, pegajosas, con respecto a algunas de las cien piezas de cámara o contemporáneas que ha escrito.
Entre sus autores preferidos figuran Stockhausen, Boulez, Luigi Nonno, Aldo Clementi, Petrassi, "mi maestro", dice, así como Stravinsky, Bach, Palestrina Monteverdi.
"Siento olvidar algunos, pero ellos, conscientemente o no, han dejado huella", admite.
El compositor, que ha trabajado con los mayores directores de cine y productores de Hollywood, Huston, Siegel, Polanski, Fuller, además de Leone, Pasolini, Bertolucci, Argento, Pontecorvo y Almodóvar, es en efecto un artista emblemático del siglo XX, que debe su éxito sobre todo a la sabia combinación de imagen con melodía.
¿Cuál ha sido la receta?
"No hay receta, para nada. He intentado muchas recetas. Traté de inventarme una manera de escribir música melódica llena de pausas. Casi que monosílabas o tres sílabas juntas y luego una pausa. Como un pensamiento que va y vuelve, que se repite en forma diferente. Siempre quise cambiar, aunque al final siempre me parezco a mí mismo".
Después del importante concierto este viernes en Roma, que forma parte de la gira mundial iniciada el año pasado para celebrar 60 años de carrera, "el maestro" como lo llaman en Italia, tiene programado exhibirse en varias ciudades italianas para proseguir por Europa con una parada clave el 21 de septiembre en París.
"Es que en el cine no se puede oír con atención la música, por los diálogos, los ruidos, los efectos especiales, todo eso distrae a la gente. La música hay que escucharla. Los conciertos permiten al público escuchar mi música, sólo mi música", asegura.
- Secretos y anécdotas -
El compositor de más de 500 bandas sonoras, que ha escrito melodías únicas como el silbido de "El bueno, el malo y el feo" (1966) o el magnífico solo de oboe de "La misión" (1986), resulta ante todo un señor afable y disponible, que cuenta anécdotas y secretos con el mismo ritmo musical de sus composiciones."La música de La Misión nació de una obligación. Tenía que escribir un solo de oboe, se desarrollaba en América del Sur en el siglo XVI y tenía la obligación de respetar el tipo de música de ese periodo. A la vez tenía que escribir una música que representara también a los indios de esa región. Todas esas obligaciones me encadenaban (...) Pero también lograron que saliera algo claro", cuenta.
El autor de música de filmes de amor, políticos, sociales, de miedo y naturalmente western, sonríe cuando se le compara con compositores clásicos como Rossini o Mozart, también muy prolíficos.
"El hecho de que haya podido componer música con total libertad, y tan diversas, ha sido posible no sólo porque contaba con la técnica, sino porque era necesario que yo cambiara cada vez mi traje compositivo. El filme lo requería. Me acomodaba, cada vez resultaba diferente", explica.
Morricone reconoce que las composiciones para el cine suelen ser más fáciles, pegajosas, con respecto a algunas de las cien piezas de cámara o contemporáneas que ha escrito.
Entre sus autores preferidos figuran Stockhausen, Boulez, Luigi Nonno, Aldo Clementi, Petrassi, "mi maestro", dice, así como Stravinsky, Bach, Palestrina Monteverdi.
"Siento olvidar algunos, pero ellos, conscientemente o no, han dejado huella", admite.
El compositor, que ha trabajado con los mayores directores de cine y productores de Hollywood, Huston, Siegel, Polanski, Fuller, además de Leone, Pasolini, Bertolucci, Argento, Pontecorvo y Almodóvar, es en efecto un artista emblemático del siglo XX, que debe su éxito sobre todo a la sabia combinación de imagen con melodía.
¿Cuál ha sido la receta?
"No hay receta, para nada. He intentado muchas recetas. Traté de inventarme una manera de escribir música melódica llena de pausas. Casi que monosílabas o tres sílabas juntas y luego una pausa. Como un pensamiento que va y vuelve, que se repite en forma diferente. Siempre quise cambiar, aunque al final siempre me parezco a mí mismo".