Lo que comenzó por la difusión de mensajes pirateados de altos dirigentes del Partido Demócrata en julio de 2016 se transformó con el paso de los meses en un asunto de Estado, con la espectacular caída el lunes del asesor en seguridad nacional de Trump, Michael Flynn, y una pregunta lacerante: ¿llegaron el 45° presidente de Estados Unidos o su entorno a un pacto táctico con Vladimir Putin durante la campaña electoral a cambio de una rehabilitación internacional de Moscú?
Michael Flynn, exdirector de inteligencia militar, descartado por Obama y luego reclutado por Trump, está acusado de haber aludido en diciembre al levantamiento de las sanciones contra Rusia, por la anexión de Crimea, en una conversación telefónica con el embajador ruso en Washington, Serguei Kislyak. También habría intentado sabotear el impacto de las nuevas sanciones aprobadas por Barack Obama en represalia por las operaciones de pirateo informático y de desinformación atribuidas a Moscú durante las elecciones.
Peor, a ojos de los republicanos, Michael Flynn le habría mentido al vicepresidente Mike Pence sobre el contenido de esas conversaciones con el embajador.
Es el segundo personaje del entorno de Trump que mantenía vínculos sospechosos con Rusia. En agosto de 2016 el millonario neoyorquino debió agradecer los servicios prestados a su director de campaña, Paul Manafort, sospechoso de haber recibido millones de dólares del expresidente ucraniano prorruso Viktor Ianukovich.
En aquella época el equipo de Hillary Clinton vio en ello "un claro reconocimiento" de los preocupantes vínculos entre el líder republicano y el entorno del Kremlin.
Pero recién en octubre, el día de la publicación por WikiLeaks de la correspondencia robada al jefe del equipo de campaña de la candidata demócrata, John Podesta, el gobierno de Barack Obama apuntó sus críticas a Rusia. En diciembre los servicios de inteligencia estadounidense acusaron públicamente a Putin de haber querido que Clinton fuera derrotada en las urnas. Tras las sanciones aprobadas el 29 de diciembre, el presidente ruso sorprendió al planeta entero al anunciar que no respondería a esas denuncias.
"¡Siempre supe que (Putin) era muy inteligente!", tuiteó Donald Trump el 30 de diciembre.
Desde entonces, la línea del presidente estadounidense respecto a Rusia sigue siendo vaga, una ambigüedad que provoca preocupación en el Congreso.
Al menos cuatro comisiones parlamentarias investigan las interferencias rusas, así como las relaciones entre el entorno de Trump y Moscú, incluido Paul Manafort, un asunto que también investiga el FBI, según varios diarios.
"La dimisión del general Flynn suscita nuevas interrogantes sobre las intenciones de la administración Trump en relación con la de Vladimir Putin, sobre todo en razón de los comentarios del presidente sugiriendo una equivalencia moral entre Estados Unidos y Rusia, a pesar de la invasión de Ucrania, la anexión de Crimea, las amenazas contra nuestros aliados de la OTAN y el intento de interferir en las elecciones estadounidenses", denunció el senador republicano más ferozmente anti-Putin, John McCain.
El vicepresidente de la comisión de Inteligencia del Senado, el demócrata Mark Warner, destacó que numerosas preguntas "seguían sin respuesta más de tres meses después de la elección, sobre todo quién sabía qué y cuándo".
"Cuando un director de campaña y un asesor de seguridad nacional renuncian a causa de sus vínculos con Rusia, significa que hay más cosas", escribió en Twitter Ben Rhodes, exasesor diplomático de Barack Obama. "Manafort y Flynn no tenían nada en común al margen de Rusia y Trump".
El portavoz de Trump, Sean Spicer, repitió los desmentidos sobre cualquier contacto durante la campaña. "Nada me permite concluir que las cosas hayan cambiado en lo que concierne a ese período", dijo.
Los demócratas no ocultaban este martes su satisfacción. Con las investigaciones del Congreso y de los medios, el caso ruso no hacía más que comenzar.
Michael Flynn, exdirector de inteligencia militar, descartado por Obama y luego reclutado por Trump, está acusado de haber aludido en diciembre al levantamiento de las sanciones contra Rusia, por la anexión de Crimea, en una conversación telefónica con el embajador ruso en Washington, Serguei Kislyak. También habría intentado sabotear el impacto de las nuevas sanciones aprobadas por Barack Obama en represalia por las operaciones de pirateo informático y de desinformación atribuidas a Moscú durante las elecciones.
Peor, a ojos de los republicanos, Michael Flynn le habría mentido al vicepresidente Mike Pence sobre el contenido de esas conversaciones con el embajador.
Es el segundo personaje del entorno de Trump que mantenía vínculos sospechosos con Rusia. En agosto de 2016 el millonario neoyorquino debió agradecer los servicios prestados a su director de campaña, Paul Manafort, sospechoso de haber recibido millones de dólares del expresidente ucraniano prorruso Viktor Ianukovich.
En aquella época el equipo de Hillary Clinton vio en ello "un claro reconocimiento" de los preocupantes vínculos entre el líder republicano y el entorno del Kremlin.
Pero recién en octubre, el día de la publicación por WikiLeaks de la correspondencia robada al jefe del equipo de campaña de la candidata demócrata, John Podesta, el gobierno de Barack Obama apuntó sus críticas a Rusia. En diciembre los servicios de inteligencia estadounidense acusaron públicamente a Putin de haber querido que Clinton fuera derrotada en las urnas. Tras las sanciones aprobadas el 29 de diciembre, el presidente ruso sorprendió al planeta entero al anunciar que no respondería a esas denuncias.
"¡Siempre supe que (Putin) era muy inteligente!", tuiteó Donald Trump el 30 de diciembre.
Desde entonces, la línea del presidente estadounidense respecto a Rusia sigue siendo vaga, una ambigüedad que provoca preocupación en el Congreso.
- Varias investigaciones -
Al menos cuatro comisiones parlamentarias investigan las interferencias rusas, así como las relaciones entre el entorno de Trump y Moscú, incluido Paul Manafort, un asunto que también investiga el FBI, según varios diarios.
"La dimisión del general Flynn suscita nuevas interrogantes sobre las intenciones de la administración Trump en relación con la de Vladimir Putin, sobre todo en razón de los comentarios del presidente sugiriendo una equivalencia moral entre Estados Unidos y Rusia, a pesar de la invasión de Ucrania, la anexión de Crimea, las amenazas contra nuestros aliados de la OTAN y el intento de interferir en las elecciones estadounidenses", denunció el senador republicano más ferozmente anti-Putin, John McCain.
El vicepresidente de la comisión de Inteligencia del Senado, el demócrata Mark Warner, destacó que numerosas preguntas "seguían sin respuesta más de tres meses después de la elección, sobre todo quién sabía qué y cuándo".
"Cuando un director de campaña y un asesor de seguridad nacional renuncian a causa de sus vínculos con Rusia, significa que hay más cosas", escribió en Twitter Ben Rhodes, exasesor diplomático de Barack Obama. "Manafort y Flynn no tenían nada en común al margen de Rusia y Trump".
El portavoz de Trump, Sean Spicer, repitió los desmentidos sobre cualquier contacto durante la campaña. "Nada me permite concluir que las cosas hayan cambiado en lo que concierne a ese período", dijo.
Los demócratas no ocultaban este martes su satisfacción. Con las investigaciones del Congreso y de los medios, el caso ruso no hacía más que comenzar.