Museo de la guerra, y espacio del ocio


MLITA, LÍBANO, Tomás Alcoverro. - Desde esta panorámica teterazal, se contempla el sur del Líbano de Saida, Zaharani y Nabatie, su litoral y sus colinas mediterráneas. Es la comarca del igkil Iklim El Tufah, donde Hizbulah, en el décimo aniversario de la final de la ocupación israelí, ha inaugurado un escenográfico museo de la guerra, unos pabellones en los que se exhiben sorprendentes organigramas y cuadros de la composición del ejercito israelí, además de un centro recién comenzado en el que habrá hoteles, restaurantes y cafeterías dedicadas al turismo.



Museo de la guerra, y espacio del ocio
Este hermoso recinto de pinos, encinas, adelfas y retamas rodea sus plazuelas o glorietas en las que están incrustadas entre las piedras basálticas carros de combate Merkava, cañones antiaéreos, viejos tanques y toda suerte de armas y botines de guerra. Los visitantes deambulan alrededor de esta exposición a la intemperie por una galería, cuyas barandillas han sido pintadas de color caqui. En una gran pancarta, se muestra la firma de Imad Mugnie, el destacado jefe de Hizbulah asesinado en Damasco y gran enemigo de Israel porque fue quien tuvo la idea de erigir los símbolos de la resistencia en este paraje del sur. Han dibujado un halcón, el noble pájaro que sobrevuela este antiguo campo de batalla, esta línea de frente donde búnkers, trincheras, nidos de ametralladora o bases de cohetes Katiuchka evocan los años de la acción guerrillera. Miles de libaneses, habitantes chiíes del sur, visitan Mlita a más de mil metros sobre el nivel del mar. "Estamos orgullosos, nos sentimos protegidos por los hombres de la resistencia. Nuestros hijos continuarán la defensa de nuestra libertad. Los israelíes -exclama un mujer, emocionada- se lo pensarán una y otra vez antes de atacarnos".

Por un sendero de la ladera del monte, van descubriendo las posiciones excavadas con sus pequeñas cámaras de operaciones, sus depósitos donde guardaron sus armas y explosivos. Hay grupos de iraníes, algunos de delegaciones oficiales o jóvenes turistas recién llegados de Teherán. De vez en cuando, entre los arbustos, han dispuesto a lo largo del itinerario fotografías de Said Abas o de Abas Musaui, anteriores secretarios generales de Hizbulah,  asesinados por los isralies, o textos enmarcados escritos en árabe y en inglés. "Esta es la guerra de los cerebros -escribió Abas- entre la resistencia y el ejército de Israel, porque necesita el genio de los jefes, la habilidad para llevar a cabo tácticas y contratácticas, la pericia de proteger a la población y aprovechar al máximo las armas".

En Mlita no se ocultan ni estas galerías excavadas ni el armamento de fabricación norteamericana, rusa, china, israelí, como los Tow, los Kornet o los Fagot, que estaban en poder de Hizbulah. No los esconden ni temen proporcionar informaciones sobre su capacidad combativa porque estiman que todo esto pertenece al pasado y confían en poseer nuevos tipos de armamentos y otras técnicas militares. Los secretos cada vez están mas lejos.

En este proyecto aun no concluido, que tiene que culminar en los próximos años incluso con un teleférico de Mitla a Sujud, en este corazón de la geografía bélica de la resistencia, cada lugar tiene un símbolo particular y el conjunto posee una cierta coherencia. Al final del itinerario hay la Plaza de la Victoria, con el recuerdo de los mártires y, en el hondo del valle, el Cementerio de los ocupantes. "Antes nos habíamos resignado a perder un mártir por cada muerto israelí; ahora -dice Ali Hasan, nuestro guía- no sabremos cuantos caeran por uno sólo de nuestros mártires".

En la pared del flamante pabellón hay un mapa con todos los objetivos susceptibles de ser alcanzados por Hizbulah, desde el aeropuerto de Ben Gurión hasta la ciudad de Eilat, en caso de bombardeo del Tsahal. Pero en Mlita, entre la tierra y el cielo, Hizbulah quiere también acondicionar un lugar de ocio, de turismo, para recalcar que la resistencia y la alegría de vivir no están separadas y que, aunque el martirio forma parte de sus valores proclamados, hay que aprovechar el precioso bien de la vida.
Sábado, 19 de Junio 2010
La Vanguardia, Barcelona, España
           


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