Cousteau, de 46 años, y su equipo retornaron en un bote a la costa de Islamorada, una población en los cayos en el extremo sur de Florida (sureste de EEUU), hacia las 10H00 locales (14H00 GMT), constató la AFP.
"Me siento bien. Un poco cansado. Extrañé a los amigos y a la familia", dijo un sonriente Cousteau, que portaba aún la parte superior de su traje de buceo bajo una camiseta blanca, en una breve declaración antes de descender a tierra firme.
Miembros de la "Misión 31" de Cousteau aplaudieron a su llegada y lo recibieron con abrazos y vivas, en un centro de la Florida International University, a la que pertenece el laboratorio submarino Aquarius, que tiene el tamaño de un autobús (20 metros).
Los "acuanautas" permanecieron los 31 días en Aquarius, a 20 metros bajo el agua en las costas de Cayo Largo, en un ambiente muy húmedo, pero con tecnología de punta, que incluía hasta cascos que utiliza la NASA para entrenar a sus astronautas bajo el agua.
Cousteau y su grupo de científicos, ingenieros y camarógrafos, realizaron salidas diarias para bucear, documentar la vida submarina y realizar los experimentos, enfocados principalmente en el cambio climático y la acidificación de los océanos.
Además de los experimentos, pudieron documentar ellos mismos su comportamiento viviendo bajo el agua por más de un mes.
El explorador dará detalles de su aventura en una rueda de prensa pautada para la tarde del miércoles.
- Homenaje a su abuelo -
Antes de zambullirse, Cousteau dijo que esta hazaña servía para "honrar" al fallecido Jacques-Yves Cousteau, quien hace medio siglo permaneció 30 días bajo aguas del Mar Rojo, una de las múltiples proezas del explorador, famoso por sus decenas de documentales sobre la exploración marina.
Su intrépido abuelo decía que "para filmar peces debes convertirte en pez, así que qué mejor manera de filmar lo desconocido (...) que volverse un pez por 31 días", relató el nieto en entrevista con la AFP horas antes de sumergirse en las cristalinas aguas de los cayos de Florida el 1 de junio.
Cousteau y su equipo, que contaron con internet en el laboratorio y estuvieron en todo momento en contacto con el mundo exterior a través de las redes sociales y cámaras que transmitían sus movimientos en vivo, tuvieron que someterse a un largo proceso de descompresión por casi 16 horas para readaptarse a la superficie.
Desde Aquarius, Cousteau realizó sesiones educativas con escuelas, museos y acuarios a través de Skype.
Para el oceanógrafo, quien pasó los primeros treinta años de su vida junto a su abuelo, muchas veces participando en sus aventuras a bordo del barco Calypso, poder permanecer bajo el agua por tanto tiempo es un sueño hecho realidad.
"Cada vez que me mojo y me pongo a bucear, siento dicha, paz", dijo a la AFP antes de emprender su hazaña.