Da la impresión que tras ese encuentro, en Afganistán se podrá poner en marcha todo lo que antes se había convenido, y durante el mes en curso, las tropas internacionales iniciarán el asalto de Kandahar, bastión de los talibanes en el sur de Afganistán, el 29 de mayo se celebrará en Kabul la Conferencia para incentivar el dialogo entre Karzai y algunos líderes Talibán, y ya en verano, por primera vez, Afganistán albergará la Conferencia internacional de donantes.
Cabe desatacar que para esas fechas el contingente militar estadounidense en el país asiático ascenderá a 100.000 efectivos para llevar a cabo nuevas operaciones para sembrar la democracia y aniquilar la insurrección en el país asiático.
EEUU y el actual gobierno en Afganistán cuentan con catorce meses para realizar todos esos planes, ya que para el julio de 2011 está previsto el inicio de la retirada de tropas estadounidenses del territorio afgano.
Probablemente por esa razón Obama y Karzai se vieron obligados a reconciliarse, por lo menos temporalmente, porque en esencia, las relaciones entre ambos líderes no son del todo cordiales, según observaron los periodistas que asistieron a la reunión en la Casa Blanca.
El quid del problema es que Obama no quiere o no puede cambiar la política típica estadounidense respecto a otros países, y que se traduce en la introducción y establecimiento en esos países de estructuras políticas similares a las que existen en EEUU.
En Afganistán, esa política estadounidense causó la absurda rivalidad entre Karzai y Obama, o para ser más precisos, entre la visión afgana y la visión estadounidense acerca de cómo debe ser la lucha por las provincias y regiones del país.
Es evidente que a Karzai le molesta cuando le recuerdan que es el protegido de EEUU, y que su poder se limita únicamente al territorio de Kabul.
Durante los últimos años, Karzai ha pedido y exigido al gobierno estadounidense que le puso en el poder, recursos para crear un ejército y policía nacional fuertes, pero no lo ha podido conseguir. Por lo visto, Washington no quiere que su protegido se convierta en un líder poderoso.
En diciembre pasado, la administración de Barack Obama finalmente manifestó su estrategia sobre Afganistán: lanzar una ofensiva, retirar las tropas y dejar el país en manos de un gobierno local fuerte. Pero ¿qué quiere decir EEUU cuando habla de un gobierno fuerte?
Fue precisamente ese punto lo que provocó las nuevas discrepancias entre Karzai y Obama. El presidente afgano sospecha que su homólogo estadounidense premeditadamente debilita su autoridad fortaleciéndo la de sus principales rivales en las provincias.
Al explicar su estrategia, Washington argumenta que fue inadecuado apoyar únicamente a Karzai durante los últimos nueve años. Según los estrategas estadounidenses, ahora hay que establecer relaciones con los líderes regionales porque actualmente la guerra se libra en las provincias y es precisamente allí, y no en Kabul, donde hay que acordar alianzas financiando a los líderes regionales convenientes.
¿Y cómo hacerlo? Por ejemplo, en Kandahar, donde próximamente se iniciará una operación militar, además de combatir los talibán, los expertos estadounidenses prevén pactar alianzas y apoyar clanes locales en el poder.
Hasta los últimos días, la influencia de Kabul (y de Karzai) en Kandahar estaba representada en Ahmed Wali Karzai, hermano menor del presidente afgano. Pero algunos líderes locales consideran a Ahmed como el protegido de un presidente corrupto, y es muy probable que la operación extranjera militar en Kandahar afectará también los intereses de Ahmed Karzai.
No hay nada sorprendente en la indignación de Hamid Karzai respecto a los nuevos planes de Washington en Afganistán, que a primera vista parecen absurdos.
Al final, el gobierno de EEUU dejará a Afganistán aún más dividida que antes e intentarán ejercer la influencia civil (no militar) apoyando simultáneamente varios centros del poder. Esta situación corresponde con el estándar estadounidense de su sociedad civil, en la que no hay sitio para dictadores en la capital de un país.
Hace poco, la revista estadounidense Foreign Affairs publicó un artículo que dice que Hamid Karzai se encuentra en una situación similar a la del rey de Francia, Luis XIV, cuando éste subió al trono.
Al principio, el poder de aquel joven monarca tan sólo se extendía a París y sus cercanías, porque las provincias estaban bajo el dominio de duques, príncipes y cardenales (príncipes de la Iglesia) que además disponían de mucha fuerza militar.
No obstante, tras alianzas e intrigas, al final de su gobierno Luis XIV logró reprimir a todos sus opositores provinciales, convertirse en el Rey Sol y crear un estado con una integridad política que ningún otro país de Europa pudo lograr hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Hoy por hoy, Hamid Karzai debe hacer lo mismo en Afganistán, dice el autor del artículo publicado en Foreign Affairs.
La lógica es evidente. Posteriormente, Francia dió origen a la ideología democrática que no habría nacido si no hubiera emergido el propio Estado francés unos 100 años atrás. Ahora, la misma teoría puede aplicarse a Afganistán y no sólo a este país.
Pero ¿quién es este autor? Es Sheri Berman, profesor de la Universidad de Columbia. Los círculos políticos de EEUU leen mucho la mencionada revista pero ni se les ocurre cambiar el credo de la política estadounidense basándose en las especulaciones de un profesor, a pesar de que Barack Obama ostenta el poder y Estados Unidos se enfrenta a una época de cambios.
Este credo estipula que el mundo, incluído Afganistán, debe estar libre de cualesquier Reyes Sol. ¿Para qué EEUU emprendió durante nueve años una guerra en Afganistán en la que han muerto 1.049 soldados? ¿Para fortalecer allí un régimen centralizado y autoritario y retirarse? Semejante explicación el electorado estadounidense nunca la comprenderá.
Hoy en día, es difícil predecir qué política conduciría Washington en Afganistán y el sur de Asia, pero en general, una vez finalizada la operación militar allí dentro de los anunciados 14 meses, se puede afirmar la tensión en esa zona no va a desaparecer.
Un ejemplo, el pakistaní, Faisal Shahzad, que intentó detonar un coche bomba en Times Square de Nueva York el pasado 1 de mayo, confesó que actuó por orden de los talibán paquistaníes.
Washington realiza las investigaciones para comprobar esta versión, pero es evidente que ni EEUU ni otros países podrán hacer la vista gorda ante la actual situación en Asia Central.
Es más fácil hacer pronósticos respecto a Hamid Karzai, que muy probablemente esperará cuando las tropas estadounidenses se retiren de su país para comenzar a buscar nuevos socios en el mundo que no intenten socavar su autoridad en Afganistán, argumentando que de esa forma desarrollan una política de cooperación en aras de las autoridades afganas y su pueblo.
Cabe desatacar que para esas fechas el contingente militar estadounidense en el país asiático ascenderá a 100.000 efectivos para llevar a cabo nuevas operaciones para sembrar la democracia y aniquilar la insurrección en el país asiático.
EEUU y el actual gobierno en Afganistán cuentan con catorce meses para realizar todos esos planes, ya que para el julio de 2011 está previsto el inicio de la retirada de tropas estadounidenses del territorio afgano.
Probablemente por esa razón Obama y Karzai se vieron obligados a reconciliarse, por lo menos temporalmente, porque en esencia, las relaciones entre ambos líderes no son del todo cordiales, según observaron los periodistas que asistieron a la reunión en la Casa Blanca.
El quid del problema es que Obama no quiere o no puede cambiar la política típica estadounidense respecto a otros países, y que se traduce en la introducción y establecimiento en esos países de estructuras políticas similares a las que existen en EEUU.
En Afganistán, esa política estadounidense causó la absurda rivalidad entre Karzai y Obama, o para ser más precisos, entre la visión afgana y la visión estadounidense acerca de cómo debe ser la lucha por las provincias y regiones del país.
Es evidente que a Karzai le molesta cuando le recuerdan que es el protegido de EEUU, y que su poder se limita únicamente al territorio de Kabul.
Durante los últimos años, Karzai ha pedido y exigido al gobierno estadounidense que le puso en el poder, recursos para crear un ejército y policía nacional fuertes, pero no lo ha podido conseguir. Por lo visto, Washington no quiere que su protegido se convierta en un líder poderoso.
En diciembre pasado, la administración de Barack Obama finalmente manifestó su estrategia sobre Afganistán: lanzar una ofensiva, retirar las tropas y dejar el país en manos de un gobierno local fuerte. Pero ¿qué quiere decir EEUU cuando habla de un gobierno fuerte?
Fue precisamente ese punto lo que provocó las nuevas discrepancias entre Karzai y Obama. El presidente afgano sospecha que su homólogo estadounidense premeditadamente debilita su autoridad fortaleciéndo la de sus principales rivales en las provincias.
Al explicar su estrategia, Washington argumenta que fue inadecuado apoyar únicamente a Karzai durante los últimos nueve años. Según los estrategas estadounidenses, ahora hay que establecer relaciones con los líderes regionales porque actualmente la guerra se libra en las provincias y es precisamente allí, y no en Kabul, donde hay que acordar alianzas financiando a los líderes regionales convenientes.
¿Y cómo hacerlo? Por ejemplo, en Kandahar, donde próximamente se iniciará una operación militar, además de combatir los talibán, los expertos estadounidenses prevén pactar alianzas y apoyar clanes locales en el poder.
Hasta los últimos días, la influencia de Kabul (y de Karzai) en Kandahar estaba representada en Ahmed Wali Karzai, hermano menor del presidente afgano. Pero algunos líderes locales consideran a Ahmed como el protegido de un presidente corrupto, y es muy probable que la operación extranjera militar en Kandahar afectará también los intereses de Ahmed Karzai.
No hay nada sorprendente en la indignación de Hamid Karzai respecto a los nuevos planes de Washington en Afganistán, que a primera vista parecen absurdos.
Al final, el gobierno de EEUU dejará a Afganistán aún más dividida que antes e intentarán ejercer la influencia civil (no militar) apoyando simultáneamente varios centros del poder. Esta situación corresponde con el estándar estadounidense de su sociedad civil, en la que no hay sitio para dictadores en la capital de un país.
Hace poco, la revista estadounidense Foreign Affairs publicó un artículo que dice que Hamid Karzai se encuentra en una situación similar a la del rey de Francia, Luis XIV, cuando éste subió al trono.
Al principio, el poder de aquel joven monarca tan sólo se extendía a París y sus cercanías, porque las provincias estaban bajo el dominio de duques, príncipes y cardenales (príncipes de la Iglesia) que además disponían de mucha fuerza militar.
No obstante, tras alianzas e intrigas, al final de su gobierno Luis XIV logró reprimir a todos sus opositores provinciales, convertirse en el Rey Sol y crear un estado con una integridad política que ningún otro país de Europa pudo lograr hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Hoy por hoy, Hamid Karzai debe hacer lo mismo en Afganistán, dice el autor del artículo publicado en Foreign Affairs.
La lógica es evidente. Posteriormente, Francia dió origen a la ideología democrática que no habría nacido si no hubiera emergido el propio Estado francés unos 100 años atrás. Ahora, la misma teoría puede aplicarse a Afganistán y no sólo a este país.
Pero ¿quién es este autor? Es Sheri Berman, profesor de la Universidad de Columbia. Los círculos políticos de EEUU leen mucho la mencionada revista pero ni se les ocurre cambiar el credo de la política estadounidense basándose en las especulaciones de un profesor, a pesar de que Barack Obama ostenta el poder y Estados Unidos se enfrenta a una época de cambios.
Este credo estipula que el mundo, incluído Afganistán, debe estar libre de cualesquier Reyes Sol. ¿Para qué EEUU emprendió durante nueve años una guerra en Afganistán en la que han muerto 1.049 soldados? ¿Para fortalecer allí un régimen centralizado y autoritario y retirarse? Semejante explicación el electorado estadounidense nunca la comprenderá.
Hoy en día, es difícil predecir qué política conduciría Washington en Afganistán y el sur de Asia, pero en general, una vez finalizada la operación militar allí dentro de los anunciados 14 meses, se puede afirmar la tensión en esa zona no va a desaparecer.
Un ejemplo, el pakistaní, Faisal Shahzad, que intentó detonar un coche bomba en Times Square de Nueva York el pasado 1 de mayo, confesó que actuó por orden de los talibán paquistaníes.
Washington realiza las investigaciones para comprobar esta versión, pero es evidente que ni EEUU ni otros países podrán hacer la vista gorda ante la actual situación en Asia Central.
Es más fácil hacer pronósticos respecto a Hamid Karzai, que muy probablemente esperará cuando las tropas estadounidenses se retiren de su país para comenzar a buscar nuevos socios en el mundo que no intenten socavar su autoridad en Afganistán, argumentando que de esa forma desarrollan una política de cooperación en aras de las autoridades afganas y su pueblo.