Por eso, se tomaron ocho años y se gastaron 50 millones de euros (unos 115 mil millones de pesos) para armar este retrato emotivo y contundente del mar, sus riquezas y sus tragedias.
Sin apelar a la 3-D o a diálogos aleccionadores y apocalípticos acerca de la extinción, Perrin y Cluzaud se dedican, en casi dos horas de metraje, a rendir un homenaje a ese ecosistema y se dejan llevar por el registro de los seres que lo habitan: focas que descansan tranquilas en los témpanos, una morsa que abraza a su cría o millones de cangrejos que se amontonan formando un tapete raro e impactante en el piso marino.
El sonido ambiente
Océanos le da mucho protagonismo al sonido ambiente y no se excede en el uso de la banda sonora. En su lugar, ofrece secuencias -logradas con cámaras y artefactos recién inventados- en los que los habitantes del mar parecen bailar y juguetear.
Leones marinos irrumpen en una bola formada por millones de peces pequeños y se dan un suculento banquete con los que les caen en la boca. Cientos de medusas danzan con movimientos lentos en una coreografía que parece un juego creado digitalmente y ballenas saltan a la superficie y se dejan caer de espaldas con todo el peso de sus toneladas, lo que crea un espectáculo que se ha visto muchas veces, pero que impacta por la cercanía con que la cámara atrapa la pirueta.
Pero no todo es belleza: se crean tensión y dramatismo al vincular al ser humano en la trama. Una foca nada entre desperdicios, asoma la cabeza y se encuentra con una fábrica que escupe humo negro por sus chimeneas o una tortuga intenta desesperadamente escapar de una red que la tiene prisionera. Estas son algunas de las escenas con las que el documental busca crear conciencia. Y lo logra.
Inventos para llegar profundo
Como los franceses Jacques Perrin (productor de 'Microcosmos') y Jacques Cluzaud querían estar muy cerca de las especies marinas, y eso incluía acompañarlas en sus recorridos y movimientos -así fueran muy rápidos-, tuvieron que crear una cámara digital 'viviente', como ellos la llaman, lo suficientemente liviana e intrépida para lograrlo.
La cámara, con capacidad para captar toda la gama de colores azules del universo submarino, era metida en una caja hidrodinámica, que también fue creada para la película.
Para perseguir atunes y delfines, la cámara era introducida en unos pequeños torpedos que seguían a estos veloces animales.
Crearon también un aparato llamado 'mitad aire-mitad agua', que graba fuera y dentro del océano; ideal, explican los documentalistas, para seguir a una foca que nada con la cabeza fuera del agua. "Empezamos de cero: reinventamos el cine", dijeron los directores.
Sin apelar a la 3-D o a diálogos aleccionadores y apocalípticos acerca de la extinción, Perrin y Cluzaud se dedican, en casi dos horas de metraje, a rendir un homenaje a ese ecosistema y se dejan llevar por el registro de los seres que lo habitan: focas que descansan tranquilas en los témpanos, una morsa que abraza a su cría o millones de cangrejos que se amontonan formando un tapete raro e impactante en el piso marino.
El sonido ambiente
Océanos le da mucho protagonismo al sonido ambiente y no se excede en el uso de la banda sonora. En su lugar, ofrece secuencias -logradas con cámaras y artefactos recién inventados- en los que los habitantes del mar parecen bailar y juguetear.
Leones marinos irrumpen en una bola formada por millones de peces pequeños y se dan un suculento banquete con los que les caen en la boca. Cientos de medusas danzan con movimientos lentos en una coreografía que parece un juego creado digitalmente y ballenas saltan a la superficie y se dejan caer de espaldas con todo el peso de sus toneladas, lo que crea un espectáculo que se ha visto muchas veces, pero que impacta por la cercanía con que la cámara atrapa la pirueta.
Pero no todo es belleza: se crean tensión y dramatismo al vincular al ser humano en la trama. Una foca nada entre desperdicios, asoma la cabeza y se encuentra con una fábrica que escupe humo negro por sus chimeneas o una tortuga intenta desesperadamente escapar de una red que la tiene prisionera. Estas son algunas de las escenas con las que el documental busca crear conciencia. Y lo logra.
Inventos para llegar profundo
Como los franceses Jacques Perrin (productor de 'Microcosmos') y Jacques Cluzaud querían estar muy cerca de las especies marinas, y eso incluía acompañarlas en sus recorridos y movimientos -así fueran muy rápidos-, tuvieron que crear una cámara digital 'viviente', como ellos la llaman, lo suficientemente liviana e intrépida para lograrlo.
La cámara, con capacidad para captar toda la gama de colores azules del universo submarino, era metida en una caja hidrodinámica, que también fue creada para la película.
Para perseguir atunes y delfines, la cámara era introducida en unos pequeños torpedos que seguían a estos veloces animales.
Crearon también un aparato llamado 'mitad aire-mitad agua', que graba fuera y dentro del océano; ideal, explican los documentalistas, para seguir a una foca que nada con la cabeza fuera del agua. "Empezamos de cero: reinventamos el cine", dijeron los directores.