El diálogo nacional, convocado bajo mediación de la Iglesia católica, quedó instalado en la sede del Seminario Nuestra Señora de Fátima, sector suroeste de Managua, con la presencia del propio Ortega y de la vicepresidenta, Rosario Murillo.
Ortega y Murillo arribaron en una gran caravana de vehículos blindados Mercedes Benz, bajo una fuerte protección policial y fueron abucheados por manifestantes reunidos en las afueras del local, que les gritaron "asesinos" y "que se vayan".
Iniciada la ceremonia y antes de que Ortega empezara a hablar, uno de los líderes universitarios, Lesther Alemán, le exigió "que ordene el cese inmediato de la represión".
"Esta no es una mesa de diálogo, es una mesa para negociar su salida. Ríndase ante todo este pueblo, ordene el cese al fuego ahorita mismo. Lo que se ha cometido en este país ha sido un genocidio", le dijo el joven a Ortega.
“Como usted es jefe de la Policía y del Ejército, le decimos que ordene el cese de los ataques de la Policía, los paramilitares y las turbas adeptas al Gobierno", agregó Alemán, mientras algunos religiosos elevaban oraciones y manipulaban sus rosarios.
Es la primera vez que al presidente nicaragüense, un ex guerrillero sandinista de 72 años, se le interrumpe durante un discurso público, comentó una reportera de la televisión oficial. Ortega gobernó de 1979 a 1990 y volvió al poder hace 11 años.
En medio de gritos y abucheos, Daniel Ortega respondió que la Policía fue "víctima" de los manifestantes y que los antimotines “tienen orden de no disparar". Aseguró que en las cárceles no hay "un solo preso político" porque los detenidos fueron liberados.
Dijo que Nicaragua está "profundamente herida" por esta crisis y que las protestas hacen peligrar 130.000 empleos en las zonas francas (maquiladoras). También pidió a los obispos entregarle “la lista de los muertos” que, según ha dicho Murillo, son “inventados”.
"Estos no son angelitos", afirmó el mandatario al referirse a los estudiantes, a los que culpó por numerosas acciones de saqueo y vandalismo que los universitarios y testigos de los ataques atribuyen a fuerzas paramilitares ligadas al Gobierno.
A su turno, el catedrático y ex ministro de Educación, Carlos Tunnermann, representante de la sociedad civil, calificó de "decepcionante" el discurso de Ortega, y lo instó a "detener la represión y suprimir aquí mismo los cuerpos paramilitares”.
"Nosotros no queremos más muertos, el pueblo de Nicaragua exige que usted se vaya", le dijo después a Ortega el campesino Medardo Mairena, coordinador de un movimiento contra la construcción de un canal interoceánico en el sur del país.
Antes de finalizar la agitada sesión, y en respuesta al pedido presidencial, una estudiante leyó los nombres de más de medio centenar de jóvenes muertos en las protestas. “Presente, presente”, coreaban emocionados sus compañeros, con los puños en alto.
El obispo de Estelí (norte), Abelardo Matta, también demandó a Ortega que la Policía “se retire a sus cuarteles”.
“Aquí ha comenzado una revolución no armada, la de una población civil que ha venido manifestándose. Si quiere usted desmontar esta revolución, no será a fuerza de represión de balas de goma ni de plomo” afirmó Matta.
A la cita asistió la Conferencia Episcopal en pleno encabezada por el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, además de una representación de empresarios privados, otra de la sociedad civil y la numerosa delegación de universitarios y campesinos.
El cardenal Brenes convocó para la siguiente sesión el próximo viernes, en medio del escepticismo de los asistentes y la “decepción” expresada por varios empresarios.
José Adán Aguerri, presidente de Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), se mostró muy preocupado por el futuro de la economía e instó a Ortega a atender el reclamo de los jóvenes. “No podemos dejar que el país se destruya”, advirtió.
“Estamos en una situación peligrosísima. Lamentamos que se haya desaprovechado una oportunidad única (para frenar la crisis). Hay que reevaluar si hay voluntad seria de diálogo por parte del Gobierno”, dijo Juan Sebastián Chamorro, otro de los delegados del sector privado.
Más pesimista, el empresario Michael Healy comentó que el diálogo no será exitoso. “No creo que vaya a dar buenos frutos”, dijo.
Según proyecciones preliminares del sector privado, las pérdidas económicas por las protestas superan los 233 millones de dólares, equivalentes al 1,6 por ciento del Producto Interno Bruto de 2017.
La crisis estalló en Nicaragua el pasado 17 de abril, con una protesta de estudiantes en contra de una reforma al Seguro Social, que aumentaba las cuotas de trabajadores y empresas. Las manifestaciones se extendieron por el país tras la violenta reacción de la Policía, que dejó decenas de muertos y heridos.
El Gobierno reportó hoy otra persona fallecida, elevando a 16 su lista de víctimas. Sin embargo, organismos de derechos humanos no gubernamentales registran a menos 66 fallecidos durante el conflicto y más de 500 heridos.
Ortega y Murillo arribaron en una gran caravana de vehículos blindados Mercedes Benz, bajo una fuerte protección policial y fueron abucheados por manifestantes reunidos en las afueras del local, que les gritaron "asesinos" y "que se vayan".
Iniciada la ceremonia y antes de que Ortega empezara a hablar, uno de los líderes universitarios, Lesther Alemán, le exigió "que ordene el cese inmediato de la represión".
"Esta no es una mesa de diálogo, es una mesa para negociar su salida. Ríndase ante todo este pueblo, ordene el cese al fuego ahorita mismo. Lo que se ha cometido en este país ha sido un genocidio", le dijo el joven a Ortega.
“Como usted es jefe de la Policía y del Ejército, le decimos que ordene el cese de los ataques de la Policía, los paramilitares y las turbas adeptas al Gobierno", agregó Alemán, mientras algunos religiosos elevaban oraciones y manipulaban sus rosarios.
Es la primera vez que al presidente nicaragüense, un ex guerrillero sandinista de 72 años, se le interrumpe durante un discurso público, comentó una reportera de la televisión oficial. Ortega gobernó de 1979 a 1990 y volvió al poder hace 11 años.
En medio de gritos y abucheos, Daniel Ortega respondió que la Policía fue "víctima" de los manifestantes y que los antimotines “tienen orden de no disparar". Aseguró que en las cárceles no hay "un solo preso político" porque los detenidos fueron liberados.
Dijo que Nicaragua está "profundamente herida" por esta crisis y que las protestas hacen peligrar 130.000 empleos en las zonas francas (maquiladoras). También pidió a los obispos entregarle “la lista de los muertos” que, según ha dicho Murillo, son “inventados”.
"Estos no son angelitos", afirmó el mandatario al referirse a los estudiantes, a los que culpó por numerosas acciones de saqueo y vandalismo que los universitarios y testigos de los ataques atribuyen a fuerzas paramilitares ligadas al Gobierno.
A su turno, el catedrático y ex ministro de Educación, Carlos Tunnermann, representante de la sociedad civil, calificó de "decepcionante" el discurso de Ortega, y lo instó a "detener la represión y suprimir aquí mismo los cuerpos paramilitares”.
"Nosotros no queremos más muertos, el pueblo de Nicaragua exige que usted se vaya", le dijo después a Ortega el campesino Medardo Mairena, coordinador de un movimiento contra la construcción de un canal interoceánico en el sur del país.
Antes de finalizar la agitada sesión, y en respuesta al pedido presidencial, una estudiante leyó los nombres de más de medio centenar de jóvenes muertos en las protestas. “Presente, presente”, coreaban emocionados sus compañeros, con los puños en alto.
El obispo de Estelí (norte), Abelardo Matta, también demandó a Ortega que la Policía “se retire a sus cuarteles”.
“Aquí ha comenzado una revolución no armada, la de una población civil que ha venido manifestándose. Si quiere usted desmontar esta revolución, no será a fuerza de represión de balas de goma ni de plomo” afirmó Matta.
A la cita asistió la Conferencia Episcopal en pleno encabezada por el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, además de una representación de empresarios privados, otra de la sociedad civil y la numerosa delegación de universitarios y campesinos.
El cardenal Brenes convocó para la siguiente sesión el próximo viernes, en medio del escepticismo de los asistentes y la “decepción” expresada por varios empresarios.
José Adán Aguerri, presidente de Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), se mostró muy preocupado por el futuro de la economía e instó a Ortega a atender el reclamo de los jóvenes. “No podemos dejar que el país se destruya”, advirtió.
“Estamos en una situación peligrosísima. Lamentamos que se haya desaprovechado una oportunidad única (para frenar la crisis). Hay que reevaluar si hay voluntad seria de diálogo por parte del Gobierno”, dijo Juan Sebastián Chamorro, otro de los delegados del sector privado.
Más pesimista, el empresario Michael Healy comentó que el diálogo no será exitoso. “No creo que vaya a dar buenos frutos”, dijo.
Según proyecciones preliminares del sector privado, las pérdidas económicas por las protestas superan los 233 millones de dólares, equivalentes al 1,6 por ciento del Producto Interno Bruto de 2017.
La crisis estalló en Nicaragua el pasado 17 de abril, con una protesta de estudiantes en contra de una reforma al Seguro Social, que aumentaba las cuotas de trabajadores y empresas. Las manifestaciones se extendieron por el país tras la violenta reacción de la Policía, que dejó decenas de muertos y heridos.
El Gobierno reportó hoy otra persona fallecida, elevando a 16 su lista de víctimas. Sin embargo, organismos de derechos humanos no gubernamentales registran a menos 66 fallecidos durante el conflicto y más de 500 heridos.