En la entrada del estacionamiento se niega el acceso a los visitantes, ya vengan de París, Lille o Marsella. "Somos víctimas de nuestro propio éxito", lamenta uno de los trabajadores de la piscina.
En muchos lugares de Europa se está restringiendo o prohibiendo la entrada de turistas por exceso de visitantes. En el ayuntamiento de Puteaux justifican la medida por motivos de seguridad. "La entrada está limitada a 800 personas", explicó el vicealcalde Franck Cavaye en televisión.
Anteriormente se formaron largas colas, hubo altercados y daños en la piscina. La norma de "sólo vecinos" está vigente desde el verano pasado pero ha empezado a crear revuelo con la ola de calor de este verano (boreal).
En el propio París hay mucho que hacer para gestionar la enorme llegada de turistas de dentro y fuera del país. Para entrar en la Torre Eiffel, que cada año recibe seis millones de visitantes, ya se venden tickets por Internet para reducir las colas y el tiempo de espera. Pero los trabajadores del monumento no estaban satisfechos e hicieron huelga la semana pasada y dejaron a miles de turistas decepcionados antes las puertas cerradas.
En el noroeste de España se limitó hace cuatro la entrada a una espectacular playa. Para acceder durante los meses de verano a la playa de Las Catedrales, en la región de Galicia, los visitantes deben contar con un permiso especial personal e intransferible.
La playa con sus impresionantes formaciones rocosas fue declarada en 2007 reserva de la biosfera. Desde principios de julio hasta finales de septiembre sólo pueden contemplar esta maravilla natural 4.812 personas diarias.
En Italia está abierto el debate sobre si debe restringirse la entrada a algunas atracciones turísticas, por ejemplo en la saturada Venecia. Pero aunque se hable de poner torniquetes o barreras, lugares tan visitados como la plaza de San Marcos no han sido nunca cerrados por exceso de afluencia.
Más allá del turismo de masas, en otros puntos de Italia sí que hay algunas limitaciones. En verano, por ejemplo, se limita el paso de automóviles y motos por el paso del Sella, en las montañas Dolomitas, para proteger el entorno en esa turística región. Y para acceder al sendero que transcurre por los pintorescos pueblos de Cinque Terre, en Liguria, se necesita tener entrada.
También se están adoptando medidas contra el abarrotamiento en la turística Ámsterdam. En el popular barrio rojo, cerca de la estación, se harán en el futuro "pausas de limpieza" en noches especialmente concurridas. Durante esas pausas se cerrarán por completo algunas calles para limpiarlas. También se podrían cerrar algunas por exceso de gente. El motivo para esa drástica medida es que por las noches Ámsterdam se convierte en una "jungla", según dijo recientemente el defensor del pueblo de la ciudad holandesa.
En Múnich no les gusta hablar de "jungla" para referirse a su fiesta de la cerveza, la Oktoberfest. Pero las carpas, a las que llegan miles de personas, están a menudo tan llenas que se cierran las entradas y se cuelgan carteles de "Cerrado por aforo completo".
Esto ha ocurrido a menudo incluso el primer día de la Oktoberfest, a veces incluso antes de la apertura oficial y de que se haya abierto la primera cerveza. Además, quien no tiene reserva y sale de las carpas lo tiene difícil para volver a entrar. Trucos como "mi chaqueta está dentro" o "mis amigos me esperan" se han usado tanto que ya no sirven para ablandar a los encargados de la seguridad.
En muchos lugares de Europa se está restringiendo o prohibiendo la entrada de turistas por exceso de visitantes. En el ayuntamiento de Puteaux justifican la medida por motivos de seguridad. "La entrada está limitada a 800 personas", explicó el vicealcalde Franck Cavaye en televisión.
Anteriormente se formaron largas colas, hubo altercados y daños en la piscina. La norma de "sólo vecinos" está vigente desde el verano pasado pero ha empezado a crear revuelo con la ola de calor de este verano (boreal).
En el propio París hay mucho que hacer para gestionar la enorme llegada de turistas de dentro y fuera del país. Para entrar en la Torre Eiffel, que cada año recibe seis millones de visitantes, ya se venden tickets por Internet para reducir las colas y el tiempo de espera. Pero los trabajadores del monumento no estaban satisfechos e hicieron huelga la semana pasada y dejaron a miles de turistas decepcionados antes las puertas cerradas.
En el noroeste de España se limitó hace cuatro la entrada a una espectacular playa. Para acceder durante los meses de verano a la playa de Las Catedrales, en la región de Galicia, los visitantes deben contar con un permiso especial personal e intransferible.
La playa con sus impresionantes formaciones rocosas fue declarada en 2007 reserva de la biosfera. Desde principios de julio hasta finales de septiembre sólo pueden contemplar esta maravilla natural 4.812 personas diarias.
En Italia está abierto el debate sobre si debe restringirse la entrada a algunas atracciones turísticas, por ejemplo en la saturada Venecia. Pero aunque se hable de poner torniquetes o barreras, lugares tan visitados como la plaza de San Marcos no han sido nunca cerrados por exceso de afluencia.
Más allá del turismo de masas, en otros puntos de Italia sí que hay algunas limitaciones. En verano, por ejemplo, se limita el paso de automóviles y motos por el paso del Sella, en las montañas Dolomitas, para proteger el entorno en esa turística región. Y para acceder al sendero que transcurre por los pintorescos pueblos de Cinque Terre, en Liguria, se necesita tener entrada.
También se están adoptando medidas contra el abarrotamiento en la turística Ámsterdam. En el popular barrio rojo, cerca de la estación, se harán en el futuro "pausas de limpieza" en noches especialmente concurridas. Durante esas pausas se cerrarán por completo algunas calles para limpiarlas. También se podrían cerrar algunas por exceso de gente. El motivo para esa drástica medida es que por las noches Ámsterdam se convierte en una "jungla", según dijo recientemente el defensor del pueblo de la ciudad holandesa.
En Múnich no les gusta hablar de "jungla" para referirse a su fiesta de la cerveza, la Oktoberfest. Pero las carpas, a las que llegan miles de personas, están a menudo tan llenas que se cierran las entradas y se cuelgan carteles de "Cerrado por aforo completo".
Esto ha ocurrido a menudo incluso el primer día de la Oktoberfest, a veces incluso antes de la apertura oficial y de que se haya abierto la primera cerveza. Además, quien no tiene reserva y sale de las carpas lo tiene difícil para volver a entrar. Trucos como "mi chaqueta está dentro" o "mis amigos me esperan" se han usado tanto que ya no sirven para ablandar a los encargados de la seguridad.