Como si los dos derrames cerebrales que sufrió al hilo en enero del 2002 no le hubieran dejado ninguna secuela, Fernández anuncia a quien quiera escucharlo que esta nueva exposición “es una de las grandes”.
Con esa afirmación, el artista no se refiere únicamente al tamaño de los óleos en los que estuvo trabajando en los últimos meses, sino que advierte que esta muestra, a la que bautizó “Las lunas del silencio”, representa un hito en su carrera.
“Después de que tuve el accidente pude dar el paso: me liberé. Antes estaba limitado por un estilo. Propio, sí, pero decorativo. Ahora no me ata nada más que mi deseo de pintar”, expresó Fernández.
En aquel entonces, explicó, se ganaba la vida pintando, mientras ahora gana vida cada vez que pinta: “ Pintando me siento muy bien. Me libero, siento que vivo. Pinto lo que tengo en la cabeza, que es mucho y lo quiero transmitir”.
Noche y sentimiento. Rafa Fernández pinta de noche y cuando duerme sueña que pinta. Por eso, a los personajes de sus lienzos les da lo mismo volar que caminar, pararse de manos o de puntillas.
Por eso también la luna siempre se cuela en alguna esquina: “La luna es una intrusa que ilumina todos los cuadros... ¡y mi taller!”, agregó el pintor, quien en esta nueva etapa de su vida se identifica como expresionista.
Así, como los artistas de ese período histórico, Fernández apuesta por el dinamismo y, sobre todo, por el sentimiento.
Tan dispuesto parece estar a exponer lo que siente que decidió incluir en la serie un par de autorretratos.
En uno está de pie sobre un tejado; en el otro cuesta identificarlo sentado en su silla de ruedas entre el público que abarrota una carpa de circo.
“Creo que el mundo es un circo y todos somos saltimbanquis. Nos pasamos la vida buscando el equilibrio y haciendo malabares a cambio de unos aplausos”, explicó Fernández.
Temas recurrentes. Aunque la vida y la pintura de este artista han cambiado un poco, en los azules y ocres de la paleta de colores es imposible no reconocer el oficio de quien obtuvo el Premio Magón en el 2002 y el Aquileo Echeverría en múltiples ocasiones.
El Rafa de siempre se deja ver, también, en los toros y los caballos que pueblan algunos cuadros, y especialmente en el último y el más grande de los lienzos que hizo para esta muestra.
Se trata de Remedios , una obra en la que tres de sus incondicionales mujeres miran expectantes por una ventana.
“Esta obra es un guiño al pasado, porque en la madurez todo lo que he pintado está en mí”, concluyó el artista, quien ya planea la próxima muestra.