Las dos monarquías sunitas del Golfo se posicionaron al lado de los insurgentes (casi todos de su mismo credo) desde el comienzo de la revuelta armada contra el régimen de Bashar al Asad, que hace parte de la minoría alauita y es apoyado por el Irán chiita, gran rival de Arabia Saudita.
Pero seis años más tarde, la situación ha cambiado. Socavada por las rivalidades entre Catar y Arabia Saudita (que apoyan a grupos rebeldes diferentes) y por la entrada en acción en 2015 de Rusia, aliada de Asad, la rebelión acumula reveses y ha perdido territorio, sobre todo Alepo.
"La ruptura actual pone a la oposición en una situación incómoda porque nadie quiere tomar partido públicamente y perder la simpatía de la otra parte", afirma Yezid Sayigh, investigador en el Centro Carnegie para Oriente Medio, con sede en Beirut.
"Catar, Arabia Saudita, Turquía, Jordania y Emiratos Árabes Unidos han apoyado la revolución del pueblo sirio y se solidarizan desde hace años con la tragedia", afirma a la AFP un responsable rebelde de la Ghuta oriental, cerca de Damasco.
"Esperamos que estas discrepancias no sean más que una tormenta pasajera", añade bajo anonimato.
Señal del malestar que genera la crisis del Golfo, varios grupos rebeldes consultados por la AFP han declinado hacer comentarios, escudándose en que es un tema "delicado".
Sayigh estima que la crisis tendrá un impacto limitado en la guerra en Siria donde, de todos modos, "ni Catar ni Arabia Saudita se implican como hacían en el pasado".
"Arabia Saudita ha reducido "considerablemente su financiación a partir de 2015 debido a su intervención en Yemen", agrega.
Además no tendrá probablemente mucha repercusión a nivel financiero y militar, "puesto que Estados Unidos y Turquía han aumentado su apoyo a facciones cercanas a Catar y a Arabia Saudita".
La rebelión, muy fracturada, sólo controla el 11% del territorio sirio y cuenta con el apoyo de saudíes, cataríes, turcos, jordanos y estadounidenses.
En el norte predominan los grupos pro-cataríes y pro-turcos, junto con el salafista Ahrar al Sham. En la región de Damasco son predominantes los prosaudíes junto con Jaish al Islam y en el sur, los movimientos entrenados por Jordania y Estados Unidos.
Hay otro actor de peso: la exrama siria de Al Qaida (conocida ahora como Tahrir al Sham) que, según analistas y grupos en el terreno, mantiene vínculos con Catar, que lo desmiente.
Catar ha llevado a cabo la mayoría de las mediaciones para la liberación de rehenes en Siria secuestrados por este grupo, otrora denominado Frente al Nosra.
Arabia Saudita y varios de sus aliados rompieron relaciones con Catar el 5 de junio, acusándole de apoyar a grupos "terroristas" como Al Qaida.
El desapego paulatino de Arabia Saudita y Catar es patente sobre todo en la Ghuta oriental, bastión rebelde cerca de Damasco.
En esta región donde cohabitan grupos prosauditas y procataríes, los enfrentamientos entre las dos facciones causaron cientos de muertos incluso antes del estallido de la crisis diplomática, lo que ha debilitado el frente.
El riesgo es que "esta vez las consecuencias podrían ser mucho más sangrientas en la Ghuta, donde los dos países apoyan a facciones llenas de animosidad", estima Raphaël Lefèvre, investigador de la universidad de Oxford.
Para Thomas Pierret, experto del islam en Siria, "las alianzas están más determinadas por equilibrios locales que por patrocinios exteriores" en la Ghuta.
Según él, en la provincia de Idlib (noroeste), "una reorientación de la política de Catar puede hacer sufrir financieramente" a Ahrar al Sham, pero este grupo sigue siendo muy importante para Turquía, que ejerce de mediador entre Catar y Arabia Saudita.
La oposición política en el exilio está dispersa en dos países: el alto comité de las negociaciones se encuentra radicado en la capital saudita Riad y la Coalición nacional de la oposición y los principales grupos armados, en la ciudad turca de Estambul.
Según Sayigh, la disputa entre Arabia Saudita y Catar "no debería tener un impacto porque la oposición en su conjunto se ha convertido en un actor secundario".
Pero seis años más tarde, la situación ha cambiado. Socavada por las rivalidades entre Catar y Arabia Saudita (que apoyan a grupos rebeldes diferentes) y por la entrada en acción en 2015 de Rusia, aliada de Asad, la rebelión acumula reveses y ha perdido territorio, sobre todo Alepo.
"La ruptura actual pone a la oposición en una situación incómoda porque nadie quiere tomar partido públicamente y perder la simpatía de la otra parte", afirma Yezid Sayigh, investigador en el Centro Carnegie para Oriente Medio, con sede en Beirut.
- ¿'Tormenta pasajera'? -
"Catar, Arabia Saudita, Turquía, Jordania y Emiratos Árabes Unidos han apoyado la revolución del pueblo sirio y se solidarizan desde hace años con la tragedia", afirma a la AFP un responsable rebelde de la Ghuta oriental, cerca de Damasco.
"Esperamos que estas discrepancias no sean más que una tormenta pasajera", añade bajo anonimato.
Señal del malestar que genera la crisis del Golfo, varios grupos rebeldes consultados por la AFP han declinado hacer comentarios, escudándose en que es un tema "delicado".
Sayigh estima que la crisis tendrá un impacto limitado en la guerra en Siria donde, de todos modos, "ni Catar ni Arabia Saudita se implican como hacían en el pasado".
"Arabia Saudita ha reducido "considerablemente su financiación a partir de 2015 debido a su intervención en Yemen", agrega.
Además no tendrá probablemente mucha repercusión a nivel financiero y militar, "puesto que Estados Unidos y Turquía han aumentado su apoyo a facciones cercanas a Catar y a Arabia Saudita".
- 'Animosidad' -
La rebelión, muy fracturada, sólo controla el 11% del territorio sirio y cuenta con el apoyo de saudíes, cataríes, turcos, jordanos y estadounidenses.
En el norte predominan los grupos pro-cataríes y pro-turcos, junto con el salafista Ahrar al Sham. En la región de Damasco son predominantes los prosaudíes junto con Jaish al Islam y en el sur, los movimientos entrenados por Jordania y Estados Unidos.
Hay otro actor de peso: la exrama siria de Al Qaida (conocida ahora como Tahrir al Sham) que, según analistas y grupos en el terreno, mantiene vínculos con Catar, que lo desmiente.
Catar ha llevado a cabo la mayoría de las mediaciones para la liberación de rehenes en Siria secuestrados por este grupo, otrora denominado Frente al Nosra.
Arabia Saudita y varios de sus aliados rompieron relaciones con Catar el 5 de junio, acusándole de apoyar a grupos "terroristas" como Al Qaida.
El desapego paulatino de Arabia Saudita y Catar es patente sobre todo en la Ghuta oriental, bastión rebelde cerca de Damasco.
En esta región donde cohabitan grupos prosauditas y procataríes, los enfrentamientos entre las dos facciones causaron cientos de muertos incluso antes del estallido de la crisis diplomática, lo que ha debilitado el frente.
El riesgo es que "esta vez las consecuencias podrían ser mucho más sangrientas en la Ghuta, donde los dos países apoyan a facciones llenas de animosidad", estima Raphaël Lefèvre, investigador de la universidad de Oxford.
Para Thomas Pierret, experto del islam en Siria, "las alianzas están más determinadas por equilibrios locales que por patrocinios exteriores" en la Ghuta.
Según él, en la provincia de Idlib (noroeste), "una reorientación de la política de Catar puede hacer sufrir financieramente" a Ahrar al Sham, pero este grupo sigue siendo muy importante para Turquía, que ejerce de mediador entre Catar y Arabia Saudita.
La oposición política en el exilio está dispersa en dos países: el alto comité de las negociaciones se encuentra radicado en la capital saudita Riad y la Coalición nacional de la oposición y los principales grupos armados, en la ciudad turca de Estambul.
Según Sayigh, la disputa entre Arabia Saudita y Catar "no debería tener un impacto porque la oposición en su conjunto se ha convertido en un actor secundario".