Los expertos coinciden en que se trata de una realidad imparable y además deseable en el sentido de que permitirá aumentar la productividad con beneficios claros para la economía y mejores productos y servicios.
Pero, a la vez constituye un desafío urgente para los gobiernos crear una red social que evite que surjan "bolsas de perdedores netos" del proceso, en palabras del profesor Miguel Ángel Malo, experto en asuntos laborales del Departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad de Salamanca.
La empresa de asesoría y consultoría PwC estimó en uno de sus recientes informes que estas tecnologías podrían contribuir hasta en un 14 por ciento al PIB mundial para 2030, equivalente a unos 15 billones de dólares. Y en otro presentado a finales de febrero, analiza qué sectores y países serían los más afectados de un grupo de 29 (27 miembros de la OCDE más Singapur y Rusia).
Aunque el informe destaca la importancia de la automatización sobre todo en sectores como el transporte, la industria y la construcción, PwC considera que la pérdida de empleo que se produzca en la década de 2030, cuando se considera que se habrá desplegado ampliamente, se verá compensada por nuevos trabajos que surjan del nuevo sistema. No se generará un desempleo mayor "que el que se ha producido en las décadas desde que comenzó la revolución digital", señala.
Uno de los problemas de este planteamiento es sin embargo que "es más fácil estimar qué profesiones se van a perder que las nuevas que van a aparecer, cuál será su forma concreta es muy difícil de preveer. Sabemos cómo va a afectar pero no lo que va a surgir. Nos cuesta mucho imaginarlo", igual que ocurría en el pasado con las primeras máquinas, señala Miguel Ángel Malo, cuando nadie podía pensar que existiría un trabajo como el de programador.
En la década de 2030, PwC cree que en las economías con mayor peso de la industria y, por lo tanto, con trabajos más fáciles de automatizar, el porcentaje de puestos de trabajo en riesgo puede llegar al 44% en el caso de Eslovaquia, al 39% en el de Italia o al 37% de Alemania. España se sitúa en un 34%, y Chile en un 27%.
En otros países donde la actividad está más concentrada en el sector servicios, como sucede en Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, la proporción de trabajos en peligro será del 38%, 37% y 30%, respectivamente.
Por tipo de trabajador, el cambio afectará más a los hombres (39%) que a las mujeres (28%). Y a aquellos empleados con un nivel de formación medio (39%) o bajo (44%), pero también a los llamados "trabajadores de cuello blanco" siempre que sus tareas puedan realizarse de acuerdo con reglas, en un proceso ordenado o con algoritmos.
Pero no es un cambio necesariamente negativo, justo por este aumento de la productividad. "Imaginemos un oncólogo que tiene su saber hacer más el apoyo de la inteligencia artificial, que sustituye buena parte de lo que tiene que hacer en la actualidad, lo que le permite concentrarse en la toma de decisiones o nuevos tratamientos", explica Miguel Ángel Malo.
Otro experto en temas laborales, el catedrático de Economía Aplicada Rafael Muñoz de Bustillo Llorente, también de la Universidad de Salamanca, señala que de todos modos hay que tomar con cautela los estudios como el de PwC, ya que suelen estar hechos por "tecnólogos" demasiado influidos por un proceso de cambio que en el resto de la sociedad va mucho más lento.
Pero en todo caso el papel del Estado es central: en ayudar a las personas a adaptarse a los cambios, formarlas o especializarlas, proteger los derechos de los trabajadores y darles una red de apoyo cuando se enfrenten al desempleo. Todo eso en base a la productividad extra que se conseguirá con los cambios tecnológicos, subraya Muñoz de Bustillo.
En este sentido una de las opciones que se baraja es la de la renta básica universal, aunque ninguno de los dos expertos cree que sea una solución aplicable de forma general, sino que habría que matizarla para destinar más recursos a quienes más los necesitan.
"Vamos a un mundo en el que los empleos van a durar menos y las transiciones del empleo al desempleo van a ser más frecuentes. Es necesario crear una nueva red de seguridad social", afirma Miguel Ángel Malo. "Ir hacia un mundo con un mínimo garantizado, de modo de que la gente no caiga en lo más bajo, que es cuando más difícil es reinsertar a una persona".
España no está preparada para estos cambios ni es un debate presente en los ámbitos públicos, lamenta Muñoz de Bustillo. "No hay más que ver las partidas presupuestarias, en las que la inversión en I+D+I [investigación, desarrollo e innovación] se ha desmontado y España está muy por debajo no ya del 3% del PIB que destina Suecia, sino del 2% de media de la Unión Europea".
¿Y en América Latina? Una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con numerosos expertos mostraba la preocupación por el tema. Uno de los problemas más graves a enfrentar en la región será probablemente la profundización de la "dualización" que ya existe, es decir la polarización, con la destrucción de la parte media del ingreso social, explica Muñoz de Bustillo.
Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, lo resumía así en una entrevista de la publicación del BID: "Gran parte de América Latina se ve afectada por la paradoja de que los sectores más modernos de la economía tienen un excelente desempeño, son tan sofisticados como los de cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo, la productividad general de la economía es débil. Resolver esta dualidad es el principal desafío".
La solución a largo plazo se encuentra en la educación y la mejora de las instituciones, subrayaba. "En el corto y medio plazo, necesitamos que los gobiernos sean ágiles y experimenten, ayudando a las firmas de los sectores más modernos" y con soluciones aplicadas a cada actividad, ya que no hay recetas generalizables. "Esta es la razón por la cual necesitamos gobiernos que se involucren más en la práctica".
Muñoz Bustillo destaca al respecto: "El Estado de Bienestar es viable siempre y cuando tenga las coaliciones políticas que lo respalden". Hay que crear mecanismos que distribuyan esa productividad extra que se genere, "eso es el Estado de Bienestar".
Pero, a la vez constituye un desafío urgente para los gobiernos crear una red social que evite que surjan "bolsas de perdedores netos" del proceso, en palabras del profesor Miguel Ángel Malo, experto en asuntos laborales del Departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad de Salamanca.
La empresa de asesoría y consultoría PwC estimó en uno de sus recientes informes que estas tecnologías podrían contribuir hasta en un 14 por ciento al PIB mundial para 2030, equivalente a unos 15 billones de dólares. Y en otro presentado a finales de febrero, analiza qué sectores y países serían los más afectados de un grupo de 29 (27 miembros de la OCDE más Singapur y Rusia).
Aunque el informe destaca la importancia de la automatización sobre todo en sectores como el transporte, la industria y la construcción, PwC considera que la pérdida de empleo que se produzca en la década de 2030, cuando se considera que se habrá desplegado ampliamente, se verá compensada por nuevos trabajos que surjan del nuevo sistema. No se generará un desempleo mayor "que el que se ha producido en las décadas desde que comenzó la revolución digital", señala.
Uno de los problemas de este planteamiento es sin embargo que "es más fácil estimar qué profesiones se van a perder que las nuevas que van a aparecer, cuál será su forma concreta es muy difícil de preveer. Sabemos cómo va a afectar pero no lo que va a surgir. Nos cuesta mucho imaginarlo", igual que ocurría en el pasado con las primeras máquinas, señala Miguel Ángel Malo, cuando nadie podía pensar que existiría un trabajo como el de programador.
En la década de 2030, PwC cree que en las economías con mayor peso de la industria y, por lo tanto, con trabajos más fáciles de automatizar, el porcentaje de puestos de trabajo en riesgo puede llegar al 44% en el caso de Eslovaquia, al 39% en el de Italia o al 37% de Alemania. España se sitúa en un 34%, y Chile en un 27%.
En otros países donde la actividad está más concentrada en el sector servicios, como sucede en Estados Unidos, Francia o el Reino Unido, la proporción de trabajos en peligro será del 38%, 37% y 30%, respectivamente.
Por tipo de trabajador, el cambio afectará más a los hombres (39%) que a las mujeres (28%). Y a aquellos empleados con un nivel de formación medio (39%) o bajo (44%), pero también a los llamados "trabajadores de cuello blanco" siempre que sus tareas puedan realizarse de acuerdo con reglas, en un proceso ordenado o con algoritmos.
Pero no es un cambio necesariamente negativo, justo por este aumento de la productividad. "Imaginemos un oncólogo que tiene su saber hacer más el apoyo de la inteligencia artificial, que sustituye buena parte de lo que tiene que hacer en la actualidad, lo que le permite concentrarse en la toma de decisiones o nuevos tratamientos", explica Miguel Ángel Malo.
Otro experto en temas laborales, el catedrático de Economía Aplicada Rafael Muñoz de Bustillo Llorente, también de la Universidad de Salamanca, señala que de todos modos hay que tomar con cautela los estudios como el de PwC, ya que suelen estar hechos por "tecnólogos" demasiado influidos por un proceso de cambio que en el resto de la sociedad va mucho más lento.
Pero en todo caso el papel del Estado es central: en ayudar a las personas a adaptarse a los cambios, formarlas o especializarlas, proteger los derechos de los trabajadores y darles una red de apoyo cuando se enfrenten al desempleo. Todo eso en base a la productividad extra que se conseguirá con los cambios tecnológicos, subraya Muñoz de Bustillo.
En este sentido una de las opciones que se baraja es la de la renta básica universal, aunque ninguno de los dos expertos cree que sea una solución aplicable de forma general, sino que habría que matizarla para destinar más recursos a quienes más los necesitan.
"Vamos a un mundo en el que los empleos van a durar menos y las transiciones del empleo al desempleo van a ser más frecuentes. Es necesario crear una nueva red de seguridad social", afirma Miguel Ángel Malo. "Ir hacia un mundo con un mínimo garantizado, de modo de que la gente no caiga en lo más bajo, que es cuando más difícil es reinsertar a una persona".
España no está preparada para estos cambios ni es un debate presente en los ámbitos públicos, lamenta Muñoz de Bustillo. "No hay más que ver las partidas presupuestarias, en las que la inversión en I+D+I [investigación, desarrollo e innovación] se ha desmontado y España está muy por debajo no ya del 3% del PIB que destina Suecia, sino del 2% de media de la Unión Europea".
¿Y en América Latina? Una reciente publicación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con numerosos expertos mostraba la preocupación por el tema. Uno de los problemas más graves a enfrentar en la región será probablemente la profundización de la "dualización" que ya existe, es decir la polarización, con la destrucción de la parte media del ingreso social, explica Muñoz de Bustillo.
Dani Rodrik, de la Universidad de Harvard, lo resumía así en una entrevista de la publicación del BID: "Gran parte de América Latina se ve afectada por la paradoja de que los sectores más modernos de la economía tienen un excelente desempeño, son tan sofisticados como los de cualquier otro lugar del mundo. Sin embargo, la productividad general de la economía es débil. Resolver esta dualidad es el principal desafío".
La solución a largo plazo se encuentra en la educación y la mejora de las instituciones, subrayaba. "En el corto y medio plazo, necesitamos que los gobiernos sean ágiles y experimenten, ayudando a las firmas de los sectores más modernos" y con soluciones aplicadas a cada actividad, ya que no hay recetas generalizables. "Esta es la razón por la cual necesitamos gobiernos que se involucren más en la práctica".
Muñoz Bustillo destaca al respecto: "El Estado de Bienestar es viable siempre y cuando tenga las coaliciones políticas que lo respalden". Hay que crear mecanismos que distribuyan esa productividad extra que se genere, "eso es el Estado de Bienestar".