Roig en plural, un aliciente para leerla


MADRID. - Ahora que se cumplen 20 años de la muerte de Montserrat Roig vuelven a aflorar las etiquetas sobre este personaje. Feminista, antifeminista, marxista, demasiado de derechas, demasiado de izquierdas, demasiado carca, demasiado nacionalista, poco catalanista, provocadora... Los intentos de encasillar a Roig no han cesado todavía.



Montserrat Roig.
Montserrat Roig.
Frente a tales simplificaciones, ella aludía a la definición que le dedicó Joan Fuster, según la cuál la autora no era catalanista sino catalana y no era feminista sino mujer, aunque políticamente sí que tendía a marxista.

Lejos de dichas clasificaciones, nos presentamos como lectoras de Montserrat Roig con el afán de compartir los caminos personales que nos han llevado a ella y los itinerarios que ella nos abrió.

Su laboratorio es la realidad, y su empeño por retratar su tiempo se complementa con una extrema curiosidad

El temps de les cireres [El tiempo de las cerezas] es una buena manera de introducirse en la obra de Roig. Es una de las cinco novelas realistas en que la escritora se convierte en testimonio de la desintegración de la burguesía barcelonesa. La decadencia es una constante en estas novelas, en las que también circulan personajes de la generación de los años ‘60, personajes que quisieron cambiar el mundo y ahora, anclados en la utopía, son incapaces de vivir el presente por culpa de una nostalgia feroz. Estas novelas, igual que sus relatos, construyen un mundo coherente y bien ligado, y la convierten en una fabuladora espléndida, capaz de reelaborar y preservar una época.

El laboratorio de Montserrat Roig es la realidad, y su empeño por retratar su tiempo se complementa con una extrema curiosidad. “Soy inocente, todo me sorprende”, confesaba. Ante sus obras, tanto en los géneros periodísticos como en los de ficción, fascina la capacidad de sorpresa de Roig, propia del mejor periodismo. Joaquim Molas describe sus reportajes: “descripción sin retoques, bruta como sale, casi espontáneamente, de las fuentes”.

Las fuentes de Roig hablan, y ella se convierte a su vez en un “testimonio”, tal como definía Ernesto Sábato a las personas que escriben. Es esa necesidad de recoger las voces de los deportados la que nos lleva ante el ejemplo magistral de Roig, Els catalans als camps nazis (1977), en donde cultiva el género de la entrevista en toda su potencialidad. No es baladí su interés por los relatos de las personas mayores, por ser testimonios del horror personal y colectivo y por tener muchas cosas que contar. A través del libro, ella se sorprendió, y nos sorprendió, al descubrir tal cantidad de catalanes que pasaron por los campos de exterminio del nazismo.

Su estilo a la hora de contar es extremadamente detallista, personal, empático y sus aportaciones autobiográficas están presentes a menudo. Roig era “sensible a las historias pequeñas de la gente”, decía Ignasi Riera, que retrataba con detalle y la elegancia de quien sabe escuchar más que hablar. Como dijo Manuel Ibáñez Escofet, más que entrevistas Roig “hace hábiles provocaciones al monólogo”. Así lo demostró en las entrevistas para el circuito catalán de TVE, del programa Personatges, en algunos casos vetadas en su tiempo, y en los libros donde publicó más de ellas, Personatges y Retrats paral ·lels. Su aparición en televisión destaca otra vez por su valentía de utilizarla en pleno tardofranquismo, en un momento en que los intelectuales de izquierdas consideran este medio como un mero instrumento de control social.

Más que entrevistas, Montserrat Roig “hace hábiles provocaciones al monólogo”, en palabras de Ibáñez Escofet

A los 10 años de la muerte de Montserrat Roig, el periodista Joan Barril recordó cómo el mismo día que se conocieron, ella se sorprendió de que Barril ya escribiera con un Amstrad y le propuso, directa y sin reparos, acompañarlo hasta su casa para que le enseñara su funcionamiento.

Una enamoradissa

Ella se tildaba a si misma de “enamoradissa” de muchas cosas, que en catalán significa enamoradiza. El amor y el fracaso son dos temas clave en una de sus obras de ficción más íntima, L’hora violeta (1980). Como lectoras la descubrimos en momentos de reflexión personal y vital, un hecho que hizo amplificar su carácter introspectivo y psicológico, de viaje hacia el interior. Es una obra que presenta el universo conectado de tres mujeres que experimentan el fracaso frente al hombre-padre, el hombre-cerebro, el hombre como ideal romántico. En esta obra hay rencor, angustia vital, pero también aparece la reivindicación de la memoria, de la importancia de asimilar el pasado y de interpretar la vida con una mirada propia.

En el momento de escribir este texto, tan rojo como hemos podido, el nuevo panorama del poder en España se tiñe de azul intenso. No podemos sino preguntarnos si estamos repitiendo, de nuevo, un error histórico. En el proceso de investigación y redacción de Els catalans als camps nazis, Roig no se limitó a la recolección de testimonios, supo añadir un por qué. Decía que el nazismo no es fruto de una época, sino que es una cosa cíclica que se transforma y vuelve a aparecer, “es como el huevo de la serpiente: se reproduce constantemente, es una forma de concebir el mundo”.

 

Domingo, 4 de Diciembre 2011
Diagonal, España
           


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